Alex Silvestri
Ha pasado una semana desde que hice el trato con Euridyce Pasquier. Ha pasado una semana desde que intenté rescatar a Jessica. Ha pasado una semana desde que Jessica evitó que me disparan. Ha pasado una semana desde que me enteré que iba a ser padre. Ha pasado una semana desde que supe que ya no iba a ser padre. Ha pasado una semana desde que Catriel me dijo la verdadera razón de porqué se fueron de Francia. Y han pasado tres semanas desde que no puedo dormir bien.
Como siempre, desde hace una semana; me encuentro en el Hospital, sentado en una de las sillas de la sala de espera, esperando a que Jessica despierte. Ya no está intubada pues ya puede respirar por si sola, pero no ha decidido abrir los ojos y la espera a que lo haga me mata.
Sus intestinos están sanando correctamente y cuando le cambian el vendaje, yo estoy ahí para que cuando vallamos a casa poder hacerlo yo. Por suerte, la bala pasó entre el riñón y la pelvis, aunque hizo una gran hemorragia interna al destrozar el intestino delgado y parte del grueso.
Sus pulsaciones siguen siendo monitorizadas por una máquina y sus latidos se vuelven más rápidos cuando le hablo. Espero que eso sea porque me escucha, pues le he dicho más veces que la quiero en ésta semana que en todo el tiempo desde que la conozco.
Noah llega al lado mio con un bocadillo, el cual me da. Quito el aluminio y comienzo a comer el bocadillo de carne.
—¿Te quedaste satisfecho?—pregunta y yo lo miro mientras mastico.
—¿Por qué lo preguntas?—digo cuando el bolo alimenticio baja.
—Tus manos están llenas de heridas—contesta señalando a estas—. ¿Le pegaste a la pared o a alguien?
—A alguien—contesto dando otro bocado al bocadillo y el recuerdo viene a mi mente...
Jessica acaba de tener una hemorragia interna y ha entrado a quirofano, otra vez. Doy vueltas por todo el pasillo esperando que el tiempo pase más rápido, pero no lo hace. Aprieto mis puños para no darle un golpe a la pared y me echen del hospital.
—Señor, debería de salir a tomar aire—me sugiere una enfermera que pasa por el pasillo.
Lo pienso durante un momento y mi mente se va al hijo de puta que ha hecho que la rubia esté entre la vida y la muerte. Es como si lo viese sonreír desde el lugar donde lo tenemos encerrado.
Camino a paso rápido hasta la salida de hospital siendo observado por los dos guardaespaldas que hay en la puerta de este, los cuales han sido puestos por Catriel, me subo en mi coche y arranco rápidamente para ponerme rumbo a la casa del Señor Fernández.
Llego al recinto llevándome las miradas de todos los hombres trajeados ahí presentes. Entro en la casa y me dirijo al cuarto de la rubia. Entro en el Cuarto de juegos, donde Eurydice se encuentra encerrado en la jaula de cristal. Sus manos están atadas con cadenas, las cuales salen de la pared.
Cojo el mando que controla la longitud de las cadenas y la reduzco a lo mínimo posible, asiendo que el ojiverde se quede pegado a la pared, inmóvil. Cojo la llave que hay encima de uno de los muebles y abro la doble puerta de cristal quedando enfrente del mayor hijo de puta que he visto en mi vida.
—¿Me vienes a liberar Silvestri?—pregunta en francés con un tono divertido.
Aprieto mis puños mientras le miro con furia. Le doy el primer golpe asiendo que gire la cabeza. Le doy otro con el otro puño y, como si fuese adictivo, le golpeo una y otra vez descargando toda la rabia que tenía en mi interior.
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La víbora Roja✔️
ActionANTERIORMENTE: Jugando contigo [COMPLETA] Libro #1 de la Bilogía Legado +21 Ser la hija de uno de los mafiosos más importantes del mundo crea muchos enemigos, y más si se comete un error. Jessica ha sido la perjudicada del error de su padre causando...