—Angie Lowell O'Kelly — dijo mi nombre el director.
Mis padres me dedicaron una sonrisa y con nervios me acerque a que me entregaran mi diploma y estrecharle la mano a cada uno de los profesores que se encontraban allí. Luego me puse a un lado de Mary.
Poco a poco todos los alumnos fueron reuniéndose y yo solo espere ansiosa un solo nombre, quien era el último de todo el alumnado.
—Jackson Wang — le vi subir sin quitarme la mirada de encima.
De tan solo mirarle, me sentía rota en mil pedazos. Esta última semana fue complicada e intente por todos los medios volver a hablar con él de manera desesperada, me negaba a aceptar que me hizo lo que tanto miedo tenía que me ocurriera. Sin embargo, poco a poco la realidad cobraba sentido y me llevaba a ser realista, estoy profundamente enamorada de alguien que hace que me queme cada vez que me acerco un poco.
Soy una tonta por creer todo, una ingenua. Lo que daría por regresar el tiempo y acabar de buenas a primeras con esto.
Este año me sentí como una muñeca de trapo que se pasaba de mano en mano, sin que nadie le importe mis sentimientos. Me sentí usada y desechada.
En casa, todos los días seguía una rutina, me encerraba en mi dormitorio para llorar y darle vueltas a todo lo ocurrido mientras me repito lo idiota que fui.
— ¿Te encuentras bien? — Preguntó Dylan a mi lado.
Negué.
—No lo puedo soportar y no consigo superarlo — murmuré al borde de la desesperación.
Mordió su labio, su expresión era de nervios. ¿Qué sucederá con él?
—Angie, debo decirte algo importante que debes saber.
Todos se quitaron los birretes y los tiraron al aire.
Cuando acabamos, nos dejaron tiempo libre para socializar un poco y yo me sentí atraída por un lugar, aquella aula. Entre a ese lugar en el que había vivido tantas cosas. Cuando me senté junto a Jackson, el devaneo de Gabriel, las excusas de Mark, las miradas de Dylan y Liz. Empecé a sollozar sigilosamente, lo iba a echar mucho de menos.
Por instinto mire la mesa, nuestra mesa. Ese sitio donde había discutido, reído, hasta enamorado. Escuche un carraspeo.
—No, vete — dije.
—Tenemos que hablar — dijo con tono suave.
—No tenemos nada que hablar. Largo.
—Por favor.
Me di la vuelta, encarándole con la mirada.
— ¡Déjame de una maldita vez! ¡Deja de hacerme daño! ¡Deja de acercarte a mí para darme falsas esperanzas y tirarme a la basura a los dos segundos! — No dijo nada y mis lágrimas eran tantas que todo a mi alrededor comenzó a verse algo borroso, incluso él — ¿No te cansas de hacerme daño? ¿De verme sufrir? Por favor, basta.
Dylan entró y se colocó a un lado de Jackson.
—Angie, de esto quiero hablarte — murmuró.
Entrecerré los ojos mirándole.
— ¿Tú qué tienes que ver con esto? — Escupí.
Tomó un poco de aire, como si estuviera preparándose para una tormenta que se avecina.
—Sé que me vas a odiar por esto, pero fui yo quien le dijo a Jackson que fingiera que fuiste un simple polvo.
Mi sistema nervioso colapsó. Creo que me va a dar una baja de tensión.
—Deja de defenderlo — logré decir.
—Te defendí a ti. Recordé tus palabras, pidiendo que te defendiera y te protegiera y eso fue lo que hice. Pensé en el hecho de estar en una relación a distancia no te haría disfrutar tus años de universidad, así que le dije a Jackson eso para no hacerte daño, pero veo que todo resultó al contrario.
— ¡Te pedí que me protegieras de los buitres de tus amigos, no que controlarás mi vida ni tomarás decisiones que solo yo puedo tomar!
Agachó la cabeza cual niño arrepentido de lo que hizo y asintió.
Ya no puedo hablar. Asimilar este gire es mucho, uno tras otro y pareciera que nunca acaban. Ya se tornó frustrante.
—Los dejaré a solas, sé que tienen que hablar de muchas cosas.
Cerró la puerta, dejándome a solas con Jackson. El ambiente es incómodo después de toda esa escena.
—Sé que estás enfadada — murmuró.
— ¿¡Crees que no puedo tomar mis propias decisiones!?
—Por supuesto que sí. No ha sido fácil reprimir todos mis sentimientos por ti y verte sufrir de esa manera cuando lo único que quiero es hacerte lo más feliz que pueda.
—No me voy a echar a tus brazos como una idiota mientras te digo que eres mi príncipe azul — chasqueé.
—Y no quiero que lo hagas — se acercó un poco más a mí —. Te hice daño y no te voy a pedir que olvides todo de un día para otro, solo te pido que me permitas ser para ti lo que muero por ser.
—Esto no se arregla con dos palabras bonitas. Quizá mañana vuelves a hacerme sufrir, quizás estás fingiendo toda esta escena.
Tomó mi mano y la colocó en su mejilla ardiendo y luego la llevó a su pecho, sintiendo su corazón latiendo frenéticamente.
—Es lo que puedo darte como prueba — murmuró.
—Te irás a China — susurré casi en un suspiro.
—Unos kilómetros no me alejarán de ti.
Le abrace con todo mi ser, toda mi alma y en sus brazos me derretí por completo.
—Te quiero — me susurró al oído.
Permanecí quieta con el corazón en un puño y la respiración agitada. Escucharle decir tan simples palabras me afectan demasiado.
—También te quiero.
Me besó lenta y cariñosamente. Un beso verdadero, un beso lleno de amor. Envolví su cuello con mis brazos y los suyos rodearon mi cuerpo apretándome aún más en el suyo. Se apartó unos cuantos centímetros de mí y me sonrió mirándome a los ojos.
—La primera vez que te vi, pensé "esa virgen será mía", pero lo que no contemplaba es que al final yo sería tuyo — susurró con las mejillas ligeramente ruborizadas.
—Supongo que las cosas más maravillosas pasan de casualidad — le devolví la sonrisa.
Me dio un casto beso, tomó mi mano y regresamos a la celebración.
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Esa virgen es mía |Jackson Wang|
Roman pour AdolescentsAl empezar la secundaria, los chicos descubrieron algo fascinante en una clase de biología, esto es introducir cierta parte de su cuerpo en el nuestro. Descubrieron el placer y desde entonces les gusta introducir su símbolo de poderío y dominación e...