Capítulo 7

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Jessica Fernández

Paseamos por una avenida de laureles. Un chico de pelo rubio y ojos azules se me queda mirando picarón a la vez que pasa. Noto como el castaño a mi lado le echa una mirada fulminante.

—Deberían cogerse la mano—Jaycob se había acercado a nosotros.

Una chica castaña pasa al lado de Alex con una mirada pícara y haciendo un teléfono con sus dedos y llevándoselo a la oreja y la boca, y en sus labios se podía distinguir el; llámame.

Puta.

¿Qué haces Jessica?, solo es un juguete.

Es MI juguete.

—Así pensarán que son pareja—continúa Jaycob— y, si tienen algo de decencia, no les coquetearán.

—Si Jessica quiere—habla el castaño—, no me importa.

—Vamos amor—le dijo dulce sonriendo a la vez que cojo su mano tirando de él para que camine.

Ciento una pequeña corriente que recorre de mi mano hasta mi estomago, pero no es importante, su mano es cálida al contrario que la mía que está fría. Jaycob y Alex me miran extrañados.

—¿Qué?—pregunto levantando una ceja.

—Nada—dije Alex entrelazando nuestros dedos.

Realmente funcionó. Ningún chico ni chica nos miraba coqueto, más bien con fascinación. Puede que nos viéramos bien de la mano.

La ciudad es bonita y se respira un aire diferente, aparte de más contaminado, es más libre, me siento más libre. Ya está oscureciendo, así que volvimos al coche y seguido a mi casa, o prisión por preferencia.

No era que mi padre no me dejara salir, era que yo no quería. No tengo amigos ni amigas, tampoco los quiero. No tengo actividades fuera de casa, aparte de correr, porque había hecho que todas las que quería estuvieren en mi casa. Puedo pasarme horas leyendo o boxeando, depende del día. También, en parte, era por...

...miedo.

Sí, Jessica Fernández tiene miedo. Pero tengo mis motivos, los cuales no desvelaré porque sería quitarle la caspa a una herida que ha comenzado a sanar y quiero que termine de sanar, ya que sé que nunca volveré a pasar por lo mismo y, si quito la caspa, tardará más.

Llegamos a mi casa, Alex se despide y se va a su casa, me despido de Jaycob y de él. Entro a la casa con la montaña de libros, los dejo en el escritorio y me tiro a la cama quitándome los tenis antes. Realmente estaba cansada.

No sé en qué momento de la noche me tapé con las sábanas por el frío de la madrugada.

[...]

Nos volveremos a ver pequeña.

Me siento bruscamente en la cama quitando las mantas. Paso una de mis manos por la cara repitiéndome seguidamente en la mente; es un sueño, es un simple sueño, solo es un sueño, un sueño...

Salgo de la cama, cojo ropa del vestidor, entro al baño, me quito la ropa y entro a la ducha dejando que el agua corra por mi cara a la vez que intento despejar la mente.

[...]

Había elegido ropa deportiva pues le quería pegar al saco hoy.

Salgo de la habitación y me dirijo a la del gimnasio. De camino me encuentro con Jaycob, el cual me sigue sin decir una palabra por ninguna de las dos partes, y entramos a la habitación. Vendo mis manos con la cinta blanca que hay en la barra de pesas mientras que Jaycob se quita su chaqueta negra quedando así con la camisa blanca.Se acomoda detrás del saco para que no se balancee con cada golpe.

La víbora Roja✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora