La última vez que Apolo había visto a Bruno había sido el sábado por la mañana en la puerta de su casa. Después de dormir juntos en la misma cama, Apolo había despertado enredado en el cuerpo del azabache como si este se tratase de su peluche favorito, sonrojándose furiosamente cuando vio que, para el momento de apartarse, el contrario ya estaba despierto y observándolo con una sonrisa. Tras mascullar una disculpa con las mejillas como tomates y recibir algunas bromas y sugerencias indecentes de parte del chico pelinegro, habían terminado por despedirse tras el desayuno, aguantando también algunas bromas de parte de Ares.
Tras la bochornosa situación, y debido a la ronda de exámenes que los engulle durante las próximas semanas, Apolo y Bruno pasan casi dos semanas completas viéndose apenas diez minutos en algún descanso entre clases. Apenas tienen tiempo de saludarse y ya están despidiéndose de nuevo. Apolo empieza a estar harto de las clases y de todo lo relacionado con el instituto, porque lo único que hace es estudiar, estudiar y estudiar. Ese tiempo en el que no ha podido ver al azabache ha servido para que se de cuenta de una vez por todas de que su gusto por el chico es algo más que un simple juego de niños. Todavía es pronto para usar la palabra enamorado, pero Apolo está a un paso de dejar de poder controlar lo que siente. Está a un simple paso de caer completamente por él.
Que a Bruno le gusta Apolo es un secreto a voces. No tiene ningún reparo en decir que ese chico de pelo azul y gafas de metal le encanta. Le encanta absolutamente todo de él y no tiene ningún tipo de vergüenza a la hora de admitirlo, aunque aún no lo haya hecho delante del chico en cuestión. No quiere ejercer ningún tipo de presión sobre el peliazul, ni obligarlo a tomar decisiones para las que quizá no esté preparado. Si Bruno tiene que sufrir por un corazón roto a cambio de estar a su lado aceptará el reto con gusto. Y, si el chico corresponde sus sentimientos, será la persona más feliz sobre la faz de la tierra.
En cualquier caso, en el momento en el que la campana del instituto toca anunciando el fin de la clase y Apolo entrega su último examen, su felicidad es inmensa. Cuenta con gran ansia los minutos para salir del aula e ir en busca de Bruno. Lo ha echado de menos, mucho más de lo que le gustaría. Aunque puedan comunicarse a través de las redes sociales (y, de hecho, lo hayan puesto en práctica alguna vez) no hay nada que pueda compararse a ver a Bruno sonreír, o a escuchar en persona el tono de su voz. Apolo está jodido, muy jodido. Lo ha estado desde el momento en que lo vio, pero no podría importarle menos. No le importa en lo más mínimo haber perdido la cabeza por él.
"¡Apolo, cuidado!" exclama Julia cuando lo ve casi salir corriendo, esquivando a la gente que se cruza en su camino a escasos milímetros de impactar contra ellos. La rubia chasquea la lengua, negando con la cabeza mientras el peliazul la deja atrás y desaparece por el pasillo. "Madre mía..." masculla, y su mirada se cruza con la de Diana, que se encuentra en el pasillo y lo ha visto desaparecer corriendo también. La pelinegra se encoje de hombros, dedicándole una sonrisa mientras camina hacia ella, y ambas terminan por desaparecer también, perdiéndose en la multitud que surca el pasillo.
Apolo cruza casi todo el instituto para llegar hasta la parte trasera del mismo, llegando a ese pequeño espacio lleno de arbustos y pequeñas flores que sabe que a Bruno tanto le gusta. Cruza los dedos para que el pelinegro esté ahí, aunque es casi seguro que esa será su ubicación.
Lo encuentra tumbado sobre la hierba, con la rodilla derecha flexionada y los brazos sobre el pecho, con los ojos cerrados y la respiración tranquila y pausada. Un robusto árbol evita que el Sol le de directamente en los ojos, haciendo la estancia mucho más agradable y apetecible. Observa los auriculares en sus orejas sonriendo, siendo consciente de que, por muy relajado que parezca, algún disco de rock se reproducirá en sus oídos. Termina tomando asiento junto al chico, que parece no percatarse de su presencia.
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canciones de rock y pinturas de van gogh
Romance❝"Seguro que tienes una réplica de La noche estrellada pintada por ti en tu habitación." asegura, y el peliazul se rasca la nuca avergonzado. "¡No me lo puedo creer!" "Apuesto a que tú tocas la guitarra eléctrica y a los trece años eras fan de My c...