-Hola cielo -me saludó Rob besándome la mejilla.
-Hola -le contesté mientras me abrochaba el cinturón de seguridad-. ¿Has hablado con Daniel? Me he quedado sin batería en el móvil.
-Sí, me ha dicho que ha sacado un nueve con tres en el examen de... ¿oceanografía física? -preguntó frunciendo el ceño.
-Lo has dicho bien -sonreí- Un nueve con tres, hay que ver qué empollón es.
-Ha sacado mi inteligencia.
-Seguro que es eso -reí.
No acostumbraba a que Rob me llevase a casa después del colegio, pero Dani se iba a quedar con Luis para ayudarlo a estudiar así que Rob había ido a buscarme.
Llegamos a casa y tras dejar mi mochila y atarme el pelo en un moño alto, bajé a la cocina y me dispuse a cocinar junto a Rob.
-¿Qué quieres comer? -me preguntó.
-Me da igual -me até mi delantal negro con flores blancas.
-¿Verduras salteadas con pollo?
-Sí, estaría genial.
Pusimos todos los ingredientes sobre la encimera y comenzamos a cortarlas y prepararlas para saltearlas.
-Oye, ¿puedes decirme cuándo habéis montado ese fuerte en el desván? -me preguntó Rob. Casi se me cae el cuchillo de la mano.
-¿Lo has visto?
-Sí -asintió-, ayer a la noche me despertasteis y esta mañana he ido al desván antes de ir al trabajo. Se le ocurrió a Daniel, ¿verdad?
-Sí, pensó que me gustaría ya que solía jugar a hacer fuertes con mi padre.
-Solo a mi hijo se le ocurren esta clase de cosas -se encogió de hombros con una pequeña sonrisa en el rostro-. La verdad es que está muy bien, espero que no os importe pero estuve cotilleando un poco por dentro.
< Por favor, que no haya visto nuestro álbum de fotos >
-No, no me importa -le contesté.
-¿Qué hacíais con esos álbumes de fotos? -mi corazón comenzó a galopar como un caballo.
-¿Qué álbumes?
-Los de Daniel de cuando era un niño.
-Oh -suspiré aliviada-, verás, ayer a la tarde estuvimos hablando sobre su madre y la verdad no sé por qué, pero en medio de la noche me despertó y me dijo que quería las fotos conmigo. La verdad es que fue un tanto raro.
-¿Te habló de su madre? -preguntó boquiabierto dejando a un lado el calabacín que sostenía hace un momento.
-Sí -asentí-. Me contó cómo le mentiste mientras veíais Qué bello es vivir para que siguiese viendo la película con calma.
-Nunca le habla a nadie de su madre. Apenas habla conmigo de ella desde que murió.
-Bueno, tal vez empiece ahora a hacerlo. A mi también me costó tiempo volver a hablar de mi padre.
-Sí, pero han pasado años desde que murió la madre de Daniel.
-Todos somos distintos, y todos necesitamos nuestro propio tiempo para asimilar las cosas -me encogí de hombros-. Y si yo puedo ayudar a Daniel a superarlo, estaré encantada de hacerlo -volví a centrarme en trocear el pimiento que tenía sobre la tabla. Rob se acercó a mi y me dio un beso en la frente-. ¿Y esto? -le sonreí.
-Me alegra tenerte en nuestras vidas Katy -me abrazó estrechándome con fuerza en su pecho-. Me alegra tanto saber que Daniel puede contar contigo -volvió a darme otro beso.
-Sois mi familia, siempre me tendréis para lo que necesitéis -le devolví el abrazo.
(***)
-Mamá, ¿has visto mi fular lila? -le pregunté bajando rápidamente por las escaleras.
-Está colgado en la entrada, la utilicé ayer -dijo levantando la cabeza del hombro de Rob. La feliz pareja estaba acurrucada en el sofá viendo The Mindy Project.
-Si querías usarla podías haberme pedido permiso -le reproché mientras descolgaba el fular y me lo ponía en el cuello.
-Tu me coges los zapatos constantemente y nunca me pides permiso -dijo sin siquiera mirarme.
-Touché -murmuré.
Llamaron a la puerta y me apresuré a abrirla.
-¿Estás lista o nos vamos sin ti? -me preguntó Raul.
-Un momento, solo tengo que coger mi bolso. Pasa anda -me hice a un lado para que entrase.
-¿Sabes que María me ha obligado a ir hasta su casa para traer el coche? -preguntó sacudiéndose el pelo.
-Pues claro, eres el único con diecisiete años, eres el único que puede conducir el coche.
-Explícame porque en el Reino Unido hay que tener diecisiete para conducir pero tengo que esperar un año más para poder comprar alcohol.
-En la mayoría de los países europeos hacen falta dieciocho para conducir, no te quejes tanto que luego bien que presumes de que tienes carnet y los demás no -metí mi cartera y mi móvil en mi bolso negro con tachuelas plateadas.
-Hola Raul -saludó mi madre desde el salón.
-Oh, buenas tardes, no sabía que estuvieseis aquí -dijo dirigiéndose al salón- ¿Qué tal estáis?
-Genial -le contestó mi madre-. Dime la verdad Raul, ¿te dejó mi hija o la dejaste tu?
-¡Mamá! No empieces con eso -dije cruzándome de brazos. Me dirigí al salón antes de que mi madre comenzara a meterse conmigo.
-Mi hija me ha dicho que te dejó ella pero no me creo, ¿por qué iba a romper con un buenazo como tu? -le sonrió agarrándolo por la barbilla.
-Pues créame Heather, me dejó ella y me rompió el corazón.
-Oh, no se lo tengas en cuenta -hizo una mueca triste-. Tiene mal gusto, seguro que es que está colada por algún idiota.
-Seguro que sí -me guiñó un ojo cuando mis padres no miraban. De pronto alguien comenzó a pitar una bocina como loco en la calle.
-Tenemos que irnos antes de que entren para sacarnos a rastras -dije cerrando mi bolso-. Volveré tarde, no me esperéis para cenar -besé la mejilla de mi madre.
-Vale. Ven cuando quieras Raul -dijo irigiéndose a mi amigo-, hace mucho que no vienes a cenar, pásate cuando quieras.
-Está bien, lo haré -le dedicó una sonrisa.
-Adiós Rob -le besé la mejilla a él también.
-Adiós pequeña -me dio otro beso.
Salimos de casa y en cuanto se cerró la puerta Raul rodeó mis hombros con sus brazos.
-Adoro a tu madre -me dijo.
-Claro, porque ella te adora, a veces parece que incluso más que a mí.
-¿Solo a veces? -bromeó y le di un puñetazo en el hombro derecho.
Nos dirigimos a la gran furgoneta negra que había en la acera frente a mi casa y nos subimos en él.
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Enamorada de mi hermanastro
RomantizmCuento las horas, los minutos, los segundos, cuento el tiempo que falta para que podamos estar a solas, para que solo estemos él, yo y nuestro amor. No sé por qué, puede que siempre lo amase o tal vez fue por la ternura con la que me trataba o tal v...