*Actualizado*
Me desperté con el horrible y desagradable sonido del despertador. Fruncí el ceño extrañada por no haberme despertado con la voz de Hozier cantando Take Me To Church, y fue entonces cuando recordé que estaba en la cama de Daniel. Estiré mi brazo buscando su cuerpo sobre el colchón pero solo encontré un gran vacío a mi lado. Me senté en la cama y miré por toda la habitación, pero no había ni rastro de él.
Entonces la puerta de la habitación se abrió y Daniel entró con solo una toalla blanca atada a la cintura y con el cabello húmedo; acababa de salir de la ducha. No pude evitar sonrojarme al verlo así; no estaba acostumbrada a ese tipo de exhibicionismo.
—Buenos días -me saludo sonriente, como siempre.
—Buenos días -lo saludé de vuelta mirando hacia el suelo.
—Oye, no me molesta que me veas así -fue hacia su cómoda y abrió el primer cajón de arriba-, tampoco es que me vayas a violar o algo así.
—No, claro -solté una risa nerviosa.
—Anda, vete a prepararte o te vas andando hasta el colegio -sacó unos boxers grises y se dirigió al armario a coger algo de ropa.
—¡Voy! -exclamé bajando, literalmente, de un salto de la cama.
Fui al baño y me di una ducha rápida. Salí con mi albornoz morada, mi color favorito, y fui a mi habitación. Abrí el armario y me puse a mirar la ropa. Saqué una falda blanca y una camiseta holgada rosa y me los puse. Me agaché y saqué de debajo de la cama unas sandalias de estilo romanas en color marrón claro.
Tras haberme vestido bajé a la cocina y me encontré a Daniel en la mesa tomándose una taza de té mientras leía su libro de química.
—Buenos días -lo saludé.
—Buenos dí... -empezó pero paró de golpe al observarme de arriba abajo.
—¿Qué pasa? -pregunté mientras cogía una taza azul con el dibujo de una vaca sonriente.
—Nada, es que, ¿no crees que esa falda es un poco corta?
—¿Qué? -pregunté mirándome la ropa-. ¡No, que va! Está bien -me serví una taza de té y le eché un poco de leche-. Además, eres tu el que anda paseándose solo con una toalla.
—Sí, pero dentro de casa. No me gusta que vayas con una falda tan corta -insistió.
—No enseño nada, y tengo derecho a ponerme lo que me de la gana.
—Lo sé, pero ¿y si se te cae algo al suelo y tienes que agacharte?
—¿Vas en serio? -solté un bufido y rodé los ojos-. Si se me cae algo le pediré a alguien que me lo recoja, ¿contento? -le di un gran sorbo a la taza humeante que tenía entre las manos.
—Un poco -dijo agachando la mirada hacia el libro.
—¿Por qué te importa tanto como vaya vestida?
—Pues... -dudó un poco-, bueno, porque eres mi hermana, mi hermana pequeña, y es mi debes cuidarte de los depravados mentales.
—Eso lo entiendo, pero no soy ninguna niña pequeña -me terminé la taza y la dejé en el fregadero-, aunque no te hayas dado cuenta, ya soy toda una mujer.
—No, si eso ya lo veo -murmuró pero no entendí lo que me dijo.
—¿Qué?
—Nada -negó con la cabeza-. Será mejor que nos vayamos para el coche si no queremos llegar tarde -se levantó y metió el libro en la mochila que había sobre la encimera.
—Vale, me lavo los dientes y bajo en dos minutos.
Subí corriendo las escaleras y entré en el baño. Me limpié rápidamente los dientes y me puse un poco de cacao en los labios. Salí y fui a mi habitación a por mi mochila y mi chaqueta. Me los puse y bajé corriendo las escaleras. Daniel ya me estaba esperando en la entrada con su mochila y con las llaves de su coche en las manos.
—Katy -me llamó.
—¿Qué pasa?
—Es que esa falda... -comenzó de nuevo.
—¡La maldita falda está bien y no voy a cambiarme! -le chillé.
—Vale, vale, no te enfades conmigo -me abrazó y me besó la mejilla.
—Ya sabes que no puedo enfadarme contigo -le sonreí de lado.
Salimos de casa y nos montamos en su coche. Daniel se sentó en el asiento del piloto y yo en el del copiloto. Arracó el coche y condujo hasta mi instituto.
—Gracias por traerme -le dije cuando aparcó frente a la entrada del colegio.
—De nada, y no olvides...
—No me agacharé en ningún momento -acabé la frase por él.
—¡Vaya! Que compenetración -sonrió-, me has leído la mente.
—A veces eres muy previsible -le besé la mejilla-. Adiós Daniel.
—Adiós Katy.
Me bajé del coche y me despedí de Daniel con la mano. Cuando este se fue, entré en el edificio y fui hasta mi taquilla. Abrí mi mochila y metí algunos libros en la taquilla.
-Buenos días –me saludó alguien y me di la vuelta para verle la cara.
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Enamorada de mi hermanastro
Roman d'amourCuento las horas, los minutos, los segundos, cuento el tiempo que falta para que podamos estar a solas, para que solo estemos él, yo y nuestro amor. No sé por qué, puede que siempre lo amase o tal vez fue por la ternura con la que me trataba o tal v...