Ocho.
Keith
La fiesta de Travis estaba de lo mejor. Puede que estuviera un poco pasado de copas, pero había otros que ya estaban hasta las chanclas y no era ni media noche.
Fui a la cantina y tomé mi quinta cerveza, si mal no recordaba. Me puse a bailar con una chica muy bien dotada que tuve que rechazar cuando me pidió irnos a una habitación. Había tomado pero no tanto.
— ¿Las has visto? —le pregunté a Schneider cuando lo encontré.
— ¿A las gemelas?
— No, a las Spice Girls.
Travis puso los ojos en blanco.
— No, imbécil. Pero Clarisse se ve impresionante. Iré por ella —me dio una palmada en la espalda y se perdió en el mar de carne sudorosa.
— Vamos a jugar botella —un chico del equipo de basketball me jaló y nos fuimos a sentar en la suelo cerca de las escaleras.
Al rededor se sentaron Preston, las Quinn - Jamie se veía de maravilla -, Black, Cox, Blair, Carson y más personas que gracias al alcohol no reconocía.
— ¡Gírala! —gritó una Jamie borracha y un rubio giró la botella, que señaló a Preston y Blair—. ¡WOOO!
Ambos se levantaron y se besaron con todo y lengua, acompañados de nuestros gritos y aplausos.
Después de varios giros me tocó besar a Carson, a Black y a Cox, de piquito, claro. Se notaba que estaba bajo los efectos del alcohol, pues sobrio jamás lo hubiera hecho.
Las gemelas besaron a Preston, Cox, al del equipo que me invitó a sentarme y a Blair. Liam besó a Carson y otra vez a Preston.
Esperaba que nadie se acordara de esto mañana.
Minutos después perdí de vista a Jamie y la encontré de la peor forma: haciendo strip-tease encima del comedor de Travis. Si él la viera pasarían dos cosas. O la obligaba a bajarse o bailaba con ella. Me alegré de que no estuviera cerca.
— ¿Quieres decirme qué haces ahí? —le pregunté cuando llegué a la orilla de la mesa.
— ¿No es obvio? ¡Bailando! —se agachó y me dejó mucho que ver con ese escote. Por mucho que quisiera seguir viendo, le ordené que se bajara.
— Anda, sacaré de aquí.
— Está bien, patrón —se subió a mi espalda y así salí de la fiesta.
Afortunadamente mi casa estaba cerca de la de Travis.
— Espera. Cárgame como princesa.
La princesa se bajó y se puso enfrente de mí. Refunfuñé y coloqué uno de mis brazos en la parte de atrás de sus rodillas y el otro en su espalda.
— ¿A dónde vamos? —el hecho de que me hablara al oído me hizo estremecer.
— A mi casa.
— ¡Mejor vamos a Upendi! —gritó y me sobresalté, aparte de quedarme sordo momentáneamente—. En Upendi toda fruta dulce es —canturreó—. No hay mejor lugar, te cautivará! Canta conmigo Sanders —negué con la cabeza sonriendo—. ¡Y podrás enloquecer! En Upendi, tu no te debes preocupar...
Siguió cantando todo el santo camino. No cantaba mal, pero si concursaba en American Idol todos los jueces apretarían el tache.
Entramos a mi casa y prendí la luz antes que nada. Al no ver a nadie, Jamie hizo "sshhhh" mientas ponía su índice en sus rosados labios. Luego comenzó a reírse y volvió a callarse sola. Subimos hasta mi habitación y la dejé en la cama.
— ¿Ya te vas? —me preguntó cuando iba a salir.
— Aja.
— Quédate conmigo. No me puedo quedar sola aquí. ¿Qué tal si me secuestran? No, no.
Se siguió riendo mientras cerraba la puerta conmigo adentro. Me quité la playera y los jeans. No porque ella estuviera aquí iba a dejar de dormir como me gustaba.
Quinn se levantó y comenzó a bajarse el cierre del vestido.
— ¿Qué haces? —le pregunté.
— Te haré un striptease —tragué en seco—. Es broma, no dormiré así, es incómodo.
Era hermosa. Era delgada, sin embargo, tenía un buen cuerpo. Le di una playera que le quedó inmensa para quitarme cualquier tentación.
Nos metimos a las cobijas y nos quedamos a una distancia considerable.
— Estás muy guapo.
— ¿Tu crees? Dicen que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.
— Sip —se acercó y se subió encima de mí a horcajadas—. Quiero que me hagas tuya —susurró y me mordió el lóbulo de la oreja.
¿Qué rayos?
— Dejémoslo para otro día —la voz se me entrecortó.
— Uh, ¿qué tenemos aquí? —sus manos bajaron hasta la orilla de mi bóxer.
Me salí de la cama como resorte. Ya se me había bajado la borrachera y no pensaba hacerlo con ella cuando no estaba en sus cinco sentidos.
— ¡Keith! —gimió.
— Sshhh, vas a despertar a mi mamá.
—No me importa —arrastro las palabras—. Hagámoslo.
Dejó caer la cabeza en la almohada y cerró los ojos.
— Quiero ya ser el rey —cantó un poco más antes de quedarse dormida.
Regresé a mi lugar en la cama y la observé. Su cabello era de un rubio oscuro, sus cejas café claro y delgadas, su nariz era recta y sus labios rosas y ligeramente carnosos.
No es que tuviera un prototipo de chica perfecta, pero ella se acercaba bastante
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Ni contigo ni sin ti. [Pausada]
RomanceKeith Sanders, el chico de los ojos rojos, es un libro cerrado, una persona intimidante que tiene un secreto que intriga a unos cuantos - o tal vez muchos - estudiantes de Yaxley. También es amable y caballeroso, pero solo con Jamie Quinn, la chica...