16 - La invitación de Salvatori.

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Dieciséis.

Pasó casi un mes después de ese intento de beso en el parque de diversiones.

Ya en el internado, Keith quiso besarme otra vez pero nos interrumpieron de nuevo. Supongo que era el destino diciéndonos algo. Además, no es como que pasáramos tanto tiempo solos; a veces uno estaba en detención mientras que el otro tenía tareas y cosas por el estilo. Aún así, los pocos momentos que teníamos a solas, él se comportaba muy cariñoso conmigo y, aunque insinuara cosas como siempre, ya no me enojaba del todo.

Adler no volvió a mandarme mensajes ni a llamarme, pero como lo conocía, sabía que no había acabado ahí. Por otro lado, Jane y Liam todavía no eran novios, pero se celaban y se trataban como si lo fueran. El problema con ellos era que los dos se gustaban pero ninguno lo decía en voz alta. Travis y Clarisse seguían siendo amigos con derechos, y Preston y mi hermano habían peleado y llevaban sin hablarse una semana. Todo empezó porque Ellie le reclamó a mi hermano que se comía con la mirada a cualquiera que pasaba y él le contestó que ella también aprovechaba ver a los hombres y que no sé qué. Todos pensábamos que era una estupidez pelearse por eso, o al menos durar tanto tiempo sin hablarse, pero ninguno quería ceder.

También pasó que Travis, Keith, Liam y Salvatori se habían enterado de la existencia de Sirius. Fue imposible negarlo o esconderlo y hacerles creer que lo habían alucinado, ya que el perro estaba del tamaño de un grim normal - si existieran, claro -.

— ¿Ahora qué hacemos? —me había preguntó Jane.

Era sábado en la mañana, no teníamos tareas ni nada por hacer y estábamos sentadas en una banca afuera de nuestro edificio.

— Podríamos picarnos los ojos —sugerí y ella se rió.

— ¿Aburridas? —apareció Travis atrás de nosotras. Asentimos con la cabeza.

Nada más podíamos ver sus cabezas y me recordó a Spike y Dimitri de la película Familia del futuro, que solo se les veían las cabezas por encima de las macetas.

— Déjennos hacerles algo y no estarán aburridas —pidió Keith, a su lado, y se apresuró a sacar una cinta métrica al mismo tiempo que Schneider.

— ¿Nos van a ahorcar o algo por el estilo? —preguntó Jane—. No me vendría mal ahora que ya casi empiezan los exámenes.

— Queremos saber cuánto miden —respondió Keith.

— ¿Cómo por qué? —hablé, extrañada.

— Porque ambas están muy pequeñas —se burló Travis.

— O ustedes están muy altos —dijimos Jane y yo al unísono mientras nos poníamos de pie.

— Por favor, solo serán unos minutos —Keith puso cara de perro abandonado y estuve a dos segundos de decirle que sí.

— No, porque se burlarán de nosotras por nuestra estatura —replicó Jane un segundo antes de echarnos a correr.

Sanders y Schneider corrieron detrás de nosotras y decidimos meternos a Liverpool. Como no sabíamos a dónde más ir, corrimos por el pasillo que daba a nuestra habitación. Al entrar a ella se nos olvidó cerrar la puerta, y Keith y Travis entraron cuando Sirius se subió a mi cama y comenzó a mover la cola.

Ni contigo ni sin ti. [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora