Capítulo 40: Culpable

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Estaba por oscurecer. La lluvia impactaba ferozmente. El agua caía a cántaros.
La tierra, ahora embarrada, marcaba los rastros de los vivos y de los muertos. Los árboles, los pinos. Desde las ramas de los pinos caía la nieve.

Él permaneció allí, detrás de ese árbol, alerta.

La había visto hacía ya un buen rato. Primero creyó ver un caminante, luego, comenzó a distinguir sus pisadas.

Lo estaba siguiendo.

No sabía quién era, no pudo ver su rostro; estaba cubierto por una caperuza. Pudo ver su cabello negro, que se movía con la brisa.

Afirmó la ballesta en sus brazos y el cuchillo, esperándola.

Con cautela, su cuchillo logró posicionarse en su cuello, mientras con su brazo rodeaba sus hombros.

—¿Por qué putas me sigues? —interrogó, apretando más el arma.

—No te estoy siguiendo, V de Vendetta.

Su codo impactó contra el estómago de él, soltándose. Quiso patearlo, pero él se apresuró y jaló de su pierna, tirándola al suelo, debajo de su cuerpo.

—¿Quién eres?

—No te incumbe.

Ella sacó el cuchillo de su cinturón y el filo se posicionó en el pecho de él.

Luego todo fue rojo.

El agua se mezclaba con la sangre que salía de su cuerpo. Y él lo vió. Vió cómo ella se estaba ahogando con su propia sangre.

La caperuza se caía lentamente.

—¿Robin?

Despertó, exaltándose. Su respiración se tornó agitada. Se removió, mirando a todos lados.

Buscándola.

—¿Qué sucedió?—le preguntó Beth, con suavidad.

—Nada —murmuró, casi inaudible.

Siempre era la misma pesadilla. Se repetía cada vez que lograba dormir.

—¿Quieres alcohol? —preguntó él, la rubia asintió—. Bien, lo tendrás.

Tras caminar por horas, encontraron aquella vieja cabaña que Dixon había conocido con Harrison un tiempo atrás.

Tomó el frasco de vodka y le sirvió un poco al vaso, para pasárselo a Beth.

—Diu. Es lo más asqueroso que probé en mi vida —rió Beth, de un trago lo terminó—. La segunda es mejor.

Instantes después, Dixon oyó el extraño plan de juego de la joven Greene.

—¿Qué opinas?

—Opino que nunca necesité de un juego para emborracharme —contestó el cazador.

—Ya, empieza tú —lo incentivó Beth.

—No sé.

—Di lo primero que se te ocurra.

 𝐀𝐑𝐐𝐔𝐄𝐑𝐎𝐒 | 𝐃𝐀𝐑𝐘𝐋 𝐃𝐈𝐗𝐎𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora