Capítulo 4: Estás preciosa

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Abrí el armario de mi habitación en busca de algo que ponerme para mi cita con Raúl.

< ¿Qué se pone una para tener una cita que seguramente no es una cita con su mejor amigo? >

Me decanté por un vestido no demasiado corto, hasta un poco más abajo del medio muslo, negro con pequeñas flores rojas.  Me puse unos botines negros y mi cazadora vaquera.

Me dejé el pelo suelto, cayendo por mi espalda como una larga cascada rubia e intenté hacerme un ahumado en los ojos, y cuando esto me salió mal, decidí ponerme solo rímel y raya, y colorete y pintalabios del mismo tono rosado. 

Mi reloj de muñeca marcaban las siete y tres minutos. Aun quedaba bastante hasta que Raúl viniese a buscarme, así que empecé a preparar mis cosas pero a la hora de abrir la cajonera donde tenía guardados los bolsos no encontré aquel que estaba buscando. Recorrí la habitación con la mirada pero ni rastro de él. 

Bajé al salón y vi que Daniel estaba sentado en uno de los sillones azules viendo un programa de risa en la televisión. 

-Daniel, ¿has visto mi bolso? -pregunté recorriendo el salón con la mirada. 

-¿Cuál de ellos? -dijo sin apartar la mirada de la pantalla

-El negro con tachuelas. 

-Tal vez esté colgado en el perchero de la entrada.

-Voy a ver. 

Fui a la entrada y miré en el perchero donde estaban colgados los abrigos. Efectivamente, mi bolso estaba colgado detrás de la cazadora negra de mi madre. Lo cogí y volví al salón con Daniel.

-Tenías razón -die sentándome en el sillón que había al lado del suyo- ¿Qué estás viendo?

-Nada -negó con la cabeza- Quería ver si daban algo inte... -se detuvo de golpe al girar la cabeza y verme. 

-¿Qué pasa?

-¿Vas a ir así vestida a la cita? -me miró arqueando una ceja. 

-Pues sí, ¿estoy mal? -miré el vestido. 

-No, mal no estás... 

-¿Entonces? 

-Nada -sacudió la cabeza- Estás preciosa -me sonrió. 

-Gracias -le devolví la sonrisa. 

Seguimos hablando de cosas triviales hasta que oímos el rugido de una moto. Me levanté del sillón y me acerqué a la ventana para ver que en efectiva, Raúl había aparcado su moto frente a nuestro garaje y venía hacia la puerta.

— ¿Cómo piensas ir en moto con vestido? -preguntó Daniel detrás de mí haciendo que diese un bote.
— ¡Dios! Eres tan silencioso como un gato. 

— ¿Cómo lo vas a hacer?

— Pues de la misma manera que monto en bici con vestido -dije caminando hacia la puerta; Daniel me siguió por detrás. 

— Las motos son peligrosas. 

— También lo son los coches siempre y cuando no sepas conducirlos. 

Llamaron al timbre de la puerta. 

-Voy a abrir -dije pero antes de agarrar el pomo de la puerta Daniel me detuvo agarrándome del brazo.

-Espera, ya abro yo, tu vete al baño a arreglarte el pelo. 

-¿El pelo? Mi pelo está bien -me miró por un segundo y acto seguido alborotó mi cabellera con sus manos- ¡Idiota! ¿Por qué has hecho eso?

-Ya no tienes el pelo bien, anda, vete a arreglártelo. 

-A veces te comportas como un idiota -le dije enojada.

-Tranquila, yo entretendré a tu amigo -dijo cruzándose de brazos. 

-Mucho ojo con lo que le dices Daniel. Es mi mejor amigo, como lo espantes, yo que tu comenzaría a dormir con un ojo abierto -lo amenacé apuntándolo con mi dedo índice para acto seguido dirigirme al baño para arreglarme el cáos que tenía en el pelo. 


Enamorada de mi hermanastroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora