02 - Cambio.

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Mi hermana Jane no era muy cariñosa en muchos aspectos, incluido el tener que despertar a los demás. Si no te echaba agua o se subía en ti, te destapaba y luego te hacía aire con las cobijas, entre otras cosas. Por suerte esa mañana nada más me tocó ser despertada con un salvaje zangoloteo.

― Apresúrate, Jamie, nos quedamos dormidas ―abrí los ojos justo al momento que mi gemela abría las persianas. Gemí como vampiro cuando el sol me dio de lleno en la cara.

― Pero apenas cerré los ojos ―me quejé, hundiendo la cabeza en la almohada.

― Eso fue hace ocho horas ―esa había sido la voz de Ellie a lo lejos.

¿No les ha pasado que cierras los ojos un segundo y cuando los abres ya es de día? Pues así me sentía. Todavía no me acostumbraba al drástico cambio de horario, y estaba segura de que Jane tampoco, pero algo que ella odiaba era llegar tarde a cualquier lado.

Decidí que me bañaría en la tarde, así que me hice una cola de caballo, me lavé la cara y comencé a bailar como Shakira para ponerme los apretados jeans.

― Parece que no has dormido en tres días ―murmuró Clarisse, que estaba cepillándose el cabello.

― ¿En serio? Yo siento que no he dormido en una semana ―dije. Luego miré a Jane en busca de sus ojeras, pero no encontré nada―. ¿Por qué tú no tienes ojeras?

Como respuesta, Preston se sentó frente a mí y me maquilló con rapidez. No sabía qué me estaba haciendo, pero cuando me vi en el espejo parecía que me había quitado varios años de encima. Ni que estuviera tan vieja, pensé.

― ¡Eres... eres maga! Dios mío, gracias, Ellie ―le di un breve abrazo y seguí con lo mío.

Minutos después una impaciente Jane estaba lanzándome dagas con la mirada desde la puerta, como si eso me ayudara a encontrar el tenis que buscaba.

― Váyanse, ahorita las alcanzo.

― ¿Estás segura? ―preguntó Ellie al momento que mi hermana se echó a correr.

― Sí, sí.

Clarisse y Preston se fueron y yo seguía sin poder encontrar el maldito tenis. No podía creer que no lleváramos ni un día viviendo ahí y ya estuviera hecho un desorden. Cuando por fin lo vi debajo de la cama me lo puse lo más rápido que pude, tomé mi pequeña mochila y salí corriendo.

Crucé el campus corriendo como alma que lleva el diablo y no me detuve hasta que fui a dar de culo al suelo por haber chocado con alguien. Por suerte no me vi tan patética porque la otra persona también se cayó.

― Lo siento tanto ―me apresuré a decir mientras recogía mis cosas del piso.

― No te preocupes ―él tenía una voz grave y rasposa, como esa que tienes cuando te dan ataques de tos, sólo que esta sonaba natural y sexy―. También iba distraído.

De pronto me llegó un olor raro, una combinación entre loción de hombre y otro aroma que no supe identificar en ese momento, pero que estaba segura de haberlo percibido en un conciertos de The Killers.

Terminamos de recoger los papeles y el chico se levantó. Iba a hacer lo mismo pero vi su mano extendida hacia mí. Sin dudarlo la tomé y me puse de pie.

Así como su voz, el chico era bastante sensual. Era realmente atractivo. Cabello negro, cejas y labios finos y mandíbula cincelada. Tenía unas cuantas pecas por aquí y por allá, acompañadas de unas largas y envidiables pestañas. Lo que me llamó la atención fueron sus ojos. Eran pequeños y de un llamativo color miel.

Ni contigo ni sin ti. [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora