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Hazte la loca, ahí viene Joss Thorner. ¡Disimula!

~❜•❛•❜~

G i g i.

Tomó todo de mí no lanzarle un zapato a Alex cuando llegué a mi rancho. El muy desgraciado me había mentido, si, leyeron bien, mi mejor amigo me había mentido. Por supuesto que Joss no había regresado de Alemania, ni siquiera se comunicaba conmigo, mucho menos se le hacía mención en las noticias más que estaba dando lo mejor de él en dicho país. Con conciertos y eventos importantes, ya saben, cosas de famosos. Oh, y que se le vio muy contento con su familia en un restaurante lujoso y una modelo canadiense cuyo nombre ni recuerdo. Pero que parecía Dora la Exploradora operada, con botox y cabello tan largo como mis deudas. Dios.

Bueno, para qué mentir, realmente se hablaba bastante en las noticias sobre Josefito.

Los medios amarillistas —y los no tan amarillistas— aseguran que esa mujer era la novia de Joss antes de que su Lover —o sea yo, Gigi Diosa Larsson— apareciese.

No sabía si comerme el cuento o no. Al fin y al cabo eran chismes, yo sabía de eso, pues... je, yo también los difundía en mis tiempos —todavía estoy en esos tiempos, pero no tan frecuente porque qué flojera—. Y ahora ya no me divierte sabiendo que me involucra. Yo, quiero creer que no es cierto. Sin embargo, la incertidumbre quema más que saber la certeza de aquello. Así que a llorar.

Llegando a mi habitación y lancé a Barney por la ventana.

Tenía tantos peluches en mi habitación, que incluso hoy, solo por hoy, sería capaz de quemarlos todos. Otra vez mi humor se estaba descontrolando y le echaba la culpa al hilo. Agh.

Estaba irritada básicamente por el engaño estúpido del estúpido de Alex.

Y Joss. Por no hacer acto de presencia realmente. O por lo menos no como yo quería.

Y ni siquiera sabía por qué me frustraba.

No era importante.

¡Joss no importa!

Lo odiaba antes, ¿por qué extrañarlo ahora?

Tocan la puerta.

—Okey, me pasé —Ese había sido el mentiroso. No le hablaré, por infantil—. Lo siento. Cuando venias caminando apresuradamente empecé arrepentirme. Y estaba pensando en si existe la posibilidad de viajar a Alemania en diez minutos y traerlo. Pero nop, because i need money.

No contesté. En serio que quería lanzarle un zapato y reventarle la nariz.

Como a Joss.

¡No pienses en el secuestrador!

Fuchala, no quiero mentirosos aquí —digo—. Mis peluches te están mirando feo, por cierto. Sobre todo Hello Kitty. Esa bicha es diabólica, cuidado.

Se estremeció.

—Bajé a buscarte a Barney —Me lo muestra, alzándolo, en ofrenda de paz—. Dice que ya no te acompañará de noche. Heriste su felposo corazón.

—No ayudas.

—Lenteja, solo quería hacerte enfurruñar un rato. Una pequeña... ¿vengancita?

—Anda y búscate una cuchara y habla con ella —repliqué. Miré a uno de mis peluches, ese que reposaba siempre en la silla de mi escritorio—. Dile que no hablo con bobos.

Lover ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora