La sostenida mirada de su terapeuta en él era bastante desconcertante.
Thomas se retorció y enseguida se arrepintió. Todavía sentía las actividades de la noche pasada.
—¿Por qué estás aquí, Thomas? —dijo Miranda finalmente. —¿Qué esperas lograr al verme?
—Yo... —Se lamió los labios. —ya te lo dije. Quiero que me ayudes a curarme de este... del Síndrome de Estocolmo. Quiero sacármelo de la cabeza.
Ella ladeó la cabeza, mirándolo por sobre sus gafas.
—Y aun así, sigues teniendo relaciones sexuales con ese hombre.
Thomas se mordió un nudillo, esquivando su mirada.
—Al final, me curarás, ¿qué diferencia hay?
—Thomas —dijo Miranda calmada, pero en un tono de reproche. —No soy maga. No puedo ayudarte si no haces un esfuerzo. Tu actitud no es muy distinta a la de alguna mujer que elige tener sexo sin protección solo porque luego puede tomar la "pastilla del día después". De hecho, es peor, porque no existe una pastilla así para ti.
Thomas enterró el rostro en las manos, hundiendo los hombros.
—Lo sé —dijo. —Es solo que... es difícil —suspirando, levantó la cabeza y observó a su terapeuta entristecido. —Me siento tan bien con él. Tan, tan, bien.
Miranda no parecía sorprendida.
—¿Qué quieres decir con "bien"? ¿Puedes decirme más?
Thomas pensó en cómo se sintió esa mañana al despertar en los brazos de Dylan.
—Mareado —dijo. —Protegido —agregó más bajito, sintiéndose un monstruo. Dylan era la última persona con la que debería sentirse seguro. —Necesito ayuda —dijo, con desesperación en la voz.
—Cualquier tipo de relación BDSM requiere un alto nivel de confianza en la pareja —comentó Miranda. —Confiarle tu seguridad, confiar que cuide de ti, confiar en que te lea correctamente y te ofrezca lo que necesitas. Puede crear un vínculo profundo entre dos personas que va más allá del sexo.
—Pero nosotros no... nosotros no siempre... lo hacemos —dijo Thomas con el rostro en llamas. —Ni siquiera me gusta el dolor. No me interesan los látigos ni cosas como esa. Sólo me gusta ser... —Se interrumpió, inseguro, porque la primera palabra que surgió a su mente fue "suyo".
—¿Cuidado? —sugirió Miranda. —¿Cómo si pertenecieras a alguien?
Thomas asintió vacilante. Ella no se equivocaba, pero él realmente no quería hablar de ello. A decir verdad, Dylan era la única persona con la que se sentía lo suficientemente cómodo para discutir -y hacer- esas cosas.
—Una relación BDSM no necesariamente incluye bondage o sadomasoquismo —dijo ella, pero como si sintiera su renuencia a hablar del tema, cambió la dirección. —¿Dirías que te sientes menos apegado a él ahora que eres libre?
Thomas pensó en esa mañana... en lo reacio que había estado a alejarse del ancho y cómodo pecho de Dylan, cuando llegó el momento de levantarse. En como no podía dejar de robarle besos mientras preparaba el desayuno para ambos. En cómo permitió que Dylan le dejara un chupón en el cuello, estando en el garaje subterráneo, antes de que se subieran a sus respectivos automóviles. En cómo había estado verificando obsesivamente el teléfono todo el día, apenas siendo capaz de concentrarse en el trabajo.
Thomas se aclaró la garganta.
—No realmente.
Se fue del consultorio de su analista con más preguntas que respuestas.
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(in)correcto ᵈʸˡᵐᵃˢ
Romancedonde dylan es una persona horrible, pero thomas igual se enamora. adaptación dylmas. libro seis.