Hasta ayer, ella fue la maldita que me ignoró durante días. Y me molestó, carajo, me molestó mucho. Su indiferencia... me generaba cólera. Porque no me había dado la oportunidad de darle una mínima explicación. Porque cuando sus ojos caían sobre mi, el azul grisáceo de ellos desaparecía, a dos orbes llenos de odio.
Pero sé que ella no me odiaba.
Ni yo a ella.
Me dio la oportunidad de explicarle y ella me entendió.
No sólo eso. Estaba a punto de besarla. Mierda, ¿qué hubiese pasado si Carol no llegaba?
¿Lo hubiese hecho?
No.
¡Por supuesto que la hubiese besado! Es algo que deseo hace mucho tiempo pero hace unas semanas caí en cuenta de eso. Quiero besarla. Sentirla. Acompañarla. Mierda, la deseo.
Pero no puedo.
Y ahora es rara la situación. Ahora yo soy el que la evita a ella, porque realmente es incómodo.
—¿Tienes todo? —preguntó Rick llegando a mi lado.
—Sí —afirmé.
Mi atención se desvió.
Ahí estaba Nicole, vestida por su musculosa azul de tirantes que resaltaba su escote en V y sus jeans. A su lado estaba Hershel, sosteniendo el brazo de Harrison para ayudarse con las muletas.
Ambos reían.
Tiene una linda sonrisa.
Rick y El Gobernador hoy negociarían asuntos. Nos pidió a mi, a Hershel y a Nicole que lo acompañáramos.
Ambos se pararon frente a nosotros. Me quedé viéndola estúpidamente, hasta que me devolvió la mirada, por lo que me concentré en mi moto.
Mierda, esto es molesto.
—Bien, andando —anunció Rick.
Yo iba adelante con la moto, los demás iban atrás en la camioneta. Llegamos al poco tiempo después. Una vieja fábrica era el lugar.
—¿No hay autos y él ya estaba ahí adentro? —mofó Harrison.
—Sí, es sospechoso —asentí—. Hershel, mantén el auto en marcha.
Un auto se estacionó frente al nuestro. De él bajaron Andrea, Martinez y otro tipo.
—¿Por qué ya estaba ahí? —cuestionó Nicole a Andrea.
—¿Está aquí? —respondió, sorprendida. Entró a la bodega y cerró el portón.
Los cinco nos quedamos en un silencio algo entretenido.
—Quizás debería entrar —sugirió Hershel.
—Al Gobernador le pareció mejor que Rick y él hablaran en privado —respondió el tipo.
—¿Y quién eres tú? —inquirió Nicole.
—Milton Mamet —respondió, con un tono de voz estúpido.
—Genial, trajo a su mayordomo —espeté, provocando una risa en Martínez y Nicole.
—Soy su asesor.
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𝐀𝐑𝐐𝐔𝐄𝐑𝐎𝐒 | 𝐃𝐀𝐑𝐘𝐋 𝐃𝐈𝐗𝐎𝐍
RomanceEn el fin del mundo, el más fuerte sobrevive. Los débiles pierden. Pero... ¿es de débiles permitirse sentir? Sus flechas se encontraron. Él era un solitario, ella una guardiana. Eran dos almas fragmentadas que entrelazaban sus pedazos partidos, sin...