Seis

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Recordaba perfectamente la última vez que habló con su padre. Estaba en la cama, con la piel sobre los huesos y sin colores, como una masa escuálida de carne que luchaba por respirar. Su mamá no quiso que lo viera en ese estado, pero ella insistió en verlo aunque fuera una vez.

Usa tu cerebro para el bien, mi querida niña— le había dicho, sujetando su mano con la fuerza de un roce. —Hagas lo que decidas hacer, sé que me harás muy orgulloso.

Tres años después, estaba en las puertas de Harvard para ser doctora. No lo decidió por el dinero, ni por el prestigio ni para ser famosa. Quiso hacerlo para ayudar a las personas como su padre, para evitar el sufrimiento de más vidas inocentes. Lo hizo porque deseaba ayudar.

Estaba en ese lugar para ayudar a las personas, curar niños y mantener las vidas de aquellos que necesitaban ser salvados. No tenía tiempo para escándalos ni entrevistas.

Mientras escuchaba a los doctores frente a ella hablar de su "error", no podía dejar de recordar los años que estuvo en Harvard. Nadie le había tomado en serio por ser una niña, y ahora que estaba ejerciendo como correspondía, querían culparla de un error que ella no cometió.

Pero no estaba ahí por eso. Estaba ahí para ayudar a las personas.

—Lo lamento mucho— dijo, esperando que acabara pronto para volver a su trabajo. —Pediré las disculpas como corresponde. ¿Puedo volver a mis rondas diarias?

—Lo mejor será esperar a que el paciente despierte— dijo el doctor LaMontagne, visiblemente decepcionado.

El doctor Thompson saltó. —No creo que debamos perder más tiempo, doctor.

—Silencio. Esto es lo que faltaba para tener doctores de verdad en la nómina, no a una niña que no sabe nada— dijo el doctor Murray.

Simone apretó las manos. —Puedo hacer mi trabajo mientras esperamos.

—¿Y arriesgarnos a que cometas más errores? Te quedarás aquí, donde pueda vigilarte— dijo el doctor Murray.

—No recibo órdenes de usted— le recordó Simone.

—Parece que no entiendes la situación en la que te encuentras— le dijo. —No fue un simple error como equivocarte al pintar tus uñas. El paciente pudo morir. Un error como este te podría costar la revocación de tu licencia.

El doctor Thompson tragó saliva. Simone solo deseaba seguir con su trabajo.

Los siguientes diez minutos fueron los más largos de su vida. Ambos doctores discutían sobre su futuro y el doctor Thompson ni siquiera se atrevía a mirarla. No temía las consecuencias, sabía que ella no lo hizo, solo esperaba que al aceptar la culpa la dejaran continuar con sus trabajos.

Al abrir los ojos, Simone quiso tranquilizar al Sr. Dwight, pero el doctor Murray la detuvo, murmurando que ya había hecho suficiente.

—¿Cómo se encuentra?— preguntó el doctor LaMontagne.

—Quiero matar al idiota que me hizo esto.

El doctor Murray sonrió. —Aquí mismo se encuentra.

La señaló con el dedo índice, como si fuera la basura que se debe sacar antes del mediodía. Henry abrió los ojos como platos y se incorporó, aunque los doctores quisieron detenerlo.

—No, ella no. Ella salvó mi vida— señaló al doctor Thompson. —Ese imbécil casi me mata.

El doctor Murray se puso pálido. —Debe estar confundido...

—Lo recuerdo muy bien. Ella me estaba atendiendo y ese idiota sacó la barra, aunque ella le dijo que no lo hiciera— insistió Isaac. —Pregúntele a cualquiera de las enfermeras.

Bailando Bajo la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora