- Hey-. Saludó cuando los dos nos separamos para respirar.
- Hey-. Respondí sonriéndole. Él me devolvió la sonrisa. No estaba segura de que un solo gesto en este mundo pudiera hacerme tan feliz como cuando Niall me dedicaba una de sus sonrisas.
- Me alegra que vinieras-. Comentó mientras sus manos se posaban en mi cintura y me atraían contra él. Escondí mi rostro en el hueco de su cuello e inhalé su aroma.
- Me alegra haber venido-. Contesté enseguida mientras me alejaba para mirarlo a los ojos. -Pero me costó demasiado lograr salir de la casa de las Beta sin que surjan preguntas y más preguntas-. Dije con la voz animada. -Así que, ¿dónde están las fresas?, es lo menos que me merezco-. Dije como si intentara amenazarlo, cuando era lo último que se me podía ocurrir hacer. Le quería demasiado. Más de lo que él se podía imaginar.
- Empiezo a sentir que no vienes por mí, sino por ellas-. Bromeó mientras señalaba un bol enorme de fresas que había en su escritorio. Caminé hasta la silla que tenía delante y me acomodé ahí, dejándome caer con ganas.
- No empieces a sentirlo, siéntelo completamente, porque vengo por ellas-. Dije y le di una sonrisa traviesa. Como si él no supiera que la única razón por la que estaba ahí era por él. Por nadie más. Porque estábamos los dos solos y porque estábamos bien. Porque nos estábamos riendo y no gritando. Porque no solo estaba con el chico que me estaba volviendo completamente loca todos los días de mi vida, sino porque estaba con ese chico de la misma manera que siempre había sido. Como amigos. Como mi mejor amigo en todo el mundo. -Pásame mi bolso-. Pedí señalando el bolso que había dejado caer en la puerta para poder pasarle los brazos por detrás del cuello con comodidad. Él enseguida me lo extendió y entonces saqué la nata batida que había robado de la nevera de la casa de las Beta. -Te dije que sin esto no estabas pensando en mí-. Comenté mostrándole lo que había hurtado instantes antes de escaparme para ir ahí.
- Créeme, no necesito ni las fresas-, y se llevó una fresa a la boca mientras se quedaba parado al lado mío -ni la nata-, agregó tomando otra fruta y apretando el botón para que saliera nata de la lata y la ubicó con cuidado sobre la superficie roja, -para pensar en ti-. Y, entonces, me extendió la fresa. Abrí la boca y la mordí lo mejor que pude. Terminamos haciendo un desastre. Mi nariz terminó con nata, sus dedos también y en el suelo cayó un pedazo. Una vez que tragué me lo quedé mirando y los dos no pudimos evitar contener una risa.
- ¿Se supone que eso era sexy?- Pregunté aún riéndome. Cada vez crecía una carcajada más grande que sabía que inevitablemente terminaba en el sonido de un cerdito con mi nariz.
- En las películas siempre sale bien. Y el chico se lleva a la chica a la cama-. Contestó sentándose en el suelo al lado de la silla en la que estaba yo. El sonido de su risa era melodioso y contagioso. Era dulce y era el sonido más condenadamente bello que había escuchado en mi vida.
- ¿Quieres meterte en mis pantalones, Horan? ¿Ese es tu objetivo final?- Pregunté fingiendo estar indignada mientras que, en realidad, aún le seguía sonriendo.
- Claro que no es mi objetivo final-, aseguró - pero estaría muy muy bien si terminara pasando-. Con la punta de mi pie le pegué en el hombro. Sus ojos azules se posaron en mí. Ese día las piscinas de sus ojos estaban más claras y más profundas. Como si estuviera más abierto. Y más relajado.
- Si seguimos con todo el rollo de las películas ahora tendría que hacer un comentario inteligente y seductor que te dejaría tragando con dificultad-. Comenté poniéndome de pie. -Pero como esto no es una película te voy a decir "carpe diem", Horan-. Esa era la realidad. Y más en una relación como la nuestra, que pendía de un hilo increíblemente fino, hasta que empezáramos a tener plena confianza en el otro. O, bueno, hasta que él empezara a tener confianza en mí. Yo confiaba en él. Lo único que a veces me preocupaba de su persona era no saber si iba a estar al minuto siguiente o si iba a cambiar de idea e iba a volver a enfrascarse en sí mismo y me iba a echar de su vida.
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Pide un deseo (Niall Horan y tú) TERMINADA
Hayran Kurgu¿Puede, una vela de cumpleaños, cambiar tu vida por completo? ESTA NOVELA NO ES MÍA, ES UNA ADAPTACIÓN DE LA NOVELA "VIENNA" DE UNA CHICA ARGENTINA LLAMADA LUCILLE.