Capítulo 8.

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Anduvieron por lo menos una hora, metiéndose entre calle y calle. Cada minuto que pasaba, y la distancia que ponían de la seguridad de su casa se hacía más grande, Opal se iba retractando de su decisión. Había sido algo demasiado precipitado, demasiado riesgoso sin prestar atención a las consecuencias de su estupidez. Por el amor de todo lo santo, ella no lo conocía. ¿Y ahora estaba sentada en una moto con él yendo a un lugar totalmente desconocido? Se sorprendía cada vez más de su imprudencia.

-¿Estas bien? -preguntó Athan con voz alta, para escucharse por encima del ruido del motor y el viento.

-Sí -contestó ella con el ceño fruncido -, ¿por qué preguntas?

-Estás clavando tus uñas en mí.

Opal abrió los ojos ampliamente al darse cuenta que así era, aunque rápidamente le escocieron por el viento. Aflojó el agarre.

-Uh, lo siento -murmuró, pero tal vez no llegó a escucharla.

Unos minutos más tarde, el viento que chocaba contra su rostro comenzó a oler a sal marina, lo que supuso que estarían cerca del muelle. Eso no la tranquilizó mucho.

Pararon a un lado de una fábrica abandonada. No había luz aparte de las farolas de las calles, y todo estaba sumido en un inquietante silencio. Podía asegurar que no había nadie en varias manzanas a la redonda.

Tal vez sí la curiosidad mató al gato después de todo...

-¿Qué hacemos aquí, Athan? -preguntó mirándolo con el miedo poniéndole los pelos de punta.

Y el chico de tatuajes se habrá dado cuenta, porque dejó de mirar la moto y la miró a ella, con algo parecido a una sonrisa.

-Querías respuestas, ¿no?

-Ya no estoy del todo segura -tragó echando un vistazo a la fábrica abandonada. Tenía apariencia de que se caería en cualquier momento.

-Opal -lo miró con la poca luz que los iluminaba. Se acercó un paso -, no te ocurrirá nada. Lo prometo -dijo con voz neutra.

-¿Por qué debería confiar en tu palabra?

-Viniste hasta aquí -extendió una mano hacia ella -. Confía en mí, no dejaré que te pase nada.

Opal dudó por un segundo. No parecía que Athan la obligaría y eso ayudó a que una pizca de valentía corriera por ella.

Dejó su mano sobre la de él. Se sintió extraño, la calidez de la suya hizo que una corriente pasara por el cuerpo de Opal.

-No te separes de mí -ordenó con la voz fría a la que ya estaba acostumbrada, aún cuando casi no hizo presencia en los últimos días.

La arrastró hasta un callejón, donde una puerta oxidada y vieja se encontraba cerrada. Entraron por ahí y recorrieron un pasillo hasta unas escaleras que bajaban solamente iluminados por el celular de Athan. El lugar olía a moho, sal y polvo, y cada paso que daba, sentía que el lugar se caería bajo sus pies.

Bajaron muchos escalones hasta que escucharon algo aparte de sus pasos contra el cemento. Era un zumbido constante, algo que se hacía cada vez más fuerte con cada escalón que bajaban. Al terminar la escalera, pasaron por una puerta de madera vieja y sucia y luego por un pasillo angosto que casi tocaba los hombros de Athan. A unos metros vio que se filtraba luz por un hueco del tamaño de un ventanal.

-Llegas tarde, Athan -una voz masculina se escuchó al otro lado de la luz, donde las sombras lo ocultaban.

-Jode a otro -respondió el chico de tatuajes yendo hacia la voz.

The Guy of Tattoos© (Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora