Capítulo 18

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*CAPÍTULO NO APTO PARA PERSONAS SENSIBLES*

*Con contenido +18 o +21*

Jessica Fernández

Estoy en una absoluta oscuridad, atrapada en mi cabeza y, aunque no quiero revivirlo, mis recuerdos aparecen inevitablemente en mi cabeza como si fuera una película, la cual es de todo lo vivido en esos malditos días...

*Nueve años antes*

Mi madre me había prometido hacía semanas que iríamos de compras por mi noveno cumpleaños, pero por falta de tiempo no había cumplido su promesa. Hoy lo está haciendo, casi medio mes después, pero lo importante es que está cumpliendo su promesa. 

 Estoy con mi madre cantando a todo pulmón en el coche mientras nos dirigimos al centro comercial que se encuentra antes de salir de París, la capital de Francia. Algo que mi madre y yo amamos es la música y, sobre todo, cantar. 

Mi madre va conduciendo su coche rojo, como siempre hace. A ella no le gusta tener chófer. Un coche amarillo, que lleva bastante tiempo delante de nosotras tras habernos adelantados, frena repentinamente haciendo que mi madre se intente desviar para no chocar. Se oye como los neumáticos patinan en el asfalto y el coche termina chocando con la vaya de la autopista.

Siento el tirón que hace el cinturón de seguridad en mi pecho por el retroceso que hace mi cuerpo al impactar en la valla, después mi espalda choca con el respaldo del asiento. Me duele el pecho por semejante jalón. Levanto la cabeza en busca de mi madre, la cual sigue estando en el asiento del conductor. No hemos sufrido lesiones graves, mi madre tiene un golpe en la frente que sangra y su cara está roja por el airbag. Mi madre aparta el airbag con las manos y se gira hacia detrás para comprobar si estoy bien, a mi no me ha pasado nada grave, sólo tengo algunas magulladuras. 

Hay cristales rotos por todos lados y el claxon de nuestro coche suena mucho más fuerte en mis oídos por el pitido que se creó al impactar en la valla. 

El hombre que nos intentó chocar va trajeado, se acerca a nosotras con una pistola de dardos con sedante. Mi madre intenta salir del coche pero el hombre le dispara, yo intento desabrochar el cinturón de seguridad, pero éste está enganchado. El hombre me lanza un dardo, el cual tarda unos segundos en hacer efecto, pero finalmente, por mucho que luche por mantenerme despierta, me duermo. 

[...]

Cuando me despierto estoy en una habitación oscura, me levanto con dificultad ayudándome por una pared. Palpo los alrededores para saber que me encuentro en un espacio muy reducido. No puedo ver el suelo ya que está muy oscuro. 

Comienzo a gritar pidiendo ayuda a cualquier persona que estuviese cerca del lugar donde me encontraba. Grito a mi madre haber si me puede escuchar, pero no hay respuesta. Mi garganta está dañada por culpa de todos los gritos que doy, con desesperación en mi tono. Continúo gritando pues no me voy a rendir tan fácil, pero al llevar demasiado tiempo así, no me queda apenas voz y comienzo a llorar. 

Las puertas de la pequeña habitación son abiertas. No veo la cara de la persona que la ha abierto, pero sí veo como en su mano derecha sostiene una jeringuilla con aguja. Su brazo izquierdo agarra el mío y yo comienzo a gritar:

—¡Ayuda, por favor que alguien me ayude!—grito una y otra vez con la poca voz que tengo—. ¡Tengo miedo mamá! ¡Ayuda, por favor!

La persona clava la aguja en el bazo que me agarra inyectando un líquido, el cual está tibio. 

Suelta su agarre y vuelve a cerrar la puerta. Con mis pequeñas manos intento pegarle a la gran puerta para abrirla, pero no tengo fuerzas, además del repentino cansancio que me obliga a que cierre mis ojos a pesar de luchar para que eso no pase.

La víbora Roja✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora