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Tres días después, Thomas miraba con malhumor la puerta cerrada hacia el dormitorio de Dylan. No podía oír nada del otro lado.

Levantó la mano y golpeó la puerta, ignorando la voz en el fondo de su mente que le gritaba que estaba loco.

No le importaba. Estaba agotado y de un humor inestable por apenas haber dormido por cuatro noches seguidas.

Era todo culpa de él.

La puerta se abrió y Thomas se encontró en el extremo receptor de una mirada helada. Dylan apoyó su amplio hombro contra el marco de la puerta, escudriñándolo de pies a cabeza. Solo vestía un par de boxers negros, su castaño pelo alborotado y una barba corta y gruesa recubriendo su mandíbula.

Thomas pasó el peso de un pie al otro, mirando cualquier cosa, excepto el pecho desnudo de Dylan y los tatuajes en sus musculosos brazos.

—¿Hay algún motivo para que estés golpeando mi puerta a las seis de la mañana? —dijo Dylan.

Thomas entrecruzó los brazos sobre el pecho.

—Tengo hambre.

—Tienes hambre —repitió Dylan, arreglándoselas para transmitir lo absolutamente irrelevante que eso era para él sin cambiar de expresión.

—Sí —dijo Thomas. —No he comido nada desde ayer por la tarde —No pudo resistir echar un vistazo sobre el hombro de Dylan hacia la gran cama que dominaba la habitación. Estaba vacía, con las sábanas arrugadas. —Así que su puta se fue —dijo antes de poder contenerse.

Inmediatamente se arrepintió de hacerlo, cuando la mirada de Dylan se agudizó, apareciendo en su rostro algo semejante a la diversión.

—¿Estabas escuchando tras la puerta, gatito?

Thomas lo miró enfadado.

—No pude dormir en toda la noche por sus gemidos. Por cuatro noches consecutivas. ¿Y tiene que follarla a las tres de la madrugada en nuestro... en el baño que compartimos? —Incapaz de seguir sosteniendo la mirada a Dylan, desvió la vista hacia su oreja izquierda. —Tengo hambre, y necesito otra cosa que vestir. La camiseta que me dio ya se siente asquerosa.

—Es entrañable como crees que puedes perturbar mi sueño sin una razón suficientemente buena —dijo Dylan, con un toque acerado en la voz.

Thomas se congeló, sus ojos parpadeando hacia Dylan. Tragó saliva.

Dylan estiró la mano, agarró el cuello de la camiseta de Thomas y lo jaló más cerca. El corazón de Thomas dio un vuelco en su garganta; su boca reseca.

—¿O solo quieres mi atención, amor?

Sonrojándose, Thomas negó con la cabeza. Por supuesto que no deseaba la atención de Dylan. Había tenido demasiado de ella en los últimos tres días. Cada día, Dylan iba a su habitación, hablaba con él sobre cosas aparentemente inconexas, y lo observaba. Era algo exasperante, aunque Thomas no podría quejarse de que estuviera siendo maltratado. Tenía una cama suave, era alimentado lo suficientemente bien, y las palizas de los guardias ya eran un recuerdo distante. Dylan ya ni siquiera lo tocaba.

Francamente, Thomas tenía poco de lo qué quejarse. En lo que refiere a secuestros, esta no había sido una experiencia tan desagradable... si tan solo no fuera forzado a escuchar orgasmos femeninos noche tras noche.

Dylan se rio entre dientes, llevando su mano desde la camiseta de Thomas hasta su garganta. Su pulgar presionando el pulso desenfrenado de Thomas.

—Pequeño mentiroso —dijo. —¿Has venido hasta aquí porque estás celoso de la agradable mujer que me entretuvo anoche?

(in)correcto ᵈʸˡᵐᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora