Veinte.
Luego de diez - o tal vez veinte - minutos bajamos al jardín. Éste tenía en medio una alberca y estaba rodeada de pasto y unas cuantas flores. Había un par de camastros, una mesa con sombrilla, una parrilla que Salvatori intentaba prender, y al final había unas vallas de madera que marcaban el jardín de los vecinos. Malditos ricos.
Aaron y Jason estaban demostrándose su amor tirados en el pasto, Travis y Keith bebían cerveza mientras platicaban, Liam hablaba por teléfono y mi hermano jugaba con Sirius lanzándole una pelota de tenis.
En cuanto Travis vio a Clarisse se separó de Sanders y se metió a la casa, entonces supe que algo andaba mal entre ellos dos y que por eso mi amiga estaba rara. Me acerqué a Keith y lo abracé por detrás.
— Hola —dije, sonriendo.
— Hey —se dio la vuelta entre mis brazos para quedar de frente a frente. Su mirada bajó hasta mi bikini y me miró boquiabierto. No era para tanto; siempre había sido una chica delgada y de proporciones pequeñas, pero aún así me sonrojé ante la mirada de Keith—. Wow —me obligó a soltarlo para observarme mejor—. Te ves... eh... tu uhm...
— Cierra la boca. Te van a entrar moscas —le guiñé el ojo, me solté de su agarre y fui a acostarme al pasto entre Clarisse y Ellie.
Me coloqué los lentes de sol para poder disfrutar de la vista. Keith, que también se veía exageradamente guapo con ese ridículo traje de los Simpsons que le hacía un gran favor a su cuerpo, ahora ayudaba a Salvatori, enfundado en un traje negro, a prender la parrilla. Liam había terminado su llamada para hablar con Jane, y Jonathan y Travis no salían.
Iba a preguntarle algo a Ellie cuando escuché un leve hipido a mi lado izquierdo. Volteé y me encontré a Clarisse, que también usaba unos lentes de sol, pero no para observar discretamente a los chicos, sino para esconder las lágrimas que caían por sus mejillas.
— Andrews, ¿quieres acompañarme por una cerveza?
— No, estoy bien aquí —me dedicó la sonrisa más falsa que alguien podría esbozar.
Me sentí mal por ella; era una chica fuerte que no demostraba sus sentimientos - o tenía una manera muy particular de hacerlo -, y verla llorar me indicaba que había pasado algo muy malo.
— No lo creo —me puse de pie—. Anda, vamos.
Tiré de su mano y no la solté hasta llegar a mi habitación. La senté en la orilla de la cama y esperé a que hablara. Lo único que hacía era jugar con un sus dedos.
— ¿Y bien? —insistí.
— Travis... —un sollozo la interrumpió. Me senté a su lado y la abracé fuerte, sintiendo cómo me apretujaba por todos lados y mojaba mi hombro con sus lágrimas— ... es un idiota de primera.
— ¿Qué te hizo? —pregunté lentamente.
— Después del desayuno él me dijo que quería hablar conmigo —tomé un pañuelo y le quité las lágrimas—. Estaba nervioso y por un momento creí que me iba a pedir que fuera su novia —soltó una carcajada carente de humor—. Pero en vez de eso me dijo que todo había sido un error. Que lo perdonara por ilusionarme, pero que él solo me quería para sexo.
Y entonces rompió a llorar otra vez. Quería consolarla pero no sabía cómo. Por suerte me pidió que fuera por Aaron. Así que bajé corriendo las escaleras, divisé al rubio en la alberca y me acerqué corriendo. Me incliné mientras le gritaba.
— ¿Qué pasa, qué pasa? —se acercó nadando hacia mí—. Oye, puede que me gusten los penes, pero tampoco me tortures poniendo tus provocativas y pequeñas tetas enfrente de mí.
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Ni contigo ni sin ti. [Pausada]
RomanceKeith Sanders, el chico de los ojos rojos, es un libro cerrado, una persona intimidante que tiene un secreto que intriga a unos cuantos - o tal vez muchos - estudiantes de Yaxley. También es amable y caballeroso, pero solo con Jamie Quinn, la chica...