Capítulo 11.

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Athan se fue media hora después de que aquella conversación terminara al decir eso. No habían intercambiado muchas palabras en todo ese tiempo, salvo cuando Athan se acercó a la ventana abierta, y miró sobre su hombro hacia Opal.

—Por cierto, te sienta el pijama —había dicho antes de pasar su cuerpo por el hueco e ir bajando por la enredadera de la pared.

Opal lo siguió con la mirada hasta que se perdió en la oscuridad de la noche, el único indicio que le indicó que él se había ido fue el sonido ronco de su moto al deslizarse por la calle.

Eran las tres de la madrugada cuando se adentró entre sus sábanas, pero no logró cerrar los ojos para nada más que pestañear casi una hora después. Era como si un torbellino amenazara con derribar toda cordura que quedaba en ella. En realidad, ese torbellino tenía un nombre, y era Athan. Opal no lograba entenderlo del todo, siquiera un cuarto de él. Dijo que su mundo era oscuro..., ¿a qué se refería con eso? ¿No solo eran las peleas ilegales las que estaban involucradas en su vida cotidiana? Todas esas preguntas desbordaban de la mente de la castaña hasta estar ilustrados en sus sueños. Peleas, sangre, ojos oscuros, frío, todo aquello hizo que de vueltas y vueltas, intentando despertar de algún modo.

Estaba cansada cuando su despertador sonó. Tenía ojeras bajo sus ojos, y le había costado levantarse más de lo que acostumbraba. Tomó un baño de agua tibia, y se vistió con lo clásico: vaqueros, jersey, pañuelo y chaqueta con unas zapatillas. Hizo de su pelo una cola de caballo y se maquilló sutilmente para poder tapar aquellas marcas que casi gritaban que no había dormido bien.

Bajó a desayunar, pero se encontró con un papel en la mesa de la cocina diciendo que su madre había tenido que ir a cuidar de último momento a los hijos de una mujer del vecindario, por lo que debía desayunar sola, ya que dudaba que Joey se despertara a esa hora. Se sirvió un poco de café en una taza y preparó unas tostadas con dulce en la isla de la cocina. Fue comiendo de a poco en silencio y mirando la pared, sin ánimos de pensar a esas horas de la mañana.

Ya cuando casi había terminado, el timbre sonó. Opal frunció el ceño, extrañada de que Cloë haya pasado por ella luego de no hacerlo por varios meses.

Fue hasta la puerta principal, y abrió casi saliéndose su mandíbula de lugar. Athan —algo magullado pero con un suave color morado y amarillento en el pómulo, y esos casi imperceptibles cortes— estaba apoyado contra el umbral con su típica chaqueta negra abierta y las manos metidas en los bolsillos.

—¿Qué haces aquí? —fue lo primero que logró decir Opal.

Una de las esquinas de los labios del chico de tatuajes se elevó.

—Buen día para tí también, niñata.

La chica entrecerró sus ojos, sin poder pensar en ningún motivo por el que Athan podía estar ahí.

—Lo siento, pero no estoy acostumbrada a que te aparezcas por mi casa..., dos veces en menos de doce horas —dijo cruzándose de brazos.

—Ya veo —soltó algo parecido como una pequeña risa -; vengo a llevarte.

—¿Al colegio? —Opal abrió los ojos ampliamente.

—O a cualquier otro lugar, pero estoy seguro que como niña buena no te saltarías un día escolar —levantó las cejas.

—¿Eso debo tomarlo como un insulto o halago?

—Tu decides.

Opal se mordió el interior de su mejilla.

—Espera a que me lave los dientes.

No más de decir eso, cerró la puerta casi en las narices de Athan, por lo que no pudo evitar una sonrisa satisfactoria se esconda en sus labios.

The Guy of Tattoos© (Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora