Uno

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Su primer día en el hospital Moonday fue interesante. Eran en total cerca de 12 residentes, solo 5 mujeres y ella la única por debajo de los 20 años. Su madrina le había hecho su bata a mano, así que no era de marca como las demás, pero por nada del mundo la cambiaría.

—Escuché que habrá una niña entre nosotros— escuchó a uno de los residentes hablar antes de abrir la puerta. —Ya saben, la "Niña Prodigio".

—$50 a que no aguanta ni tres días— se burló otro.

—Dejen de ser tan crueles. Solo es una niña— la defendió una de las chicas, aunque no se sentía agradecida por lo que dijo.

Entró, se presentó y esperó en una banca a que los llamaran para sus asignaciones. La chica que la defendió se sentó junto a ella e intentó saber más sobre ella, pero Simone no estaba ahí para hacer amigos. Ya tenía amigos, estaba ahí para su residencia.

Llegó puntual el doctor LaMontagne, jefe de cirugía del hospital. Las pocas chicas suspiraron al verlo, pero Simone estaba interesada en su historial. Era un médico muy conocido en Harvard.

—Buenos días, doctores. Este será el primer día de los próximos 3 años de sus vidas, luego otros 4 donde harán su especialización. Algunos lo lograrán, otros fracasarán y otros serán expulsados de acuerdo con su desempeño. Estaré a cargo de aquellos que fueron recomendados.

Leyó una hoja que llevaba en su carpeta.

—Doctores Bellamy, Fitzgerald y Giroux, vendrán conmigo.

Un chico que parecía estar en un parque de diversiones y una chica de aspecto serio se acercaron, incluyendo a Simone. Siguieron al doctor LaMontagne hasta la recepción, donde les entregó documentos en tablas y unos teléfonos especializados para emergencias.

—Cada vez que sus pacientes los necesiten, sonará una alarma con un número. Memoricen sus números, porque cada paciente es un número distinto. Si necesitan ayuda, aquí estarán las enfermeras y yo estaré observando sus casos cada 10 minutos.

Simone alzó la mano. —¿Podremos observar las operaciones?

—Sí, y solo aquellos con un buen desempeño podrán estar dentro e incluso asistirme— dijo el doctor LaMontagne. —Cada año escojo a uno de mis residentes para ser mi aprendiz, así que asegúrense de hacer un buen trabajo.

Simone memorizó de inmediato sus números. Le habían asignado dos casos: una niña de 6 años con bradicardia congénita y un niño de 8 años con quemaduras de tercer y segundo grado. Tal vez fue a propósito, pero sintió que no la tomaban en serio al darle aquellos casos.

—Voy a ser la aprendiz del doctor LaMontagne— les informó la doctora Fitzgerald. —Estudié como loca para lograr esta residencia y pienso ganar.

—Buena suerte— dijo Simone, sin interés en competir con ella.

—¿No me tomas en serio? ¿Crees que porque fuiste noticia nacional van a darte preferencia?— le dijo la doctora, ofendida por nada.

Simone ni siquiera se molestó en contestar.

—Vaya, calmadas, chicas— dijo el doctor Bellamy. —No estamos aquí para odiarnos entre todos, debemos ser un equipo. Mi nombre es Henry, estudié en Columbia. ¿Qué hay de ustedes?

—Miranda. Universidad de Notre Dame, cuarta generación.

—Simone Giroux. Harvard.

—Buena suerte, chicas— les sonrió Henry. —La verdad me alegra estar en un grupo que tenga por mayoría a mujeres. También espero que me puedan ayudar, soy algo distraído.

Bailando Bajo la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora