Once.
El lunes estábamos en la cafetería en el receso cuando me acordé que no le había llamado a Alex Adler. Muy a mi pesar, salí del lugar y fui a sentarme bajo un árbol. Saqué el celular y le marqué a Alex.
— ¿Quién habla? —preguntó al tercer tono.
— Yo, Jamie.
— ¡Hasta que te dignas a hablarme!
— Sí, ya, supéralo. ¿Qué quieres? ¿Para qué me has llamado toda la semana?
— Solo quiero hablar contigo.
— ¿Sobre qué? —me estaba enojando. Este tipo no me había hablado en semanas y ahora quería hablarme como si nada.
— Sobre lo nuestro.
— ¿Lo nuestro? —repetí y me reí—. Alex, ya no hay nada entre nosotros.
— Por eso mismo. Todavía quiero que haya algo.
— Lástima que yo no. Te recuerdo que fuiste tú el que nos mandó a la mierda.
Lo recordaba perfecto. No me dolió tanto porque él era mi mejor amigo y duramos tan poco que no pude verlo como algo más, aunque sí me hirió que alguien tan cercano hubiera cambiado de un día para otro.
— Ya lo sé, pero...
— Escúchame —lo corté—. Una rica ensalada rusa me está esperando en mi mesa y en pocos minutos tengo clase de inglés, así que te hablo después.
Dicho eso colgué.
— ¿Con quién hablabas? —preguntó una grave voz a mis espaldas que hizo que me sobresaltara.
Volteé y vi a Keith recargado en el tronco del árbol. Se deslizó hasta quedar junto a mí. Fue hasta entonces que me di cuenta que su ojo izquierdo estaba morado, producto de haber recibido un golpe. Traía el cabello hecho un desastre, como siempre.
— ¿Qué te pasó? —me alarmé.
— Fue un tarado que me encontré ayer —se encogió de hombros—. Debiste ver cómo quedó él.
Aunque su cara reflejaba total seriedad, sabía que se trataba de una broma. Sonreí.
— ¿Estás seguro?
— Sí, Jamie, no le des más importancia. ¿Entonces se puede saber con quién hablabas?
— Pareces una vieja chismosa. Hablaba con Alex.
— Ah, va —¿para qué me preguntaba si me iba a dar el avión?—. ¿Hablaste con tu papá?
— Sí.
— ¿Le dijiste algo de nuestros celulares?
— Nada.
— Gracias.
Su gesto se torció ligeramente hacia un lado. Debido a las horas que había pasado con él podía saber que se trataba de un extraño intento de sonrisa.
— De nada, Sanders. Ahora, me iré porque me quedan escasos dos minutos para comer mi ensalada —me puse de pie y no pude evitar pasar mi mano por el revoltijo que tenía de cabello—. Cuídate ese ojo.
Volví a sonreírle y salí corriendo hacia el comedor. Estaba segura de que me miró hasta perderme de vista. Y no me equivocaba. Me paré en el umbral de la puerta de la cafetería, me giré para verlo y cuando nuestras miradas se encontraron, su boca se torció de nuevo.
***
Acabamos de cenar y decidí salir a caminar con mi hermano Jonathan. Por alguna razón que desconozco no lo había visto en varios días y eso me tenía confundida.
ESTÁS LEYENDO
Ni contigo ni sin ti. [Pausada]
RomansaKeith Sanders, el chico de los ojos rojos, es un libro cerrado, una persona intimidante que tiene un secreto que intriga a unos cuantos - o tal vez muchos - estudiantes de Yaxley. También es amable y caballeroso, pero solo con Jamie Quinn, la chica...