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En estos momentos el señor Rasgado ya ha de haber llegado a la cárcel superior. 

Si no me equivoco, me contó que le falta menos de cuatro años para salir. 

Su condena era de...¿Dieciocho años o treinta? 

Con todo lo que ha pasado apenas recuerdo lo que comí ayer. 

Estoy en mi celda, esperando que mi hermano regrese.

Se supone que fue solo a saludar a los nuevos, no se para que hace eso. Si por lo general le terminan insultando.

— ¡Saga! ¡Saga! No sabes con quién me encontré. 

Regresa saltando de felicidad, creo que es el único recluso que disfruta de alguna forma su estadía aquí. 

— ¿A quien te encontraste? 

— Trajeron a ¡Radamathys! Creí que ya estaba muerto pero al parecer estuvo escapando de la justicia luego de que el señor Aiacos lo dejará. ¡Oh! También me encontré con Sigmund y Surt ¡No los vas a reconocer! Ellos han estado en la otra zona, ¡Sigmund parece todo un criminal!

— Que maravilla...—lo digo con sarcasmo mientras me levanto de la pequeña cama— Kanon, ¿Te dijeron algo del señor Minos? 

— ¡Si! El tío Defteros dijo que si está siguiendo con los ejercicios para tratar de recobrar su estabilidad, también me contó que ya dejó de estar deprimido. Aunque creo que me estaba mintiendo con lo último. ¿Crees...que el se quite la vida? 

— Es posible, pero esperemos que no lo haga. 

Esa es la única preocupación que tenemos actualmente, el señor Minos es como un padre para nosotros y estoy sumamente seguro que si el llegara a suicidarse, Kanon sería el que peor asumiría la perdida. 

Aquí en la cárcel donde nos encontramos, la mayoría de reclusos nos tienen cierto respeto y son muy pocos los que han querido ponerse en contra de nosotros, los que quisieron poner un dedo sobre mi hermano la primera noche, actualmente solo tienen una mano. 

¡¡¿Por qué lo hiciste?!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora