Capítulo 29

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Jessica Fernández 

Que te llamen en pleno sexo diciendo que tu padre ha muerto no es que sea lo mejor del mundo que digamos. Tampoco lo es el hecho de hacer un funeral con solamente 18 años, pero ya había enterrado dos tumbas con nueve años, vacías, pero enterradas. 

Al menos Alex me ha ayudado mucho con ese tema...

Tras esa llamada he tomado una decisión. Si bien la tumba de mi padre estará en España, yo no estaré en este país. Lo más sensato es irnos y nadie tiene que argumentar nada pues yo soy la jefa

Lo único que me queda en mi vida es la MF y Alex, el cual apoya mi decisión de marcharnos. 

El lugar al que había decidido marcharnos está concurrido de gente, ¿pero quién diría que la persona más antisocial que lidera una mafia está en un lugar con tanta gente?

Nadie. 

Mandé a empaquetar todas las armas del sótano. Los muebles se quedarán aquí, como siempre hemos hecho. Alex está terminando de empacar sus cosas en la casa del frente, mientras que yo termino de empacar las mías en el Cuarto de juegos, al cuál tengo que decirle adiós para siempre. Nunca más volveré a Madrid, o al menos intentaré no volver. Esta ciudad marca el final de una época, la cual me gustaría que solo quede en el recuero. 

Guardo el arco desarmado en la última caja, la cuál cierro con cinta para que no se caiga nada de su interior. Ver la habitación vacía es algo extraño; solo la había visto así cuando mandé a construirla. Pero no está tan limpia como al principio, aún se puede apreciar un poco de sangre en las paredes y en el suelo. 

Ya esas manchas no saldrán.

Siento unos brazos rodear mi cintura y la cabeza de Alex aparece encima de mi hombro. Me aprieta suavemente contra su torso haciendo que sienta todo este en mi espalda. Yo agarro sus manos con las mías y cierro los ojos inhalando su rico aroma. El castaño me da un beso en la sien haciendo que una corriente recorra mi cuerpo. 

—¿Sabes que mi padre me dijo que no nos mudaríamos más?—pregunta mirando las cajas que hay en la habitación. 

Me doy media vuelta quedando pecho contra pecho. Alex sigue con su agarre en mi cintura y yo pongo mis manos alrededor de su cuello. 

—Con este trabajo es imposible mantenernos en el mismo lugar por muchos años—le digo ladeando la cabeza. 

—También es verdad—besa mi frente—. Pero tú te has mudado una vez, yo muchas.

—Lo sé, y no deberíamos habernos quedado tanto—miro sus hermosos ojos azules—. Espero que sí podamos estar en New York bastante tiempo—Alex atrapa mis labios entre los suyos creando así un beso suave, pero con pasión. 

A la habitación llegan unos guardaespaldas para recoger las cajas que había llenado con mis pertenencias. Se llevan todas las cajas, Alex entrelaza nuestras manos y salimos del Cuarto de juegos. Mi antiguo Cuarto de juegos. Mi habitación está vacía, sólo quedan los muebles, pero nada más. 

Encima de mi escritorio está mi móvil, el cuál cojo y puedo ver un montón de llamadas, las cuáles no devolveré. Algunos son socios, otros son desconocidos para mí. No tengo muy claro como han conseguido mi número de teléfono, pero si de verdad son socios de mi padre, conseguirán mi nuevo número, el cual cogeré cuando llegue a Estados Unidos. 

Había dicho que no me iba a encargar de asuntos de la MF hasta una semana después del entierro de mi padre; sólo han pasado cuatro días y mi teléfono no ha parado de sonar. Llegué al punto de cogerlo y lanzarlo fuera de la habitación. No me dejaban ni dormir, y ponerlo en silencio no servía porque vibraba en cualquier superficie haciendo un sonido realmente estresante.

La víbora Roja✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora