Diecisiete

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Sally iba a ser dada de alta esa mañana. La Sra. Ophelia y Juno estaban impacientes desde muy temprano. Era su primer paciente constante que despachaba y estaba feliz por la niña. No había rastros del padre de ambas chicas o del hermano de Juno, pero decidió no hacer preguntas.

El único que no compartía la felicidad era Carter. Ni siquiera quiso despedirse de su amiga y se encerró en el baño. Ezra intentaba convencerlo de salir, pero ya era demasiado tarde.

—Recuerden seguir el régimen y la dieta que les enviamos— les dijo a las mujeres. —Y cada 2 meses venir por un chequeo. Si se siente mal no duden en traerla de inmediato.

—Por supuesto, querida— asintió la Sra. Ophelia.

Sally le dio un último abrazo. —Gracias, doctora princesa.

Fue satisfactorio saber que Sally retomaría una vida normal. Empezaría a ir a la escuela, haría nuevos amigos y viviría una vida como la de cualquier niña de 5 años. Contaba con una abuela dispuesta a darle lo mejor y una hermana que la adoraba, todo saldría bien para ella.

Se encontró con Ezra fuera del ala infantil. Carter había salido del baño, pero ahora estaba hecho una bolita bajo su cama y podía escucharlo sollozando por lo bajo.

—¿Pudiste hablar con él?— preguntó.

—Sí, está muy afectado— dijo Ezra. —Lo mejor ahora será dejarlo solo.

No quería dejarlo solo, pero Ezra sabía más de esas cosas y decidió hacerle caso. La acompañó hasta la sala de su siguiente turno y le comentó los planes para el pabellón infantil. Iba a ser un trabajo complicado y debía completar muchos informes al ser el principal planeador.

—Puedo ayudarte con los informes en mi tiempo libre— le ofreció.

—¿En serio? ¡Eres la mejor, Monnie!

No lo era. Solo buscaba una excusa para pasar más tiempo juntos. Cualquier momento era bueno, ya fuera una charla casual por las mañanas, una reunión breve en los almuerzos y sus divagues en los descansos. Ezra siempre tenía algo interesante para decir y compartir.

Ser el creador de una idea significaba que todo el papeleo era trabajo de Ezra, y aunque no era su deber decirlo, no era tan dotado intelectualmente para hacerlo todo solo. Podía hacer otras cosas sin problemas y como un profesional, pero no cuando se trataba de documentos.

Simone disfrutaba haciendo papeleo. Calculaba los impuestos de la librería desde los 7 años, ella misma hizo todo el procedimiento para entrar a Harvard y lo mismo para el Moonday. Era uno de los pocos talentos que su memoria casi perfecta le permitía hacer a la perfección.

Decidió saltarse el descanso y fue a comer algo ligero junto a Evelyn. Tenía acceso total a su habitación ahora que estaba en el registro familiar. Incluso le habían dado una llave.

Los ojos de Evelyn brillaron. —Monnie.

—Hola, abuelita— la saludó, intentando su mejor sonrisa.

No le había leído en un buen tiempo, pero Evelyn ya no parecía necesitarlo. Debió haber esperado mucho tiempo para conocer a su bisnieta, saber que estaba ahí le hacía bien. A menudo le preguntaba sobre su mamá y ya se le iban agotando las excusas.

Compartieron juntas un paquete de galletas y le platicó sobre su vida hasta ahora. Sobre Simon, su infancia, la universidad y un poco sobre sus amigos. Algún día le presentaría a Elly.

—Eres tan bonita— suspiró Evelyn. —Tienes los ojos de Ree.

Simone asintió. —Ha estado muy ocupada con su trabajo.

Bailando Bajo la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora