Capítulo 19

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Alex Silvestri

Estoy en el gimnasio de mi casa corriendo en la cinta, no he salido a correr por la ciudad para no toparme con la rubia, ella no quería verme y tampoco la pienso forzar a hacerlo. La música que tengo puesta en el móvil se para y comienza a sonar la música que escogí para cuando mi padre me llamaba. 

Paro poco a poco la cinta de correr cogiendo la toalla que hay encima de esta. Voy hacia el móvil, lo cojo y deslizo el dedo por encima de la pantalla aceptando la llamada y lo llevo a mi oreja.

—¿Si?

Tenemos un problema—la voz de mi padre suena al otro lado de la linea.

—¿Qué problema?—pregunto al no comprender.

Ha fallado—aun no le comprendo.

—¿El que a fallado?

La seguridad, los protocolos, tú, todos hemos fallado—me imagino lo peor y no lo quiero aceptar, no puede ser posible que hayamos fallado todos—. Eurydice Pasquier tiene a Jessica—dice.

Y en ese momento, el mundo se cae. 

Le hemos fallado.

Le he fallado, le hice una promesa y no la he cumplido. Debería de haber estado con ella, pero fui tan estúpido.  

—Estaba muerto, ella me dijo que lo había matado.

También te dijo que le había escuchado su voz en el estadio—me recuerda.

—Mierda, mierda. ¡Joder!—grito llevándome la mano que tenía libre a la cara—. ¿Cuándo fue?

Hace cuarenta y tres minutos que salió de su casa para correr, veinte minutos después Jaycob dio el aviso de que le habían disparado y Jessica estaba en peligro.

—¿Y el circulo de guardaespaldas que tenía detrás de ella?—le pregunto saliendo del gimnasio en dirección a mi cuarto. 

Yo había mandado a todos los guardaespaldas, a excepción de los cinco esenciales que protegían la casa, a seguir los pasos de la rubia, a una distancia prudente para que ella no sospechara. 

Todos muertos—bufo en desesperación.

—Joder—digo por lo bajo.

¿Vas a hablar con Catriel?—pregunta.

—Sí, necesito que me cuente todo lo que pueda y tenemos que encontrar la forma de rescatarla—digo mientras saco lo primero que encuentro: unos bóxer, pantalones cortos de chándal y una camisa negra, casi gris. 

Nos vemos cuando regrese—dice él y cuelga.

Mi padre estaba en Zamora, en Castilla y León, encargándose de cobrar algunos pagos. Entro al baño para darme una ducha rápida, ya que estaba sudado. 

Salgo del baño y voy hacia la mesilla de noche que hay al lado de mi cama. Sé que no debería y lucho mentalmente para no hacerlo, pero la desesperación que corre por mi cuerpo al no saber el paradero de la rubia puede más conmigo, así que abro la gaveta de la mesilla de noche y cojo una de las dos bolcitas que me había traído de Italia. 

Me prometí que era solo para emergencias, pero esto realmente es una emergencia, tengo que estar tranquilo para poder concentrarme en encontrar a Jessica. 

Cojo también varios papelitos y filtros. Me ciento en la cama y comienzo a poner la hierva de la bolcita en el papel, después el filtro y lo enrollo, así hasta hacer siete rollos. Cojo una caja de aluminio que hay en la mesa de noche y lo pongo los siete rollos en ella al igual que el mechero que estaba en el interior de la caja. 

La víbora Roja✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora