Nueve

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Tras haber vivido tanto tiempo en una universidad llena de estudiantes buscando opacar al otro para destacar, Simone había visto muchas personas expresando estrés. Pero Miranda era varios niveles peor que todos. Estaba tan tensa todo el tiempo que parecía una cuerda de violín.

En cambio, Ezra era como una ausencia total de estrés. Estaba relajado todo el tiempo y vivía con las necesidades mínimas, pero hacía bien su trabajo. Cometía errores, pero tan pequeños que solo valían un llamado de atención o una amonestación en privado.

Y aún así, lograban llevarse bien. Era tan extraño.

Antes del trabajo cada mañana, Ezra llegaba con un café cargado para Miranda y un té verde para Simone, repasaban juntos sus apuntes y cada uno por su lado hasta la hora del almuerzo.

—¿Has dormido bien?— le preguntó a Miranda.

—No he dormido desde que entré a la facultad de medicina— negó Miranda, leyendo sus apuntes a la vez que masticaba.

—Eso no puede ser sano— dijo Ezra.

Su salud personal no parecía ser un problema para Miranda. Tenía pesadas bolsas negras en los ojos y estaba tan delgada que daba miedo tocarla por accidente. Había visto alumnos como ella antes en la facultad de Harvard y siempre colapsaban en algún momento.

No conocía mucho a Miranda, pero no quería verla colapsar de esa forma, así que trataba de hacer su estancia un poco más agradable. Cubrir algún paciente extra, comprar su café y un repaso juntas antes del trabajo. No le molestaba y simplemente quería ayudar.

XxX

Evelyn no estaba mejorando. Los medicamentos no hacían el efecto esperado, solo aplazaban lo inevitable. Quizás era lo normal para una mujer de más de 70 años con Alzheimer.

Pero aún así dolía, de alguna forma.

Después de leerle un capítulo, no recibió su usual comentario o sonrisa al respecto. La miró con ojos apagados, como si nunca la hubiera visto antes y estaba sin sus colores característicos.

—¿Por qué tienes que irte, Ree?— preguntó.

Simone no supo a que se refería. —Porque tengo otras cosas que hacer...

—Podemos superar esto juntas, Poll entenderá.

No sabía de quien estaba hablando, pero parecía ser un tema muy delicado para ella, porque parecía a punto de echarse a llorar. Tenía una regla de limitar el contacto físico con sus pacientes a momentos de necesidad, pero ese momento lo requería y le tomó la mano.

—Volveré— le prometió.

Evelyn se calmó un poco. Le apretó la mano y finalmente la soltó, pero pudo sentir que la miraba todo el camino hasta que salió de la habitación.

Fue directamente a buscar al doctor LaMontagne antes de su siguiente turno.

—¿Qué necesitas, Simone?

—Es sobre la Sra. Pierce— dijo. —Su tratamiento no está funcionando.

La miró. —¿Qué quieres decir con eso?

—Su Alzheimer no está mejorando, solo se mantiene constante y empeora cada cierto tiempo con las medicinas— le explicó. —Quisiera saber como debo proceder al respecto.

El doctor leyó rápidamente las notas del caso. —Yo me haré cargo.

—¿De verdad?— preguntó, creyendo escuchar mal.

Bailando Bajo la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora