Capítulo 24

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- ______, ¿no te parece que no es lo mejor dormir el día de tu cumpleaños?- Escuché la voz de mi mamá sonar algo (no sabría si decir) molesta, pero sí fastidiosa. Como si no pudiera soportar el hecho de que el momento en que estaba festejando el hecho de que hubiera alcanzado un año más de vida lo pasara entre las sábanas aislándome del mundo. Pero que me estuviera regañando por eso solo significaba una cosa. Abrí mis ojos de golpe y la vi parada en el umbral de la puerta. Estaba como era ella. Estaba como cuando yo tenía trece años recién cumplidos. La miré una y otra vez. Ella solo se quedó estática intentando descifrar qué era lo que estaba pasando conmigo. -______, ¿te encuentras bien?-¿Que si me sentía bien? Me quité la manta y las sábanas de encima y salté a toda velocidad de la cama. Corrí intentando no tropezarme con los zapatos que descansaban en el suelo y me colgué alrededor de su cuello.

-¡Mamá!- Grité con fuerza en su oído. No la veía pero me imaginaba la mueca de dolor que había soltado por eso. Probablemente porque era mi cumpleaños no me regañó por eso también.

- ¿Qué bicho te ha picado?- Preguntó entre divertida y confundida. Solo negué con mi cabeza y la volví a mirar una vez más. Era ella. Era mi mamá. Yo tenía que ser yo. Me alejé y caminé hasta el espejo que estaba colgado en la pared de mi habitación. Me miré y sí, efectivamente era yo. Mi pelo indomable. Mis caderas algomás anchas. Mis enormes ojos azules listos para saltar de mi cara. Pero, de repente, me veía tan preciosa como cualquier modelo que pudiera estar en una revista. Y me veía preciosa porque sabía quién era. Y sabía que ese alguien que era estaba destinado a estar con una persona totalmente maravillosa, lo cual me confirmaba que para que eso sucediera yo también tenía que tener algo de maravilloso en mí.

- Tengo que hacer algo. En un rato vuelvo-. Le avisé mientras cogía el abrigo de mi armario y corría a toda velocidad escalera abajo. Me pareció escucharla gritar que tuviera cuidado, que me iba a pegar un buen golpe. Pero no la escuché. Y, por suerte, no tuve ningún problema en llegar a tierra firme sin romperme los dientes contra el escalón de abajo. Salí por la puerta de entrada y solo la solté detrás mío esperando a que se cerrara de un golpe. Caminé hasta la casa vecina. Caminé hasta esa casa que ahora podía ver con otros ojos. Esa casa que, de pronto, era mucho más que solo la casa de mi mejor amigo. Aunque probablemente fuera la casa de solamente mi mejor amigo por un tiempo. Y me parecía bien. Quería vivir todas esas cosas que me llevaran a que después fuéramos lo que sabía que íbamos a ser. Toqué el timbre varias veces. Me pareció escuchar a alguien rebuznar dentro de la casa, pero lo ignore y apreté una vez más. La puerta se abrió dejando al descubierto los ojos grandes de Maura Horan junto con su hermoso pelo rubio despeinado y su sonrisa siempre dispuesta a hacerte sentir mejor.

- Buenas noches, ______-. Saludó mientras se apartaba a un lado.

- Buenas noches, señora Horan-. Respondí enseguida. En ese entonces tenía la costumbre de llamarla así. Y tenía que mantenerlo de esa manera. No podía cambiar de un momento para otro a algo que no era. Aún. -¿Está Niall?- Pregunté. Ella asintió, pero estaba dudosa. Lo sabía. Se había enterado de lo que le había dicho. Se había enterado de la porquería de persona como la que había actuado.

- Está en su habitación. ¿Quieres pasar o prefieres que lo llame?- Lo pensé por un momento. Pero después acepté una cosa. Cada vez que una puerta nos mantenía alejados del resto del mundo nosotros funcionábamos bien. Nosotros solos nos metíamos en el camino que teníamos que seguir. Nosotros éramos nosotros.

Pide un deseo (Niall Horan y tú) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora