Trece

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Los domingos eran el único día donde se permitía ser floja. Dormía hasta pasar el mediodía, no se ponía sujetador y comía en su cama mientras leía libros sin razón o películas malas de fondo. Los sábados eran su tiempo madre-hija, los domingos eran el día exclusivo para Simone.

O lo era hasta hace una semana, pues Apollo quería algo de tiempo a solas para conocerse, así que los domingos pasaron de ser el día de Simone al día de tiempo padre-hija innecesario.

No veía el punto de formar una relación a esas alturas. Ya había sido criada, los momentos de más tensión en su desarrollo habían pasado y tuvo un excelente padre que le dio todo lo que podía necesitar de una figura paterna. Al final solo resultaba ser una pérdida de tiempo valioso.

Apollo fue a buscarla al mediodía del domingo, llevando un ramo de rosas blancas para ella. Su mamá no lo dejó pasar a la casa, así que la esperó mientras las colocaba en agua.

—Que curioso, rosas blancas— comentó su mamá.

—¿Por qué?

—En el lenguaje de flores, simbolizan el deseo de mejorar una relación. Un símbolo para un "nuevo comienzo", si te resulta más sencillo.

No quería un nuevo comienzo. Le gustaba la relación que tenían antes de arrojar la bomba de la paternidad. Apollo ya tenía una hija pequeña en pleno desarrollo crítico, debería enfocarse más en ella, no en la hija que ya estaba crecida. Deseaba volver a ser su alumna y él su doctor en jefe.

Le abrió la puerta del copiloto y subió. Pero no estaban solos.

—Hola, doctora princesa— la saludó Phoebe.

—Hola— devolvió el saludo, y luego miró a la mitad del ADN de ambas.

—Lo siento. Insistió en venir— le explicó en voz baja. —Cuando dije que iba a reunirme contigo, saltó diciendo que quería verte. Eres su heroína.

Solo había hecho su trabajo, fuera o no su media hermana. No necesitaba un premio Nobel solo por haber hecho lo que debía hacer para ayudar a una niña con alergias.

—¿Lo sabe?— preguntó en voz baja.

—No, cree que estamos en una "cita de juegos"— dijo Apollo, arrancando el auto. —Y bien, ¿A dónde quieres ir? Solo dilo y nos vamos.

Ya era bastante incómodo tener una "cita" con su jefe, y estando la hija de este solo aumentaba la situación a mil en peor. Sentía que iban a hacerle preguntas y no quería hablar, quería que el día terminara y poder olvidar todo eso. Un sitio donde no fuera necesario hablar entre todos.

—Quiero ir al cine— dijo.

—Entendido— asintió Apollo.

Por seguridad, fueron a un cine apartado a las afueras de la ciudad. Realmente no le gustaban mucho las películas, así que le daba lo mismo lo que fueran a ver. Como llevaban a una niña, no podía ser con restricciones de edad, así que buscaron una cartelera de películas infantiles.

—¡Panda!— exclamó Phoebe, señalando una cartelera.

No había visto las dos primeras películas de Kung Fu Panda, pero no le importaba. Con suerte iba a durar más de dos horas, el tiempo justo para salir del cine e irse directo a casa. Mientras Apollo compraba los boletos, Simone fue con Phoebe a comprar dulces para la función.

Escogió lo usual: palomitas, un par de bebidas y golosinas (sin maní). Phoebe quiso pagar, así que le pasó el dinero exacto y la levantó de las axilas para acercarla a la registradora.

Bailando Bajo la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora