Cuatro

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El chicle de sandía era asqueroso, pero en ese momento era lo único que la mantenía atenta. Sentía que caería ante la ansiedad si no se aferraba al horrendo sabor de ese chicle. Podía sentir los jugos gástricos acumulándose en su estómago por masticar demasiado tiempo sin tragar.

La figura de negro definitivamente iba tras ella, porque no se había movido de su lugar. Habían pasado alrededor de 10 minutos, y cada vez que parecía adelantarse para ir por ella, pasaba un carro que lo hacía retroceder. Solo esperaba que se mantuviera de ese lado de la carretera.

Debería llamar a la policía, pero no quería meterse en un escándalo, y confiaba en la palabra de Grace. Podría ser grosera, maleducada e incluso un poco molesta, pero no tenía la cara de una mentirosa. Necesitaba creer en algo en ese momento, y decidió creer en Grace.

—¿Estás bien, linda?— le preguntó la cajera.

—Sí, solo un poco cansada- dijo. —Una amiga vendrá por mí.

Jamás se sintió más segura que en el momento que escuchó el motor de una motocicleta en la distancia. Pronto, Francesca apareció en medio de la calle y fue estacionada junto al poste de luz, donde el hombre de negro pareció asustarse y retrocedió a una distancia más segura.

Grace entró, quitándose el casco, lo que hizo sonrojar un poco a la cajera.

—Hola, muñeca— se acercó. —¿Dónde está ese hijo de perra?

Simone se adelantó, y la tomó de la manga de su chaqueta. Estaba temblando, y necesitaba sentir el contacto de una persona segura. Incluso podría haberla abrazado, pero esa clase de contacto no parecía adecuado entre ellas. Grace no dijo nada, y la dejó sujetarla hasta que paró de temblar.

—No quiero hacer un escándalo— dijo en voz baja.

—De acuerdo. Te llevaré a los dormitorios.

Fue por delante hacia su motocicleta. Con solo una mirada, Grace supo que el hombre de negro era el que la estaba siguiendo, y este por respuesta salió corriendo en dirección opuesta. Grace gruñó entre dientes, pero no lo siguió, en cambio le tendió un casco y se subió a Francesca.

El asiento trasero estaba cálido, aunque el cuerpo de Grace no lo alcanzaba. Y a juzgar por la ropa que llevaba puesta (blusa escotada, jeans ajustados y maquillaje), venía de alguna clase de evento social, quizás una fiesta o una discoteca. Incluso tenía el lápiz labial un poco corrido.

Alguien más había estado con ella.

La imagen de Grace besándose con el doctor Thompson llegó a su mente, y sintió náuseas. Debía ser el chicle, que a esas alturas se volvió empalagoso, y lo escupió en un trozo de papel.

-¿Interrumpí algo?- preguntó, subiendo y pasando sus brazos en su cintura.

—Podría decirse, pero sonabas asustada— dijo Grace, sin darle mucha importancia.

A pesar del contexto, empezaba a tomarle gusto a estar en motocicleta. Las luces se volvían líneas irregulares a su alrededor y el viento refrescaba su rostro. Podía sentirse perdida con el sonido, como si estuviera dentro del agua. Pero nunca lo admitiría delante de Grace.

La dejó en frente de su edificio, donde su mamá la esperaba. La regañó por haber llegado a esa hora, pero Grace la convenció con pocas palabras de que hubo un incidente y que no volvería a suceder. Se lo dejó pasar solo porque la habían acompañado de vuelta.

—No deberías salir tan tarde. Yo podría acompañarte.

—Está bien, no es la primera vez que ocurre.

Bailando Bajo la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora