Capítulo 14

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*Capítulo no apto para personas sensibles, ya que su contenido es +18 o +21*

*Contiene violencia*

Jessica Fernández 

No he podido dormir, he estado dando vueltas toda la noche. El dolor y la presión que siento en mi pecho es demasiado grande para darme tregua, acompañado con el dolor de cabeza que me he creando llorando hasta no tener lágrimas. No como ni bebo, no desde hace dos días, desde que le dije que se fuera, que se alejase de mí.

¡Qué estúpida soy!

Quiero eliminar estos pensamientos, quiero que se acabe el estar pensado todo el tiempo en la misma escena. 

Aparto las sábanas, que hay encima de mí, con las piernas y de mala gana. Abro poco a poco los ojos, los cuales me arden y están secos por haber estado toda la noche llorando, no he podido conciliar el sueño y lo único que hacía era llorar sin lágrimas, y eso dolía. 

Tocan la puerta de mi habitación, lo que se había convertido en costumbre cada vez que amanecía. Mi padre llamaba a la puerta para intentar convencerme de que saliera y comiera algo, pero yo simplemente le ignoraba hasta que me hartaba y le gritaba que se largase.

—Jessica—la voz de mi padre me llama al otro lado de la puerta. No le respondo—. Por favor, abre la puerta. Ya llevas ahí más de dos días sin salir ni comer. Por favor—me sigue suplicando mi padre.

Paso mi mano por toda mi cara para así quitar el agarrotamiento que hay en ésta, tanto por las lágrimas que la han recorrido y ahora están secas, como la tensión a la que los músculos de la cara han sido sometidos.

—¡No pienso salir!—le grito ya harta de escucharle suplicar. 

Me levanto de la cama y me dirijo al baño. Mi visión se vuelve borrosa y, en un abrir y cerrar de ojos, estoy en el suelo, sumiéndome en un sueño profundo.

[...]

Las voces de mi alrededor llegan dispersas a mis oídos. Estoy en una oscuridad absoluta. Despego poco a poco los ojos y la claridad del día me ciega. 

—Si sigue así no me quedará más remedio que...—la persona que habla se calla y cuando mis ojos pueden enfocar bien, veo a Armando, el médico de la familia— Ya despertó.

Mi padre está a los pies de mi cama, tiene los brazos cruzados en su pecho y una expresión seria. Armando está al lado de mi cama. La mirada de los dos recae sobre mi.  

—Jessica—vuelve a hablar el castaño—. Le estaba comentando a tu padre de que si sigues así te tendré que poner, otra vez, la sonda para alimentarte. 

Mierda. 

Miro hacia la puerta y puedo ver como la cerradura de ésta está reventada. 

—Mandaré a alguien a arreglar la puerta—dice mi padre al ver donde estaba mirando. 

Éste se dirige a la puerta y se va por el pasillo. 

—No te quites el suero—me dice Armando mientras se levanta.

No me había dado cuenta de que tenía una aguja en el dorso de la mano, por donde entraba el suero a mi sistema circulatorio, éste se haya en una bolsa colgada del porta sueros que siempre permanece en mi habitación. 

—Tu salud no es un juego Jessica, y tu vida tampoco—me dice cogiendo su maletín. 

—Si, si lo es—le aseguro—. La vida es un juego en el que algunos ganan y otros pierden. 

La víbora Roja✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora