🧦sedici🧦

927 67 64
                                    

El lago Geneva era hermoso... al menos la parte que Thomas podía ver desde la ventana de su cuarto. Bien, técnicamente era el cuarto de Dylan, pero como él solía ausentarse la mayor parte del día, regresando tarde por la noche, Thomas había llegado a pensar en el dormitorio como suyo.

Observó con nostalgia las hermosas montañas a la distancia. No estaba seguro de por qué Dylan lo trajo a Suiza. Pasaba solo todo el día.

Tenía que escapar. Tenía que hacerlo.

Porque estaba asustado. Asustado de lo que le estaba pasando. Aterrado porque con cada semana que pasaba, era más y más difícil entender lo que sentía en torno a Dylan. Asustado de despertar una mañana habiendo olvidado que tenía una vida a la que regresar en casa. Una vida a la que deseaba regresar.

Estaba asustado de perderse a sí mismo. Asustado de que fuera demasiado tarde.

Ya había signos de ello. Vestía la ropa de Dylan todo el tiempo, y le gustaba. Tenía rozaduras de barba semipermanentes en su cara y muslos por los besos de Dylan, y lo adoraba. Su cuerpo estaba cubierto de mordeduras de amor y arañazos y diversos moretones que no podía dejar de mirar con fascinación. Dylan lo follaba tan a menudo y tan a fondo que Thomas apenas necesitaba alguna preparación últimamente. Era aterrador cuan perfectamente compatibles eran en la cama. Thomas siempre había amado el sexo, pero el sexo nunca se había sentido así: tan adictivo, tan necesario. Nunca había sentido como si las manos de un hombre correspondieran estar jodidamente sobre su cuerpo.

Lo horrorizaba. No se suponía que se sintiera así, no con este hombre.

Un sonido en la puerta lo hizo estremecerse, arrancándolo de sus pensamientos.

Con su corazón acelerándose, Thomas se giró cuando la puerta se abría.

Pero no era Dylan.

Era una joven. Ella lo miraba con la boca abierta. Él le devolvió la mirada asombrada.

Era bastante bonita, con cabello y ojos oscuros que estaban cargados de perplejidad. Había algo familiar en ella, pero no podía determinar qué.

—Oh —murmuró ella en ruso. —Bueno, esto definitivamente no es lo que esperaba —Se acercó, mirando a Thomas con curiosidad.

—Hola —dijo Thomas, jalando la camiseta de Dylan, repentinamente tímido por sus piernas desnudas. ¿Quién era? ¿Cómo había entrado en el cuarto? Hasta donde Thomas sabía, Dylan tenía la única tarjeta-llave de la habitación y la casa estaba fuertemente custodiada. —¿Quién eres tú?

Sus cejas ascendieron.

—¿Quién eres tú? Esta es mi casa.

El estómago de Thomas se apretó en un nudo incómodo. ¿Su casa? ¿Acaso Dylan tenía una... una esposa de la que nadie sabía?

Antes de que pudiera formular una respuesta, oyó el sonido de pasos y un muy pálido Vlad apareció en la entrada.

—Julia, no deberías estar aquí —le dijo en ruso. —Dylan estará enojado, ya está enojado. Lo llamé.

La mujer -aparentemente, Julia- puso las manos sobre sus caderas y resopló.

—Yo también estoy enojada —señaló hacia Thomas. —¿Quién es él? ¿Por qué está en el dormitorio de mi hermano?

¿Hermano? ¿Era la hermana de Dylan?

Vlad frunció los labios, disparando una mirada tenebrosa en la dirección de Thomas.

—Es un huésped —dijo, agarrando el brazo de Julia y jalándola hacia la puerta.

Julia no se movió.

(in)correcto ᵈʸˡᵐᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora