Capítulo 3

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De camino a la casa decidí sentarme en lo que parecía un bonito café. El día era cálido y soleado y el café tenía mesas fuera. Revisé mi bolso y encontré cincuenta dólares, lo cual alcanzaba y sobraba para un zumo exprimido o algún batido. Me quedé sentada, esperando que la camarera se acercara a atenderme. Cerré los ojos y disfruté del sol bañándome la cara. Amaba esa sensación.

- Ejem-. Escuché a alguien limpiarse la garganta al lado mío. Abrí los ojos y encontré a la chica morena de sonrisa simpática que me había mirado con completo desprecio en el aula. Ella era a quien quería encontrar para preguntarle o, mejor dicho, averiguar por qué causaba esa reacción en ella. Por alguna razón quería caerle bien. - ¿Qué te puedo traer?- Preguntó de mala gana.

- Un zumo de naranja y tostadas con mermelada de frambuesa-. Contesté enseguida. Después le di una cálida sonrisa mientras la vi alejarse. Me pareció ver como rodaba los ojos en un gesto de fastidio. ¿Cómo había conseguido caerle mal a tanta gente? Si bien en la primaria no tenía amigos... no caía mal, simplemente no sabían que existía.

- ______, hola-. Saludó una chica rubia. Okay... probablemente se había pasado tanto agua oxigenada para que le quedara así el pelo que no tenía una sola neurona viva.

- Hola-. Contesté tímidamente, mientras le daba una media sonrisa.

- Eh... quería preguntarte si... eh... podemos ir mis amigas y yo a la fiesta de los Omega-. ¿Por qué no le preguntas a los Omega? Eso me hubiera gustado responderle. Pero la chica parecía estar por morirse de un paro cardiorrespiratorio. Tampoco le podía decir que sí, porque no tenía ni idea de si podían asistir. Delegar... esa era la mejor opción.

- ¿Por qué no le preguntas a Hanna Marin?- Esa había sido una buena respuesta. - Ella es una chica rubia, de ojos azules, vive conmigo...

- Sé quién es Hanna, todos en la universidad lo saben-. Me interrumpió. Su tono seguía temblando.

- Ah, bueno, a ella, seguro que te va a saber decir mejor que yo.

- Sí... eh... está bien, gracias-. Se despidió un poco desilusionada. Claro, era obvio, Hanna les iba a decir que no. Yo podía que hubiera cambiado. Pero Hanna, ella no, seguía siendo la misma. Y si hubiéramos estado en la primaria y alguien le preguntaba a Alison algo semejante, y ésta la derivaba a Hanna, la respuesta hubiera sido no. Un total y rotundo no.

- Hey, espera-. Grité. Noté como frenó y giró. Después, dubitativamente comenzó a caminar hasta la mesa en la que estaba sentada. - Yo creo que no va a haber problema. Cualquier cosa, di que yo te dije a ti y a tus amigas que sí, que podíais ir-. La sonrisa enorme en el rostro que se le formó, esa fue la sensación de alegría más genuina que le había visto a alguien experimentar en mis cortos treces años de vida vividos y los siete saltados.

- Gracias, en serio, eres la mejor-. Después de eso se alejó rápidamente mientras sacaba el teléfono del bolsillo de su pantalón. Podía deducir que iba a llamar a sus amigas.

- Aquí tienes-. Me indicó la camarera depositando todo en la mesa con disgusto.

- ¿Te puedo hacer una pregunta?- No lo pude contener. La curiosidad me mataba. ¿Por qué me odiaba tanto?

- No es que te pueda decir que no, ______, aparentemente nadie puede-. Su respuesta salió inundada de sarcasmo. Ya sabía a lo que se refería. A Hanna nunca nadie le decía que no.

- ¿Por qué estás tan enfadada conmigo?- En su rostro apareció una sonrisa de incredulidad. Pensó un segundo, antes de tirar la libreta con el bolígrafo donde anotaba todos los pedidos sobre mi mesa, y después poner ambos brazos en jarra a sus lados.

Pide un deseo (Niall Horan y tú) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora