Vlad irrumpió en la oficina de Dylan.
—¡No puedes estar hablando en serio!
Solo cuando su jefe levantó sus ojos, para nada intimidados, de su computadora, Vlad se percató del error que había cometido
—¿Perdón? —dijo Dylan.
Vlad se obligó a encontrar su mirada con resolución.
—Lo siento, Dylan O'Brien, pero no puedo estar de acuerdo con tu decisión de llevar al muchacho a Suiza. Es un gran riesgo de seguridad... podría ser detectado en el aeropuerto o...
—¿Tengo que recordarte que usaremos mi avión privado? —preguntó Dylan. —Nadie se atreverá a revisarlo. Te ocuparás de ello personalmente.
—Por supuesto —dijo Vlad, tragándose las protestas.
La mirada de Dylan se tornó penetrante y filosa.
—Si tienes algo que decir, dilo.
Vlad dudó, inseguro sobre cómo sacar el tema.
—Estás follándote al mocoso de Sangster.
No hubo ni un atisbo de sorpresa o vergüenza en los ojos de Dylan. Su rostro no develaba nada.
—Sí —dijo. —¿Y cuál es tu punto?
Vlad no creía haberse sentido tan incómodo en presencia de Dylan anteriormente.
—No sabía que estuvieras... interesado en hombres.
—No sabía que debería informarte de mi vida sexual, Vlad —dijo Dylan amistosamente, con una mirada para nada amistosa.
Tragando duro, Vlad retrocedió un paso.
—Por supuesto que no...
—Pero en caso de que te lo preguntes, no me interesan los hombres.
Vlad frunció el ceño.
—Pero... pero, ¿qué con el chico?
Prendiendo un cigarrillo, Dylan se recostó en su silla y lo observó con frialdad.
—Para finales del año, las Industrias Sangster serán mías. Todo lo que hago con Thomas Sangster es con eso en mente. Eso es todo lo que diré al respecto. ¿Lo has entendido?
—Sí —dijo Vlad, ocultando su sonrisa aliviada. Había sido un idiota por dudar de Dylan, aunque fuera por un momento. Por supuesto que Dylan no estaba enamorado del niño. La mera idea le resultaba ridícula ahora. Dylan no era homo.
Sin embargo, aún no entendía por qué era necesario cargar con el muchacho hasta Suiza.
—¿En dónde vamos a tenerlo? —preguntó Vlad. —Tú estarás con Anastasia y...
—Se quedará en mi casa del lago.
Vlad palideció.
—No puedes hablar en serio. ¿Qué pasa si tu...
—Se quedará en mi casa —repitió Dylan, con un tono rotundo.
—Entendido —dijo Vlad, a regañadientes. —Pero solo quiero que sepas que creo que es una muy mala idea. Por seguridad entre otras razones.
—Lo tendré en cuenta —dijo Dylan, regresando la mirada a su computadora.
Tomándolo como la señal para irse, que realmente era, Vlad se giró para retirarse.
—Vladislav.
Se detuvo, volteó hacia Dylan y se estremeció al encontrar su mirada.
Dylan habló suavemente.
—Si alguna vez vuelves a espiarme, podría olvidarme de la lealtad que me has mostrado en los últimos quince años. Nadie es indispensable. Ni siquiera tú.
Vlad dio un corto asentimiento y salió de la habitación lo más rápido que pudo.
Mientras recorría el pasillo, no podía sacudirse el sentimiento de inquietud de sus entrañas. Dylan podría no estar enamorado del muchacho, pero ciertamente actuaba jodidamente raro en lo que refería a él. Desde que el chico británico apareció en la casa, la confianza de Dylan hacia Vlad parecía ir por una espiral descendente.
Todo era culpa de Thomas Sangster.
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(in)correcto ᵈʸˡᵐᵃˢ
Romancedonde dylan es una persona horrible, pero thomas igual se enamora. adaptación dylmas. libro seis.