Capítulo 47: Herradura

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—No pienso hacerlo –dije cruzándome de brazos.

—Sí lo harás, lo haremos juntos –me agarró por el mentón-. Yo seré el primero, ¿vale?

—Si quieres te acompaño a dentro, pero yo no pienso hacerlo.

—Ya veremos si lo haces o no –sonrió desabrochándose el cinturón de seguridad.

*Cuatro horas antes...*

—¿Love, Rosie? Que cursi –me contestó Raúl al acabar de contarle mi fin de semana.

—No fue cursi, fue precioso –cogí una patata del plato de mi amigo y me la llevé a la boca.

—¿Cuántas patatas vas a robarme?

—Tu vienes a zampar la comida de mi casa cada dos por tres, no te quejes.

—Vale, vale, entendido –le dio un mordisco a su bocadillo de lomo con pimientos y patatas fritas.

A diferencia de Daniel, Raúl tenía muy buena mano en la cocina. Cuando sus padres se separaron tuvo que aprender a cocinar para dar de comer a su hermana pequeña cuando su madre estaba trabajando. Aunque le reprochase constantemente el que viniese cada dos por tres a comer a mi casa, en realidad no tenía ningún derecho a hacerlo, pues yo también solía aprovecharme mucho de las cualidades culinarias de mi mejor amigo.

—Dame un trozo -señalé con el tenedor el exquisito bocadillo que tenía entre las manos.

—Tu ya tienes tu comida –se quejó.

—Sí, pero no es más que una simple ensalada –miré mi tupper lleno de lechuga y tomate.

—Creía que te gustaban las ensaladas.

—¡No seas malo! -lloriqueé.

—Deja de actuar como una niña, pensaba darte un trozo –le quitó un trozo a una de las esquinas y la dejo sobre mi ensalada.

—Gracias –le sonreí ampliamente.

Cogí un trozo de pan y me lo llevé a la boca al momento que la luz LED de mi móvil comenzaba a parpadear. Desbloqueé la pantalla y vi que me acababa de llegar un mensaje de Daniel.

Prepárate porque he preparado una nueva sorpresa para esta tarde. 13:08

¿Alguna pista? 13:09

 http://cs620428.vk.me/v620428921/2001/B10HEOgluoU.jpg 13:12

Abrí el enlace y una foto en blanco y negro apareció en la pantalla.

—¿Y eso? –preguntó Raúl mirando mi móvil.

—No lo sé, no sé qué significa.

*En la actualidad*

—¿Preparada? –me preguntó Daniel mientras el tatuador seguía haciendo su labor.

—Ya te he dicho que no voy a hacerlo.

—Ya veremos qué dices cuando veas el tatuaje acabado.

—Ya está –dijo el tatuador apartándose y dirigiéndose a un gran mueble de madera oscura para poner una nueva aguja a la pistola para hacer tatuajes.

El tatuador era un hombre delgado y alto, muy-muy alto, y sus pantalones negros y la camiseta sin magnas gris hacía que aun pareciese más alto. Tenía el pelo liso y bastante alborotado, como si se acabase de levantar de la siesta, hasta los hombros, y lo tenía de un precioso color cobrizo bastante intenso. Y entre el flequillo, que le llegaba casi hasta los ojos, destacaban dos ojos de un color esmeralda muy potente, tanto que me hizo preguntar si era posible que se hubiese puesto lentillas de colores; jamás había visto unos ojos como aquellos.

Enamorada de mi hermanastroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora