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"alex.el.sexy.ángel.guardian@hotmailsito.com".

~❜•❛•❜~


G i g i.

No puedo creer que vaya a hacerlo. Que esté caminando hacia esa cafetería de la cual siempre tomábamos café los cuatro —los dos mal nacidos, la embarazada y yo merengues—, pareciese que hubiese sido ayer, como si nada pasó. Como si aquel día en la terraza no se hubiera implantado esa inquietud en nosotras. ¿Podría confiar en ella nuevamente? Creo que sí. Sé que Alex está cabreado porque me arriesgué a hablar con Ellie, no le veo lo malo al asunto, sinceramente, le estoy dando la oportunidad de explicarse. Y Alex y Lee parecían tan crudos al respecto que me pinchaba en decepción.

Ellos... no eran así.

Y AHORA MI ESCLAVO NO ME QUIERE HABLAR.

Y ahora cómo hago para que se le pase. ¿Le bailo en tanga o cómo?

Creo que esa es su fantasía.

Recuerdo cuando me dijo: "si no llega tu Lover, no te dejaré morir virgen".

Puta, qué ofertón.

Es una lástima, porque ahora tengo a Joss.

Qué dije.

Mood: serio.

No debo pensar en esas cosas justo ahora.

Cuando llego a la puerta de la cafetería, tomo una inspiración profunda, pensando en el qué diré. Para empezar, y ahora que lo medito, ¿por qué necesito hablar con ella? Es decir, dejó muy en claro sus sentimientos hacia Lee y, por consiguiente, a mí. Tal vez Alex tenía razón, tal vez no era necesario. ¿Estaba exagerando?, ¿debía dejarlo pasar?

No, hay que enterarse del chisme completo. ¡Está embarazada! Ese bebé puede ser de Lee.

—Ese bebé puede ser de Lee —murmuré a la nada.

—Lee esta preñado —dijo alguien a espaldas de mí.

Pero qué... giré pare ver quién era el autor de aquello.

Bufé.

Shuuuuuu —le hice una seña con la mano—. Hoy no tengo money. Acabo de ser robada.

Era Oscarcito, un niño que siempre venía a este lugar a pedir —robar— dinero a los demás. No sé de dónde es, o quiénes son sus padres. Pero Alex y Lee siempre le compraban comida por si no había ingerido algo. Pero, para mí el niño era engañoso. No confío en nadie.

Entorné los ojos. No debe tener más de diez.

—¿Lee será papá? —cuestiona con asombro exagerado—. Y yo que pensé que era homosexual.

Insisto, qué le dan de comer a estos niños hoy en día para que sean así de altaneros e irrespetuosos.

—Oscarcito, ve a casa, lloverá.

—No, estoy esperando a alguien.

—¡Aja! ¡Si tienes hogar! —lo atrapé.

Él me sacó la lengua.

—Nunca dije que estuviera solo, mocosa.

—Tú eres el mocoso, mocoso —lo regañé—. Si sabes que engañar a las personas es malo, ¿no? Embaucaste a mis inocentes amigos.

Lover ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora