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Tras su reconciliación con Ares, el peliazul espera pacientemente el momento de oficializar su relación con Bruno. El azabache le había dicho que serían una pareja oficial una vez hubiese hecho las paces con Ares, pero el peliazul ya había cumplido con su parte del trato hacía cuatro días, sin recibir ninguna proposición por parte del pelinegro. Y, a decir verdad, está bastante impaciente porque aquello suceda. Quiere poder decir que ese chico de cabello azabache y sonrisa encantadora es su pareja. Quiere que Julia deje de preguntarle cada cinco minutos si ya lo han hecho oficial.

"¡Pues pídeselo tú!" exclama la rubia, alzando los brazos mientras mantiene las manos en alto, como si lo que acabase de decir se tratase de lo más obvio del mundo ¿Cómo es que Apolo no haya pensado en esa posibilidad? ¿Por qué lo hace todo tan implicado cuando se trata del azabache?

"Pero..." trata de excusarse Apolo a la vez que juega con las manos de su jersey, mientras su amiga lo observa con una ceja en alto y una expresión de cansancio. "Es que quiero que me lo pida él." murmura, mordiéndose el labio con timidez. Apolo quiere su cuento de hadas al completo, y eso incluye que su príncipe azul (Bruno, para ser exactos) sea quién le pida oficializar su relación. El peliazul no quiere una gran fiesta, un enorme ramo de flores o una proposición delante de todo el instituto, simplemente quiere que Bruno le pida salir. Él dirá que sí, independientemente de dónde se lo proponga.

"Ay, chiquitín..." Julia se burla de él, agarrándole la barbilla y zarandeándola hacia los lados. Preferiría revolverle el cabello, pero la boina roja del chico hace inviable su deseo. "Eres tan adorable." canturrea, mientras Apolo bufa, rondando los ojos y apartando la mirada. Su amigo puede llegar a ser tan terriblemente tierno sin ningún tipo de esfuerzo que Julia siempre se sorprende de ello.

"Cállate." suspira el peliazul con vergüenza, mientras la rubia se carcajea y el chico aprieta la mandíbula ¿Tan raro se le hace a su amiga que Apolo sea un romántico?

"Mira, por ahí viene tu príncipe." se burla la chica, señalando a Bruno con la cabeza. Pero el azabache no camina solo. Apolo es consciente de ello cuando se gira para corroborar las palabras de su amiga.

Diana camina junto al pelinegro, rebuscando desinteresadamente en su mochila, sin darse cuenta de que la rubia y el peliazul la observan. "Y también tu princesa." contraataca, con una sonrisa inocente mientras la chica lo mira con las mejillas rojas por la vergüenza, resoplando y apartando la mirada.

"No sé de qué hablas." masculla, y Apolo le dedica una sonrisa burlona mientras la observa con las cejas en alto ¿Quién se burla de quién ahora?

"Ya. Lo que tú digas, Julia. Lo que tú digas." concluye, y para entonces Bruno y Diana ya están junto a ellos. El azabache se desplaza hasta Apolo, colocándose tras él y abrazándolo por los hombros.

"Hola, pitufo." saluda, besándole la mejilla mientras el de hebras azules sonríe complacido ante el gesto. "Bonita boina." apunta Bruno, y Apolo repara entonces en qué se trata de la misma que llevaba el día que se conocieron en la biblioteca. Aquella boina con la que empezó todo.

"Gracias. Lo mismo digo de tu cara." se ríe el de hebras azules, mientras el chico frunce las cejas, con un puchero adornando sus labios. "Es broma. Estás muy guapo." le asegura, dejando un pequeño beso sobre sus labios que el azabache acepta con gusto, pasando sus manos por la cintura del chico.

"Creo que tengo diabetes." masculla Diana, con el ceño fruncido y un falso escalofrío. Bruno le dedica su mejor mirada de odio mientras Apolo se ríe ante el comentario.

"Y que lo digas, vámonos." corrobora Julia, y ambas chicas se marchan, dejándolos solo en mitad del pasillo.

Apolo devuelve la mirada al azabache, y este se encoge de hombros bajo su mirada, sonriendo y relamiéndose los labios mientras lo mira.

"Vamos anda, te acompaño a casa por ser tan bonito." le dice el azabache, juntando sus narices en un beso de esquimal. El de hebras azules suelta un bufido, pero no se opone, entrelazando sus dedos con los del chico, que sonríe y lo empuja, haciendo que el chico se desestabilice ligeramente. Apolo lo mira con la indignación plasmada en sus orbes, devolviéndole el empujón mientras el azabache se ríe.

Pasan gran parte del camino entre bromas, riendo a carcajadas como dos locos. La gente los mira con extrañeza, pero a ninguno le importa. A decir verdad, están tan concentrados en el contrario que ni siquiera se dan cuenta de lo que sucede a su alrededor.

Cuando llegan casi a la puerta de Apolo, este se para, colocándose delante de Bruno, dispuesto a despedirse. Sus manos se separan por primera vez en todo el camino, y las del azabache se encuentran con los bolsillos delanteros de sus vaqueros.

"Gracias por traerme, eres un cielo." el de hebras azules le aprieta las mejillas, y el mencionado sonríe con orgullo, disfrutando de cada pequeña muestra de cariño que el regala el contrario. Disfruta mucho de mimar, pero también de que lo mimen.

"No hay nada que agradecer, pitufo. Estoy practicando para cuando seamos novios." le dice, guiñándole un ojo mientras Apolo pucherea, porque no puede esperar a que llegue el momento ¿Qué es lo que está deteniendo a Bruno? ¿Por qué no se lo pide de una vez y punto?

Apolo no dice nada, y el azabache lo nota, relamiéndose los labios con nerviosismo, antes de ser él quien siga hablando. "Tienes algo en la boina." le dice mirando hacia esta. Apolo frunce el ceño en una petición silenciosa para que retire lo que sea que se encuentre sobre ella, y el azabache obedece, llevando la mano hasta allí.

Un pequeño trozo de papel aparece frente a los ojos de Apolo, haciéndole fruncir el ceño con confusión. Bruno se lo tiende mientras se encoge de hombros, y el de hebras azules lo desdobla con curiosidad bajo su mirada, preguntándose cuál será su contenido y cómo ha terminado sobre su boina.

Sal conmigo, pitufo.
Prometo hacerte una playlist.
-B

Apolo quiere echarse a llorar. Bruno está frente a él, esperando una respuesta mientras la suave brisa le despeina las hebras azabache, se ha tomado la molestia de recrear parte de su primer encuentro y le está pidiendo que salga con él. El peliazul no tiene ni idea de lo que ha hecho para merecer todo eso, pero no piensa ni por asomo desperdiciarlo.

Su sonrisa es tan grande que el azabache quiere recordarla para siempre. Quiere tatuarse en cada uno de sus pensamientos la sonrisa de Apolo, sus ojos brillantes, sus mejillas rojas y el sonido de su respiración. Quiere recordar para siempre todo de él.

El de hebras azules se alza sobre sus puntillas, acercándose a él y besando sus labios. Poco le importa el estar parados en medio de la calle, ni que Ares y Aura abran la puerta en ese instante, observándolos con la barbilla rozando el suelo. No le importa absolutamente nada que no sea el cuerpo de Bruno contra el suyo, sus labios suaves acariciando los propios con parsimonia y el tacto de sus manos haciendo círculos sobre sus caderas.

"¿Eso es un sí?" murmura Bruno contra su boca cuando se separan apenas unos centímetros. Sus frentes descansan juntas y los hoyuelos del azabache se alzan orgullosos sobre sus mejillas.

"Creo que sí." se burla Apolo, acariciándole la mandíbula y robándole una pequeña risa al azabache, que junta sus labios de nuevo.
Se mantienen allí de pie, mientras Apolo se alza en sus puntillas y Bruno lo agarra de la cintura para estabilizarlo. El frío roza contra los tobillos del peliazul, que quedan descubiertos bajo la tela de su pantalón marrón; y el viento les revuelve los cabello de forma cómica.

Pero, en ese instante, nada de eso importa. Solo importan ellos dos, con sus bocas entrelazadas y sus cuerpos pegados.

Y, cuando esa noche Apolo le da un pequeño vistazo al cuadro de su habitación, lo entiende todo.

Bruno es la noche de todas sus estrellas.

canciones de rock y pinturas de van goghDonde viven las historias. Descúbrelo ahora