Me costó mucho levantarme a la mañana siguiente cuando sonó el despertador de mi móvil. Me levanté perezosamente y eché las mantas sobre la almohada. No tenía ganas de hacer la cama pero si no disimulaba un poco el cáos mi madre me reñiría y me soltaría un discurso sobre la responsabilidad.
Me vestí con una camiseta básica blanca, unos vaqueros oscuros y unas sandalias plateadas planas.
Cuando bajé a la cocina Daniel ya estaba tomando su desayuno. Me acerqué a él y puse mi mano sobre su hombro.
-Buenos días.
-Buenos días -me contesto sonriendo ampliamente- ¿Te preparo el desayuno? -preguntó levantándose y besando mi mejilla.
-¿Vas a cocinar para mí? -pregunté perpleja.
-Sí, aunque mi definición de cocinar es hacer tostadas y café -se encogió de hombros- En cuanto intento hacer algo que implique una sartén acabo armándola -sonreí sin poder evitarlo.
-Me encantaría desayunar dos tostadas con un café.
-¡Bien! Siéntate y reza para que la tostadora no prenda fuego -dijo apartando una silla de la mesa para que me sentara.
-Por suerte tenemos un extinttor debajo del fregadero -me senté y me puse a mirar como me preparaba el desayuno- Ojalá hubiese estado ahí cuando prendiste fuego a aquel trapo.
-Todos aprendimos la lección -me dijo mientras metía el pan en la tostadora.
Se dirigió a una de las alacenas altas que había en la cocina. Abrió la pequeña puerta de madera y se estiró para alcanzar el bote del café, lo cual hizo que se le subiera un poco la camisa. Me mordí el labio inconscientemente. Adoraba los vaqueros ceñidos.
-¿Puedo saber qué miras? -me preguntó haciendo que desviase de golpe la mirada a sus ojos.
-Em... nada -dije nerviosa. Las tostadas saltaron y me apresuré a cogerlas y untarlas con margarina para así no tener que mirar a los ojos a mi hermanastro que sonreía ampliamente.
-¿No estabas mirándome el culo, verdad? -puso en marcha la cafetera.
-¿Qué? No, no, que va... -murmuré nerviosa- Estaba mirando la marca de tus pantalones.
-Claro... -dijo con tono jocoso.
Después de desayunar y haberme lavado los dientes, Daniel me llevó en coche al instituto.
-Hasta luego -le dije besando su mejilla.
-Adios bonita -se despidió sonriendo.
Cogí la mochila que tenía en el suelo entre las piernas y salí del coche. Tras despedirme con la mano, entré en el edificio y fue entonces cuando vi a Alicia metiendo los libros en su taquilla, así que fui a saludarla.
-Buenos días.
-Buenos días -me sonrió- ¿Dónde te has metido todo el fin de semana?
-He estado en casa.
-¿Un fin de semana en casa? -frunció el ceño- No es propio de ti.
-Bueno, he estado con Daniel.
-¿Daniel? ¿Todo el fin de semana? -arqueó una ceja- Chica, que suerte tienes...
-¿Suerte? -pregunté apoyando mi espalda en las taquillas.
-Hola chicas -irrumpió Laura acercándose a nosotras- ¿de qué hablabais?
-De Daniel -le contestó Alicia.
-Grrr... Tiene un cuerpazo... -murmuró Laura mordiéndose el labio.
-Por eso tienes suerte -me dijo Alicia.
-¿De quién habláis chicas? -preguntó alguien detrás de mi.
-Hola Raúl -lo saludé sonriendo.
-Hola preciosa -me devolvió el gesto.
-Bueno, nosotras nos vamos -dijo Laura lanzando una mirada de complicidad a Alicia. La agarró del brazo y ambas se fueron dejándonos a solas a Raúl y a mí.
-Te he echado de menos el fin de semana -dijo agarrándome por la cintura.
-Y yo a ti.
Y no era mentira, lo había de menos, pero aquello no cambiaba el hecho de que cuando me besó dulcemente, no sintiese esa chispa que se suponía que debía sentir; no sentí ninguna chispa con Raúl mientras que con Daniel había sentido una explosión.
Las clases pasaron bastante rápido para ser un lunes. Solamente me echaron la bronca en clase de literatura por estar hablando con María.
Cuando sonó el timbre que finalizaba las clases de aquel día, salí disparada hacia la salida. Necesitaba salir y tomar aire fresco.
Y ahí es donde lo vi. Frente al instituto; Daniel. Esperándome con una hermosa sonrisa en el rostro y con... ¡¿Quién es esa?!
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Enamorada de mi hermanastro
Roman d'amourCuento las horas, los minutos, los segundos, cuento el tiempo que falta para que podamos estar a solas, para que solo estemos él, yo y nuestro amor. No sé por qué, puede que siempre lo amase o tal vez fue por la ternura con la que me trataba o tal v...