Capítulo 10

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*Capítulo no apto para todas las personas*

Jessica Fernández

Me levanto rápido de la cama. El sudor frío cae por mi frente, llevo mi mano a ella y lo quito. Anteriormente lo había dicho, el mundo de los sueños me tortura, una y otra vez. 

Miro el reloj que hay encima de la mesa de noche; 5:48 am

Voy al vestidor, cojo ropa deportiva y me cambio. Vuelo a la habitación, cojo el móvil de la maleta pequeña y voy a la habitación que hice adaptar para hacerlo mi gimnasio. Entro en él y cierro la puerta para que se escuche lo menos posible mis golpes. 

Pongo el primer playilist que me sale, envuelvo mis manos con las tiras negras que están encima de una de las barras. Comienza a sonar You don't own me  de Saygrace. Estiro mi cuello a la derecha y después a la izquierda, haciendo así que truene, salto en un intento de relajar mi cuerpo pero no me es muy efectivo. 

Doy el primer golpe al saco. El segundo. El tercero. El cuarto... Así sucesivamente, cada vez más fuerte y, como es costumbre, los recuerdos abruman mi mente...

La culpabilidad, el rencor, mi huida, ellos..., él, los psicólogos, su puto discurso...

Estaba enfadada con migo misma, con él, con mis padres, con el mundo y, si existía, con el mismísimo Dios. 

¿Cuanto tiempos llevas golpeando el saco?

No lo sé.

Deberías parar. 

Estoy bien. 

Tus nudillos no dicen lo mismo. 

No les pasará nada.

—Jessica—me llama una voz ronca a mi espalda, pero la puedo reconocer—. Jessica, para. 

Me detengo y freno el saco que viene con fuerza hacia mí, pues cuando le pegas éste te la intenta devolver y estaba dispuesto a darme todo lo que yo le he dado, pero mi mano lo detiene. 

Ahora es cuando noto el dolor, el que hay en mis brazos y sobre todo, en mis nudillos. Los miro y están llenos de sangre, a pesar de tener las vendas, le había dado tan fuerte al saco que me había causado heridas. Noto mis ojos cristalizarse pero no permito que derramen ni una lagrima. 

—Son casi las siete de la mañana—continua mi padre—. ¿No puedes dejar ésto para más tarde?

—No—mi voz se quiere quebrar, pero no se lo permito, la mantengo firme—. Lo necesitaba ahora. 

Mi padre suspira sonoramente, puede que por sueño o por la situación en la que me encontró. Con uno de mis ''ataques''. Así los llamaba él.

—A las ocho tenemos una reunión—me informa—, estarás presente y después saldremos.

Asiento y unos segundos después oigo la puerta cerrarse. Sé que no debería, que me prometí no llorar más, pero no puedo detener unas lagrimas traicioneras que corren por mis mejillas. Las limpio lo más rápidamente que puedo y cojo mi móvil para salir de la habitación. La música hacía tiempo que se había parado. 

Llego a mi cuarto, tiro el móvil en la cama y entro al vestidor. Estoy algo indecisa debido a que se supone que tenemos que vestir elegantes para "no manchar" el nombre de la MF. Al final me decido.

Entro al baño, quito las cintas que envuelven mis manos con cuidado pues se habían pegado a las heridas que se habían formado. Me desvisto y entro a la ducha. El agua al principio sale con un poco de sangre por las heridas en mis nudillos, que ahora están en carne viva.

La víbora Roja✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora