。*✧Al atardecer✧*。

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Destinations without destination
Parte 29
Al Atardecer.

Fue demasiado rápido. Su primer y último juego, fue tan rápido que no pudo quedarse más tiempo en la cancha y era tan frustrante. Había hecho una promesa, con ese tal rey de la cancha, pero sobre todo con él mismo. La próxima vez que se encontrarán, definitivamente le ganaría y él sería quién el último en quedarse. Sabía que aún le faltaba mucho para llegar a vencerlo, así que daría lo mejor de sí.

Eso seguía diciendo a sí mismo, aún así, necesitaba un tiempo. Era difícil asimilar el hecho de haber perdido de esa manera. Sus ojos aún se sentían irritados después de llorar, el atardecer acariciaba su rostro con sus colores cálidos y tranquilidad; el atardecer era algo que especialmente le gustaba, después de un día entero entrenando o jugando con Natsu, gustaba de sentarse a apreciar la puesta del sol, ¿por qué? Era un gran consuelo saber que otro día comenzaría pronto, un nuevo día lleno de más posibilidades y retos. Como hoy.

Cuando las lágrimas comenzaron a salir, el pelirrojo no tenía claro si aquella derrota había sido la única razón de ellas. Últimamente las cosas habían sido un tanto difíciles, su madre le decía que tenía que dejar un poco el voleibol para enfocarse un  más en sus calificaciones, que considerara otras escuelas además de Karasuno, Natsu últimamente hablaba mucho de un niño de su salón… ¡Si! ¡Lo de Natsu era un asunto muy serio!

Pero además de esas cosas, Kenma seguía sin hablarle.

¿Y si sus palabras ya no llegaban a él? Había leído que, si una vez que una parte dejaba a la otra y el lazo afectivo se volvía unilateral, era posible que aquella unión se cortara para la otra parte. Era un tema complicado que aún no entendía, pero sabía que pasaba mucho con aquellas almas destinadas cuya distancia era demasiada o nunca lograban encontrarse.

Kenma no estaba muy lejos, él ya había ido a Tokio antes, podía hacerlo las veces que fuera posible para verlo, podría arreglárselas. Tal vez se perdería una o quince veces, pero con el tiempo se acostumbraría.

Eso, si tan solo él quisiera hablarle o algo. Estaba agobiado por eso. Todas las noches mira su brazo a la espera de una respuesta y cada vez se cuestiona más si es que a Kenma aún le llegan sus palabras. Si aún no lo olvidaba. Ya habían pasado un par de meses. Izumi y Kouji no paraban de alentarlo y darle ánimos, diciendo que tal vez había una razón, que Kozume se preocupaba por él y debía haber algo que le obstaculizara el hablarle.

Incluso llegó a pedirle un consejo a Natsu. Pese a su edad, ella es muy sabia, las chicas tenían esa cualidad, o eso es lo que había notado con las pocas que había conocido. Las muchachas del club femenino también le habían dado ánimos al verlo decaído; es decir, ni siquiera les tuvo que decir que era lo que le afligía para que lo supieran.

Shouyou revuelve sus cabellos con fuerza. Necesita dejar de pensar y concentrarse en lo importante: Mejoraría en el voleibol, entraría a Karasuno, derrotaría al rey y llegaría al corazón de Kenma.

Probablemente no sería tan fácil como al enlistarlo. Pero Natsu una vez dijo que nada es fácil, si es que vale la pena. Aunque lo dijo por los rompecabezas más bonitos que había en la tienda, en esto  podría aplicarse. Quizá lo vio en las frases motivacionales del calendario. 

Así que hurga en su mochila, está bastante desordenada, pero no le toma mucho encontrar lo que busca. El bolígrafo de gel naranja brillante que Natsu le había regalado.

Y solo escribe. Hinata no es bueno con las palabras, al menos no se considera ningún buen escritor o mucho menos un poeta, su letra no era la más bonita, ni cuidaba mucho su prosa o gramática. Pero cuando eran palabras para Kenma, era distinto. No eran las más bellas o delicadas, sin embargo, salían de su corazón y eran las más sinceras que podría ofrecer.

Así que remanga su chaqueta y escribe sobre su piel.

«Cuando nos veamos, cobraré esos pases que me prometiste, Kenma»

(...)

Kozume lo lee una y otra vez, ya ha dado tres vueltas en su cama pero su mirada siempre se termina desviando a aquellas palabras. Así que en la última vuelta, decide mirar el techo. El techo era completamente blanco, los colores claros le traían paz, no sabría explicarlo, pero supone que para otros hay más variedad de colores tranquilizantes. Él no estaba acostumbrado a ver algo fuera de su gama, así que ese alarmante tono brillante de las letras le abrumaba.

Era tan bonito. No quería ni verlo otra vez. Se repetía mentalmente que solo se apurara a borrar eso o solamente bajar la manga de su camiseta. Si miraba demasiado, querría averiguar más de esta gama de colores.

No, se supone que la mejor opción era olvidarlo y así dejar de recibir aquellos mensajes. Cortar el lazo.

Sinceramente pensarlo se sentía aún peor de lo que sonaba. Las palabras de Morisuke le dieron en qué pensar, condenar a Shouyou a la incertidumbre de su rechazo era demasiado, ¿Debería hablar con él? No tenía suficiente valor para presentarle sus razones. Si Hinata es quien empieza a odiarlo por tener deseosos egoístas, no podía soportarlo. Él no quería hacer sufrir a su alma gemela, estar destinados no le da derecho a infligir ningún daño a la otra persona. Su madre era un claro ejemplo de que eso no terminaba bien.

No obstante, tenía que hacerlo. Tenía que terminar con esa conexión.

Pero, nunca podría hacerlo si no dejaba de pensar en él.

Aunque se distrajera en videojuegos, en la escuela o el club de Voleibol. Eran pensamientos tan espontáneos y comunes que era imposible evitarlos, cosas simples como sus acostumbrados saludos mañaneros o recuerdos de las anécdotas que le escribía. A veces le sorprendía darse cuenta de cómo se había acostumbrado a eso. Le tenía incluso algo de miedo.

Era más sencillos cuando se trataba de voleibol o algo más, era más fácil pensar en estrategias cuando tenías el claro objetivo de ganar o cumplir una meta, ¿Pero esto? Ni siquiera tenía idea de qué era lo correcto, lo mejor para ambos o si estaba tomando el rumbo equivocado.

Solo tenía conjeturas y sentimientos que no comprendía. Era como estar en una montaña rusa, y Kenma le tenía pavor a esos juegos mecánicos.

A veces se abrumaba por esos mismos pensamientos, y por otro lado, había ocasiones en que se desviaban tanto en cosas tan extrañas, por ejemplo, ¿Cómo se escucharía decir su nombre en voz alta? Siempre pensó que su nombre era bastante lindo.

Kozume rueda de nuevo sobre la cama, se esconde un poco entre sus brazos. Es algo vergonzoso, pero ahora está solo, así que nadie tiene que saberlo.

—Shou…

—¡Kenma! ¡¿No crees que hoy es un día excelente?! —la puerta de su habitación se abre de golpe y rebota contra la pared —, ¿Eh? ¿Por qué estás cubierto con tu manta? No hace frío aquí adentro, oh, tienes la cara roja, ¿te sientes mal?

Kenma realmente reconsidera los años que han sido amigos, para no correr a Kuroo por llegar en un momento tan oportuno.

—¿Qué quieres? —cuestiona saliendo de las sábanas, mirándole con un toque de recelo que Kuroo hace de menos. Aquella sonrisa hacía que Kozume tuviera escalofríos, no sería sano para los músculos de su cara.

—Nada, nada, solo que hoy es un día muy hermoso, ¿No crees?

Kenma suspira, sabe que su compañero quiere que le pregunte sobre el motivo de su felicidad y así desglosar muchas cosas que Kenma no tenía ganas de escuchar.

—¿Pasó algo durante tu castigo? —sabe que se va a arrepentir de esto.

—Bueno…

Si, con tan solo esa mirada siente que se empalaga demasiado, después de esto necesitará un poco de agua y videojuegos

※Destinations without destination※ 【KuroYaku/KenHina】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora