04 - Guerra de pintura.

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Me levanté y, como la buena persona que soy, ayudé a Keith a hacer lo mismo. Bien, admito que lo hice porque el director Lee nos estaba viendo, si es que veía algo con esos ojos tan pequeños. También le quité a Sanders un poco de pasto que tenía pegado a la cara.

Desfilamos tras el director que tenía un gran parecido a Jackie Chan. Varias personas se nos quedaban viendo, pero al parecer a Sanders no le importaba porque iba haciendo ruidos raros con la nariz durante casi todo el camino hasta que decidí silenciarlo con un codazo. Supongo que el insecto seguía ahí dentro.

— ¿Quieren decirme por qué rayos, la señorita Quinn estaba sobre el señor Sanders? —fue lo que preguntó en cuanto nos sentamos al otro lado del escritorio.

— Porque está un poco... desequilibrada —le respondió el tarado a mi lado, de modo que le di una patada en la espinilla.

— ¡El desequilibrado aquí, eres tú! —ataqué—. Me diste esta porquería de playera para...

— Ey, en primera es camisa, no playera. Y en segunda, no es porquería, me costó $mas de cincuenta dólares. Que no sepas diferenciar lo barato de lo caro no es mi problema.

— ¡Que tú no sepas comprar ropa linda tampoco es mi culpa!

Creo que Lee se dio cuenta que había sido una mala idea preguntarnos - o siquiera dejarnos hablar -, así que nos hizo callar dejando caer un gran libro en el escritorio. Keith y yo saltamos como perros chihuahuas.

— ¿No se dan cuenta que pudieron poner en riego su integridad física?

Eh, no.

— Sí —contestamos al unísono.

Keith hizo ademán de levantarse, pero el director lo fulminó con la mirada, y decidió quedarse en su lugar.

— ¿Creen que los dejaré ir así como así?

— Uhm, sí —esta vez solo habló Sanders, y no pude evitar rodar los ojos.

— Pues se equivoca —replicó Lee—. Ambos tendrán que... —se dio la vuelta y comenzó a hurgar entre el cochinero que tenía en su escritorio.

— ¿Por qué me pisaste? —me susurró Keith.

— Porque hablas más de lo que deberías.

— ... pintar el salón de artes —sentenció el director—. La profesora Grace ha tenido problemas al no encontrar unos pintores que no exijan tanto, así que le diré que ya conseguí unos gratis.

— ¿Eso no es explotación?

Keith me pisó porque, para mi sorpresa, yo había preguntado eso.

— Prácticamente está violando nuestros derechos como alumnos.

— Cállate, Quinn —dijo en voz baja.

— Es eso o detención por dos semanas, incluyendo sábados y domingos, y sin salir de Yaxley cuando el castigo acabe. Ustedes eligen.

Vaya, qué considerado.

— Definitivamente pintar el salón —se apresuró a responder Sanders—. Los fines de semana practico surf casi todo el día.

— Entonces ya está. La profesora Grace los verá en el salón a las 4:00 p.m. —Lee se colocó sus lentes y nos miró de mal modo—. Ya conocen la salida.

***

— Buenas tardes —saludé cuando entré al salón, completamente blanco, tan insípido.

Ni contigo ni sin ti. [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora