Capítulo 2.

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        Volvió a leer el mensaje por cuarta vez. ¿Cómo es que había conseguido su número? Las únicas personas que lo tenían fuera de su familia eran Cloë y Wested. Ni siquiera en su registro del colegio lo había anotado.

        Decidió que lo mejor sería ignorarlo, tal vez solo intentaba asustarla —con gran éxito—.

        Frunció el ceño a su celular, como si Athan pudiera verla desde ahí. ¿Y qué pasaba si no solo quería asustarla? Sintió que el corazón le martilleaba con fuerza contra pecho ante la idea de que él realmente estabía tratando de que ella se arrepienta de haberle contestado de tal manera en el corredor. ¿Sería capaz de hacerle daño?

        Su nombre gritado por su madre, la despertó de sus pensamientos de pánico. Dejó el celular en su cama y fue hasta la planta de abajo

        —Quiero que pruebes esto —dijo Chantal sosteniendo un pedazo de muffin en su mano.

        Opal rió ligeramente al ver que su madre sólo la había llamado para que dé la aprobación.

        Tomó la masa cocinada entre sus dedos y lo llevó a su boca. Sus papilas gustativas se derritieron ante el gusto dulce. 

        —Hmm —murmuró —... esta muy bueno.

        —¡Perfecto! —Chantal sonrió ampliamente — En cuarenta minuto estarán listos, entonces. 

        —¿Vendrán Yaiza y Eider? —preguntó distraídamente, intentando con todas sus fuerzas disimular la queja.

        —Si —giró la cabeza un momento para mirarla con ojos amenazadores —, y quiero que te comportes bien.

        —Él es el que me saca de quicio, mamá —Opal bufó.

        —Solo... intenta mantenerte cuerda hasta que se vaya. 

        La chica asintió a pesar de saber que su madre no la veía. ¡Que se comporte decía! Como si fuera tan fácil no perder la paciencia cuando ese chico se proponía a molestarla. 

        Una hora después, el timbre sonó. Opal quiso esconderse bajo la cama, o saltar por la ventana para escaparse de aquella tarde tan larga que la esperaba. Pero sabía que iba a ser imposible. Por lo que se quedó en la silla de su escritorio, terminando el ensayo de filosofía que debía entregar en la próxima semana. Escuchó las voces de las mejores amigas de su madre, hablando tan apresuradas que seguro que ni la propia Chantal podía entenderlas. Luego, se escuchó una voz mucho más grave. 

        —Buenas tarde, Chantal —dijo Eros. 

        —Hola, Eros, Opal se encuentra en su cuarto. 

        Luego de eso, escuchó las fuertes pisadas por las escaleras hasta que llegaron a la puerta de su habitación. Tocó —ya que Opal le había casi enterrado la cabeza en el WC por entrar sin tocar— y al no recibir respuesta, abrió la puerta. 

        —Dulce Opal —dijo Eros con voz divertida —, ¿te escondes de mi?

        —Eso me gustaría —gruñó la chica, cerrando su computadora y girandose para encontrarse cara a cara con él. 

        Opal retrocedió un paso al ver la altura de su «enemigo». A veces olvidaba que tan alto podía ser Eros. Fácilmente, le sacaba una cabeza, y su corpulatura lo hacía ver muchísimo más grande, aunque solo tenía unos meses más que Opal. 

        —¿Que cuentas, dulce Opal? —curoseó paseando la mirada por el cuarto, para luego terminar recostandose en la cama, ganándose una mirada de enojo por parte de la chica. La ignoró. 

The Guy of Tattoos© (Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora