Tras otro par de jueves encontrándose para charlar en la biblioteca, Apolo y Bruno han empezado a encontrarse casualmente en otros rincones del instituto. Al conocer cada vez más sobre el contrario, fruto de las tardes enteras que han pasado compartiendo historias, han terminado por conocer profundos detalles de su vida estudiantil. Así, Bruno lo espera de vez en cuando a la salida de las clases, para verlo aunque sean cinco minutos y ganándose alguna burla de Diana y una mirada burlona de Julia. Y Apolo pasa algunos días a ver al azabache a en la parte trasera del edificio, junto a unos arbustos en los que al chico le gusta pasar el tiempo escuchando algo de música. Incluso Diana y Julia se han vuelto, contra todo pronóstico, grandes amigas, cuchicheando entre ellas sobre la relación de los dos chicos, como si estos fuesen la pareja principal de una serie a la que están extremadamente enganchadas.
Llegados a ese punto, a Apolo le cuesta disimular cuando Bruno lo pilla observándolo más de la cuenta cuando parece distraído, y el azabache ya ha perdido la cuenta de cuantas veces ha estado deseando besarlo. Se le hace imposible recordar la última vez que lo miró a los ojos, en lugar de a los labios.
Aún así, y pese a la insistencia de sus amigas, ninguno de los chicos tiene todavía la suficiente confianza como para apresurar las cosas, así que avanzan con pasitos de bebé. Y, de todas formas, están perfectamente así.
A Bruno le gusta cómo el peliazul es vergonzoso cuando le hace un cumplido, cómo sus mejillas se vuelven rojas y se mordisquea los labios con nerviosismo.
Y a Apolo le gusta cuando el azabache lo asusta agarrándolo por la cintura, robándole el aliento y riendo a carcajadas ante la broma. Le gusta que Bruno sea tan imprevisible.
Aunque lo último que se espera es que se presente de repente en el salón de su casa.
Es un viernes por la tarde, Apolo disfruta de la música de jazz que resuena a través del altavoz de su habitación mientras se dedica a ejecutar el boceto de una de sus próximas obras, haciendo descansos para observar cómo las gotas de agua se amontonan en el alfeizar de la ventana. Hace apenas una hora, ha empezado a llover con fuerza, obligando al peliazul a cancelar sus planes con Julia. Ares y Aura han tenido que hacer lo mismo, así que toda la familia se encuentra en casa, aunque pasen la tarde en estancias separadas de la casa.
Suspira, decidiendo hacer un pequeño descanso de su tarea para bajar a la cocina a buscar algo de comer. Su estómago está empezando a hacer su tarea de concentrarse en el dibujo bastante difícil, así que decide hacer caso de sus demandas.
Está en la mitad de la escalera cuando divisa una silueta desconocida en el salón, donde se encuentra también su madre. No esperan ninguna visita, y menos con ese tiempo. Apolo no puede distinguir correctamente al desconocido desde su posición en la escalera, así que decide bajar hasta donde se encuentran.
El peliazul frunce el ceño, caminando a hacia la estancia. "¿Mamá? ¿Qu-" el propio Apolo se corta a sí mismo cuando reconoce al chico frente a él. "¿Bruno?" cuestiona, sin entender nada. El chico está empapado, el cabello azabache se le pega a la frente, así que se lo aparta constantemente.
El azabache parece igual de confundido que él, mirándolo con sorpresa. "Hola." masculla, mientras el peliazul se encuentra cada vez más perdido ¿Qué hace Bruno en su salón hablando con su madre? Por suerte, el chico no tarda en aclarárselo. "Vengo de casa de un chico al que le enseño a tocar la guitarra pero ha empezado a llover. No tengo batería, así que he llamado al timbre para pedir un teléfono para llamar a mi madre y decirle que voy a llegar más tarde. No sabía que era tu casa." el azabache se siente obligado a aclarar esto último, con miedo de que el contrario piense que lo ha seguido, o algo así.
"Oh. Bueno..." masculla el peliazul, sin saber muy bien qué decir, y el pelinegro solo estira los labios, formando una fina línea ¿Bruno es profesor de guitarra? Eso es, bueno... Adorable.
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canciones de rock y pinturas de van gogh
Roman d'amour❝"Seguro que tienes una réplica de La noche estrellada pintada por ti en tu habitación." asegura, y el peliazul se rasca la nuca avergonzado. "¡No me lo puedo creer!" "Apuesto a que tú tocas la guitarra eléctrica y a los trece años eras fan de My c...