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Cuando Bruno le dijo que una de las cosas que debían hacer en cuanto oficializasen su relación era llevarle a conocer a su gato, Apolo no pensó que el azabache se lo tomaría tan literal. No se esperaba conocer antes al animal que a la propia familia del chico. Es decir, él no tiene nada en contra del gato, pero  le parece un poco exagerado el hecho de que Bruno lo haya interceptado en el pasillo para decirle que reserve la tarde para ir a su casa y conocer a "su futuro hijo gatuno" Aunque de cierta manera, en interés que pone el azabache en el animal es bastante adorable, así que Apolo no se queja para nada.

"Es un poco gruñón a veces, pero seguro que le encantas." le asegura con una gran sonrisa, que el peliazul le devuelve enternecido. Le resulta malditamente tierno que el chico hable de su mascota como si se tratase de un ser humano y no de un pequeño minino.

"Bruno, es un gato, no tu abuelo." se ríe Diana mientras el azabache le da una mala mirada, cruzándose de brazos como si de un niño de cinco años se tratase.

"Dices eso porque lo quiero más que a ti." contraataca el azabache, mientras la pelinegra lo mira con la indignación plasmada en sus orbes ¿Se puede ser más imbécil? ¿Cómo va a querer más a esa bola de pelos que a su mejor amiga de toda la vida?

"Pues los apuntes de historia te los va hacer el puto gato." escupe, con una sonrisa cargada de falsa inocencia surcando su rostro, y el azabache palidece al escuchar sus palabras.

"Diana no te enfades, ya sabes que te quiero mucho." le dice, con los ojos cargados de miedo ante la amenaza de su amiga. Sabe que es perfectamente capaz de cumplir su promesa, y necesita esos apuntes para pasar de curso, o se pasará lo que le queda de vida en el instituto.

"Ve a decirle eso a tu gato." replica la chica, y Bruno suspira mientras se deja caer sobre el regazo de Apolo visiblemente cansado a la vez que estupefacto ante la conversación que está manteniendo con Diana. 

El chico le acaricia los cabellos azabache mientras le observa con una ceja alzada. "Y... ¿Tengo que pasar por casa a cambiarme o crees que le gustará esta ropa?" se burla, oyendo la para nada discreta risa de Diana, siendo incapaz él también de retener una carcajada.

"¡No te burles tú también!" chilla Bruno, haciendo un berrinche mientras Apolo trata dejar de reír, fallando estrepitosamente.

"Lo asiento, lo siento. Es que me hace gracia cómo hablas del gato." se disculpa, ganándose una mala mirada de parte del azabache ¿Es que nadie  puede tomarse en serio el asunto? "Perdóname, porfi." pucherea, con su mejor cara de niño bueno que no ha roto un plato en su vida, y Bruno chasquea la lengua suspirando.

"Ven aquí, anda." le dice, y Apolo sonríe en grande mientras agacha la cabeza, untando sus labios con los del azabache en un pequeño beso.

"Y, respondiendo a tu pregunta,  estás precioso." le asegura, guiñándole un ojo mientras el de hebras azules se sonroja ante el comentario, apartando la mirada con las mejillas rojas.

"Lo que hay que ver..." murmura Diana con una mueca de asco fingido, observando a los dos chicos mientras niega con la cabeza en señal de desaprobación. El azabache y el peliazul se carcajean, mirándose entre ellos con complicidad.

La casa de Bruno no está lejos del instituto, pero sí de la casa de Apolo, así que el azabache considera la idea de darle un premio a su novio por acompañarlo hasta su hogar después de clase la mayor parte de las tardes. La casa de Bruno tiene dos plantas, pero es acogedora y alegre. Hay un montón de juguetes esparcidos por la estancia, Apolo supone que pertenecen a los hermanos del azabache, que, por cierto no se encuentran en casa. Teniendo en cuenta la cantidad de gente que vive en casa del azabache, Apolo cree que seguramente se trata de una de esas situaciones que solo se dan una vez en la vida. No hay nadie más allí además de ellos, a parte del gato, claro. Y, hablando de él, el animal aparece por la escalera, llegando hasta los dos chicos y maullando en dirección A Bruno, como si estuviese saludándolo. El azabache sonríe, alzándolo entre sus brazos y girándose hacia Apolo. 

"Mira, Bicho. Este chico tan guapo es mi novio." canturrea sonriente, y el peliazul siente sus mejillas rojas ante el comentario.

"Encantado, soy Apolo." el más bajo no tiene ni puñetera idea de qué hace hablando con un gato, pero si es por Bruno, incluso jugaría con él al ajedrez. El animal maúlla en respuesta, haciendo que Apolo sonría enternecido. Bruno sonríe también, dejando al animal e nuevo en el suelo y señalando la escalera.

"Vamos, Bicho." le dice, mientras tanto el gato como el peliazul lo siguen.

La habitación del pelinegro es un poco más pequeña que la suya, pero muy espaciosa. Hay posters de distintas bandas de rock, una colección de vinilos junto a un tocadiscos y la guitarra eléctrica del azabache descansa junto al amplificador en una de las esquinas de la habitación. El escritorio está desordenado, y hay un montón de hojas y materiales de escritura de todo tipo sobre él.

Apolo se sienta sobre la cama, y el animal lo imita, tumbándose a su lado. El chico le acaricia la cabeza antes de girarse hacia el pelinegro. "¿Se llama Bicho?" una sonrisa burlona amenaza con resbalar por sus labios ante aquello, mientras Bruno se rasca la nuca con vergüenza.

"Es que... Yo quería un perro pero mi madre apareció con el gato y como a mi yo de trece años no le hacía mucha gracia siempre le decía "Aparta, bicho" o "Fuera de mi habitación, bicho" y al final se acostumbró al nombre." las mejillas des azabache está ligeramente coloradas, y Apolo se muerde el labio inferior mientras sonríe. Que Bruno le haya llamado así a su gato se le hace inexplicablemente adorable. Bruno se le hace inexplicablemente adorable.

El peliazul deja escapar una pequeña risa, mientras el chico frente a él lo fulmina con la mirada. Apolo se pone de pie, caminando hacia él y descansando sus manos sobre el cuello del contrario. "Eres adorable." asegura, mientras Bruno frunce el ceño y niega con la cabeza.

"No. Tú eres adorable." corrige, adueñándose de su cintura mientras el chico sonríe.

"Los dos somos adorables." concluye, besando sus labios mientras el azabache ladea la cabeza, profundizando el beso y separando los labios del peliazul con los suyos, haciendo que al chico le tiemblen las rodillas y afianza el agarre en su nuca en busca de estabilidad. 

Bicho maulla repetidamente tras ellos, buscando desesperadamente la atención de ambos adolescentes, haciendo que Apolo suelte una pequeña risa y que Bruno chasquee la lengua. "Ahora no, Bicho." gruñe, volviendo a juntar sus labios con los del de hebras azules, tratando de ignorar al gato caprichoso que descansa sobre su cama. Pero el animal no se rinde, volviendo a maullar antes de saltar de la cama, enredándose en una de las piernas del azabache y haciendo que este se separe un poco de su novio, bufando. "Puto bicho de mierda." resopla con indignación, mientras  Apolo ríe frente a él. Le resulta bastante cómico ese juego de palabras que se forma con el nombre del animal cada vez que Bruno lo regaña.

"Bicho, ven aquí." el peliazul se agacha, extendiendo los brazos en dirección al animal, que, apara su sorpresa, obedece; caminando felizmente hacia él y  amoldándose a su agarre. El peliazul lo sostiene entre sus manos mientras sonríe, acariciándole la cabeza e ignorando completamente al azabache, que pucherea frente a él.

"¿Tengo que ponerme orejas de gato y maullar para que me acaricies así también?" las mejillas de Apolo se colorean ante el comentario, haciendo que Bruno plante en su rostro una sonrisa burlona. Le encanta hacer sonrojar a Apolo. Le encanta cómo se ve con las mejillas rojas.

"No le escuches, Bicho." le dice al animal entre sus brazos, que lo observa con sus grandes ojos verdes, ajeno a lo que sucede entre los dos chicos. Apolo se sienta de nuevo sobre la cama, acariciando el pelaje color carbón del animal.

Bruno se deja caer a su lado, y poco después Apolo se le une, terminando en una postura muy parecida a la que usaron para dormir en la biblioteca aquella vez. 

Pasan gran parte de la tarde así, mimando a Bicho como si se tratasen de una pareja de padres primerizos cuidando de su bebé, mientras el animal ronronea encantado ante la cantidad de atención que está recibiendo. 

Cunado el animal se queda dormido al lado de sus cuerpos, Bruno atrae al cuerpo del peliazul hacia el suyo, mirándolo con un pequeño puchero. "Ahora que se ha dormido, es hora de que me mimes a mí." le dice, y Apolo sonríe mientras roza sus narices.

"Está bien, bebé grande." accede, haciendo que el azabache suelte un pequeño sonido de satisfacción, enredando su grandes manos al rededor de su cuerpo, provocando que apenas queden un par de milímetros entre ellos.

Y Apolo podría quedarse así por el resto de  su vida.

canciones de rock y pinturas de van goghDonde viven las historias. Descúbrelo ahora