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Él es desesperante y ella... ella está durmiendo en su cama.

~❜•❛•❜~

G i g i.

¿Y ahora qué hago?

Me lo veía venir la verdad, porque es que las desgracias me persiguen como a un imán. Atraigo lo negativo. Es inevitable. Ya me he resignado a suplicar cosas buenas. Al parecer tengo una maldición.

Joss Thorner es un arisco que lo único que quiere es...

Esperen, esperen. Casi se me olvida ese pequeño detalle, je. Aún no les he contado esa parte de la historia.

Para que puedan entender lo que les diré luego, primero tenemos que viajar al pasado.

Ese momento justo en donde desperté en su cama sin saber dónde estaba.

Porque ese fue el inicio de mis tragedias.

~🌹•🌹•🌹~

Narración: Gigi ingenua del pasado.

—¿Cómo que no te puedes comunicar con sus padre? —refutó una voz molesta—. Es que crees que solo te pago para espantar moscas. Hazlo, maldita sea.

Hace cinco minutos que había despertado de mi ensueño. Y les seré sincera; no recuerdo ni mi apellido. De lo único que soy consciente es que tengo un terrible dolor de cabeza y me duele la nuca como si me la hubieran roto con un bate múltiples veces. Desperté en una cama tan suave como un algodón y no como la mía, que en vez de ser cómoda parece de concreto, si, de esas en donde se les entumece la espalda a los que están en la cárcel. Me removí incomoda. También noté que esta no era mi casa, claramente.

Me tomó alrededor de seis segundos, exactamente, para analizar lo que ocurría.

Me han raptado.

¿Probabilidades?

Tengo una, el tipo que pretendía robarme el teléfono.

Si mi teoría era cierta, eso significaba que el chico que estaba en el auto me dejó en manos del malicioso que quería hacerme daño. Me refiero al joven que se encontraba en semejante auto lujoso, el que dije que era Joss Thorne porque desde mi perímetro así se enfocó. Pero ahora no estaba muy segura.

Y por supuesto que estaba atemorizada. Es decir, hello, literalmente me han secuestrado.

¿Por qué? Se preguntaran.

Sencillo; el hombre que habla parece más cabreado que un toro... o mi hermana Melissa. Además, a cada segundo está atendiendo el teléfono y soltando comentarios como: "Diles que tenemos a su hija" o el más frecuente "¡Que la vengan a buscar, joder! Soy impaciente. Estoy al borde de lanzarla por la ventana".

Casi muero con eso último.

Prácticamente yo misma me quería lanzar por una ventana, si es que había una cerca, claro. Pero no era el caso.

No sabía qué zanahorias hacer.

Me encontraba en una habitación a oscuras, yo yacía en una cama. No estaba amarrada ni colgada del techo, no. Mi imaginación a veces vuela bastante, dejándome en esa atmósfera extraña. A todos les pasa, ¿verdad? En fin, solo estaba bien acobijada, como un bebé oso con su mamá oso. Incluso era cómodo, hasta una buena siestecita podía darme. Sin embargo, los gritos de mi secuestrador escupiendo maldiciones y refunfuños no dejaban que se cumpliera mi cometido.

Mi plan —que por cierto lo maquiné en un minuto, me amé por eso. Normalmente soy bien lenta— consistía en seguir haciéndome la dormida, luego esperar a estar a solas y... salir de ahí. Sencillo y complicado, que contradictorio sonó eso. Sencillo porque era fácil pararse de la cama, je, je y difícil porque... no sé dónde estaba. No sabía cómo lo haría, no me importaría tomar una silla y lanzárselos por la cabeza. Presentía que allí había más de uno.

Lover ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora