Once

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Ser traicionada dolía.

No la traición de tener un amigo que habla mal de ti a tus espaldas, o la traición de una pareja amorosa. Simone estaba sufriendo la peor traición que había vivido hasta el momento y no creía que hubiera ser humano en el mundo que no se sintiera morir debido a eso.

La traición de una madre.

Ella tenía parte de la culpa. Nunca hizo preguntas porque no creía necesario hacerlas, pero la curiosidad de saber la verdad siempre estuvo dentro de ella. Quizás por miedo o por respeto a la memoria de su padre adoptivo mantuvo esa curiosidad apagada.

Aún así, ¿Cómo pudo ocultarle algo de esas magnitudes?

No podía volver a casa. La casa de su madrina estaba a unos kilómetros, no podía llegar caminando y mucho menos usando pantuflas. Debió haber pensado mejor antes de irse de la casa, no era típico en ella tomar decisiones apresuradas. Llevaba su teléfono, pero no dinero.

Se arrepintió de su decisión, pero no iba a volver aún. La parte irracional de su cerebro quería que su mamá se preocupara un poco, que sintiera parte del dolor que estaba sintiendo ahora. Aunque sus sentimientos de cariño por ella seguían intactos, en esos momentos quería ser egoísta. Un acto de rebeldía típico de la edad, por así decirlo.

Buscó en sus alrededores algún lugar plausible para pasar la noche. Entonces se dio cuenta de que estaba en una calle que no conocía. Jamás había visto aquella tienda de donas, ni aquella tienda de mascotas. ¿Dónde rayos estaba?

De seguro su mamá habría llamado a su madrina, así que los Salvage estaban descartados. Llamó al número al que siempre acudía en casos de emergencia.

Hola, Mon— dijo Grace, cansada. Era la una de la madrugada.

—¿Puedes venir a buscarme?

Grace se levantó. —Maldición, ¿Otra vez? ¿Dónde estás?

Miró a todos lados, buscando alguna señal de donde estaba. Necesitaba salir más seguido, o eso le seguiría pasando. Localizó una tienda que seguía abierta y se quedó sentada en las bancas de afuera, diciendo el nombre de la tienda esperando que Grace supiera.

—Fuera de la pastelería Violette.

—Espérame ahí. Llego en 20 minutos.

Simone se quedó quieta fuera de la tienda, como le ordenaron. No había cenado y pensó entrar a comprarse algo, pero no llevó dinero. Apenas podía pensar con claridad con todo lo que pasaba por su cabeza, una parte culpándose y la otra sintiéndose estúpida por no saberlo.

—¿Qué haces aquí? ¿No deberías dormir para ir a trabajar?

Levantó la mirada y ahí estaba Ezra, llevando su característica chaqueta, pero el pequeño moño que llevaba en su cabello estaba suelto, dejando caer una melena negra en sus hombros.

La razón del por qué no estaba acostada durmiendo en su cama volvió a la mente de Simone y se le revolvió el estómago. Ni siquiera podía procesar haberse encontrado con él en ese lugar.

—No puedo ir a mi casa.

Ezra sonrió con lástima. —¿Mala relación con tus padres? Lo entiendo, por eso estoy aquí en vez de en casa.

Simone negó. —Me llevo bien con mi mamá, pero ahora no quiero verla.

—¿Una pelea?

—Descubrí que me guarda secretos.

—Todos los padres guardan secretos. A veces lo hacen para evitar que salgamos lastimados, o a veces para ellos evitar salir lastimados. ¿Qué crees que era lo que tu mamá quería evitar al guardarte ese secreto?

Bailando Bajo la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora