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¿Es legal cortarle el dedo a alguien?

~❜•❛•❜~

G i g i.

Los labios de Joss se movieron suavemente sobre los míos, barriéndolos con ferviente anhelo, como si lo hubiese esperado por mucho tiempo. El desgraciado sabía besar.

Pero trankis, que no duró ni veinte segundos.

Sé que todos quieren saber mi reacción, ¡dejen el chisme!

Bueno, bueno, okey, los entiendo. A mí también me gusta el salseo, pero qué creen... no me gusta cuando me ocurre a mí, je. Porque entonces resulta incómodo. Y muy desesperante. En mi caso, actúo abruptamente, soy muy impulsiva, como se habrán dado cuenta. Así que... cuando sentí los suaves labios de Joss sobre los míos y me di cuenta que no tenía intenciones de apartarse, mi forma de actuar —más lógica, obvio— fue...

¡Pum! Puñetazo en la nariz.

Hashtag: nadie me besa.

El abusivo soltó un protuberante gruñido que hasta a mí me hinco en los huesos. Es que... le salió con ganitas.

—¡¿Pero qué putas?! —se quejó sosteniendo su tabique.

Me eché hacia atrás sorprendida de como brotaba sangre de su nariz perfecta. Me llevé una mano a la boca, conmovida. Ejercí mucha fuerza, no medí mis actos.

Ups.

—No... ¡No me vuelvas a besar! —refuté asustada de pronto. Joss me daba la impresión de ser ese tipo de chicos excesivamente agresivos que actuaba como un gorila cuando se enfadaba.

Se encorvó hacia adelante, ocultando su rostro entre sus rodillas. El chofer que manejaba se dio cuenta de lo que pasaba, detuvo el auto mientras rápidamente buscaba en la guantera un pañuelo y se lo tendió en silencio. Me chequeó por un segundo pero luego volvió a su antigua postura. Había... algo de abochorno en sus ojos.

¿QUÉ?

¿No me regañaría?

De repente sentí un jalón en mi cabello que hizo que mi cabeza diera de bruces con el respaldar del asiento. El aliento de Joss acariciaba como terciopelo mi cuello. Su mano sosteniendo mi mandíbula para que lo mirara directamente a sus ojos café claros. Entorné los ojos, sin comprender.

Uy, quieto.

La sangre se le escurría por los orificios nasales y el pañuelo lo había dejado a un lado.

—Sebastián, sal de auto —ordenó al chofer sin dejar de verme. Parecía que la venita en su sien estaba a punto de explotarle.

El señor acató su mandado y me alarmé cuando cerró la puerta de un solo golpe y comenzó alejarse del auto.

Una vez que tomé aire para poder respirar con normalidad, Joss se apartó con delicadeza, dejándome mi espacio. Acomodó mi cabello como si hubiera hecho algo insolente y después volvió a tomar el pañuelo que reposaba lambido en el asiento. Me arrastré hasta quedar al otro extremo del auto.

Joss es raro.

Suspiró.

—Golpeas bien duro —musitó con simpleza. Se limpió la sangre. De un momento a otro, hubo un silencio asfixiante. Mi corazón estaba acelerado.

No sé por qué, pero creí que me agarraría a putazos. Supongo que no es tan energúmeno como creí. Pero, es que cuando agarró mi cabello de esa forma y le ordenó al chofer bajar, me dije: hasta aquí.

Lover ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora