Capítulo 18

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Hay dos tipos diferentes de amor. El amor hacia la familia, los amigos. Y después está el amor de estar enamorada. Ese que se siente por una sola persona. Esa persona que con mirarte a los ojos es capaz de descubrir cada una de tus emociones y de explicarlas con escalofriante detalle. Ese amor que te hace tan feliz que literalmente no sabes qué hacer contigo mismo. Estás tan feliz que sientes que vas a explotar. Es terrorífico. Estás tan increíblemente abierto y vulnerable que todo te puede dañar, pero a la vez te sientes la persona más fuerte de todo el mundo. Causa las dos cosas, terror y fascinación.

Amar... es lo que las personas hacen durante toda su vida. Ya sea intentando amar, encontrando a alguien para hacerlo, riéndose de ello o disfrutándolo. Saboreándolo en cada una de todas sus expresiones. El amor es algo tan grande como decir que es lo único que es capaz de unir a todos los hombres sin dejar a ninguno fuera. Porque somos eso... pequeñas máquinas de amar. Microunidades que tienen como objetivo máximo amar. Nada más.

Caminé por la plaza hasta el centro de ésta. Quería esconderme entre los árboles. Quería pasar a formar parte del entorno. No camuflarme, realmente pertenecer a éste. Como cualquier árbol, cualquier flor. Quería irme del mundo, quería que los demás me vieran pero no me notaran. Escuché como en la avenida que pasaba por una de las cuatro calles que rodeaban la plaza había dos personas discutiendo en una guerra de bocinazos. Escuche como un pájaro cantaba solitario en alguno de todos los robles que me estaban rodeando. Incluso escuché el susurro de una pareja que estaba sentada en algún lugar cerca, pero que, al estar todo completamente oscuro, no podía divisar.

Vislumbré un banco cerca y caminé hasta este. Lleve mis piernas contra mi pecho y apoyé mi mentón sobre mis rodillas. Me quedé ahí, en silencio, disfrutando el hecho de percibir a los demás, a lo que me rodeaba y no acordarme de mi misma. No podía pensar en mi misma. Levanté la vista al cielo estrellado y noté como esa noche la luna estaba llena. No es que me hubiera sorprendido. Todas las cosas terribles que pasaban en mi vida sucedían una noche de luna llena. No estoy segura si estoy loca o si simplemente quiero justificar mi repetitivo y casi exasperante comportamiento, definido por varias personas como "descuidado y egoísta". Es simplemente astrología. Si las personas estamos hechas de un setenta por ciento de agua, y la luna cambia las mareas. ¿Qué nos hace pensar que no nos va a afectar a nosotros? Somos como pequeñas fuentes. Nos tiene que afectar. Y, por alguna razón, a mí me afectaba más. O tal vez yo solo prestaba más atención y era capaz de vislumbrar el hecho de que la luna llena era mi completa perdición.

Todo había empezado una noche de luna llena. Desde ese entonces todo había caído en picado. A pesar de que por momentos parecía que las cosas mejoraban. Empezó por un estúpido deseo de cambiar mi realidad. De cambiar quien era. Continuó con el hecho de encontrarme sola. Y se volvió aun peor cuando no supe decidir. O tal vez sí supe decidir, y mi elección fue no tomar ninguna de las dos opciones. No lo sabía. Para ese entonces ya no tenía ni idea. De nada.

- ______-. Escuché su voz detrás de mí en la plaza. Hubiera deseado que no me encontrara. Seguí con los ojos concentrados en la luna, esperando a que hablara él. Sabía que tenía muchas cosas que decirme. -¿Por qué lo hiciste?- esa era una buena pregunta.

- No lo sé-. Contesté sin mirarlo. Noté como dio varios pasos más hacia mí y, de pronto, su pelo oscuro apareció en mi visión periférica. Así que solo cerré los ojos notando como la luz de la luna aún conseguía atravesar mis párpados. Así que los cerré aún más fuerte. Y mis manos se volvieron dos puños apretados y llenos de rabia.

- Después de todo lo que pasamos... no esperaba que hicieras lo que hiciste-. Su tono era áspero. Molesto. No, aún más: furioso. Pero, por sobre todas las cosas, decepcionado. Había cometido un error. Uno muy grande. Lo sabía. Pero ya no lo podía cambiar. Tampoco podía enfrentarlo. Ni siquiera sabía qué se suponía que tenía que hacer. Yo no pertenecía ahí. No tendría que haber cambiado mi realidad, porque no estaba lista para lo que tenía que enfrentar. Si pudiera volver a pedir un deseo, desearía que todo fuera como antes. Pero eso no servía. Y yo seguía siendo una mala persona. Y él seguía lastimado.

Pide un deseo (Niall Horan y tú) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora