Anna no le veía la gracia. Por supuesto, no era fácil que algo le hiciera gracia, pero la forma en que su jefe se había estado comportando los últimos dos meses, decididamente no le causaba ninguna. ¿Los últimos dos meses? Quizás sería más preciso decir el último medio año, desde que Dylan secuestró al hijo de Sangster y lo convirtió en su mascota... al menos así fue cómo Vlad se lo informó cuando ella estaba en Francia, ocupada cerrando un acuerdo multimillonario en representación de Dylan. Por entonces, Anna se había mantenido escéptica y no tomó las palabras de Vlad con seriedad: Dylan nunca había demostrado algún interés por los hombres, por lo que ella estaba convencida de que sería parte de algún elaborado plan para hacer pagar a Richard Sangster. Para cuando regresó de Francia, Anna se encontró con que el muchacho ya se había ido, a Vlad le habían dado la patada, y Dylan estaba inquieto en una forma que nunca había visto antes.
Había cierta tensión sobre Dylan, una carga pesada sobre sus hombros en las semanas posteriores. La razón más obvia que pudo imaginar en ese momento, fue que Dylan había dejado de acostarse con cualquiera y, para Dylan, era casi inaudito.
Incluso la muerte de Sangster no pareció apaciguarlo. Por el contrario, Dylan parecía más al límite luego de eso.
Anna empezó a sospechar el verdadero motivo del raro humor de Dylan, cuando le pidió que averiguara todo sobre Will Poulter. Con Sangster muerto, solo podía haber un motivo para el interés de Dylan: el bonito joven que Will abrazaba. Casi podía entender su atractivo: el chico tenía rasgos faciales muy refinados y una boca para morirse. Solo que Anna nunca pensó que fuera del tipo de Dylan... ni cualquier cosa con una polla, en todo caso. Pero incluso entonces, ella no sospechó hasta qué punto Thomas Sangster afectaba a su normalmente imperturbable y sereno jefe.
El viaje impulsivo, rompiendo la apretada agenda, de Dylan a Londres había sido la primera pista. Cuando desapareció en la noche, luego de despedir a sus guardaespaldas, a Anna no le causó la más mínima gracia... con Vlad despedido, la seguridad fue añadida a su larga lista de responsabilidades, y Anna no apreciaba cuando Dylan no la dejaba hacer su jodido trabajo.
Afortunadamente, Dylan había regresado a su habitación en el hotel algunas horas después, sano y salvo. Pero cuando se dejó caer en el cuarto de Dylan para hacerle saber lo disgustada que estaba, lo encontró sentado en el piso, aferrando una botella de vodka en la mano y viéndola con deseo.
La vista la hizo frenar. Dylan no bebía. Ya no.
Era de conocimiento general que el padre de Dylan había muerto por una sobredosis cuando Dylan tenía diecisiete años, pero pocas personas sabían que había sido envenenado con drogas. Patrick O'Brien había sido un hombre de negocios duro e insensible, pero un marido y un padre excelentes. Él y Dylan fueron muy unidos y la muerte de Patrick había golpeado duro a Dylan. Anna sabía que Dylan había matado personalmente al hombre responsable de la muerte de su padre. Y todo se fue en picada a partir de allí. Dylan había empezado a beber. Continuó por meses hasta que finalmente fue hospitalizado con una grave intoxicación etílica. Cuando Anna llegó al hospital, encontró a la madre de Dylan abrazada a él, llorando y suplicándole que ya no lo hiciera, por ella y por las chicas.
¿Quién nos protegerá si también te vas, Dylan? le había dicho finalmente mientras su hijo permanecía sordo a sus súplicas.
Hasta donde Anna sabía, Dylan nunca volvió a tocar el alcohol. Pero sí lo mantuvo a su alcance. Cuando Anna le preguntó hace unos años por qué guardaba alcohol si nunca lo bebía, Dylan le dijo que le gustaba ponerse a prueba.
Ese fue el motivo por el cual, cuando Anna vio a Dylan observando la botella de vodka con una intensidad escalofriante, su mandíbula se tensó, y una alarma se disparó en su cabeza.
Cuando unos días después, él canceló su vuelo a Italia y despidió nuevamente a sus guardaespaldas, Anna estaba muy preocupada.
Sin embargo, cuando Dylan la llamó al día siguiente, ella notó inmediatamente el cambio en él: sonaba más relajado, la irritación que apretaba su voz se había ido. Cuando le informó sobre su paradero para que pudiera mandarle sus guardaespaldas, casi no se sorprendió al descubrir que estaba en el pent-house de Thomas Sangster. Casi.
Pero incluso entonces, ella no supo cuánto cambiaría todo.
Durante las semanas siguientes, Dylan le había hecho reorganizar su agenda, delegando la mayor parte de sus responsabilidades y dejando Londres únicamente para las más importantes reuniones de negocios. Tan pronto como finalizara la reunión, Dylan estaría en su avión volando de regreso a Londres.
También estaba gastando gran parte de su valioso tiempo en ayudar a Thomas Sangster a resolver el desastre que había dejado su padre.
Anna observó todo eso con una mezcla de sorpresa e incredulidad. En todos los años que había conocido a Dylan, nunca lo había visto tan... obsesionado con nadie. Llamaba a eso "obsesión" a falta de una palabra mejor. De seguro, no había visto a Dylan interactuar con Thomas Sangster, pero como Dylan no dejaba que nadie se acercara a él, prefiriendo mantener hasta a su propia familia alejada por su propia seguridad, concluyó que solo podía tratarse de sexo.
Así que esperó pacientemente a que Dylan superara su extraña obsesión con el chico de Sangster, y a cada semana transcurrida sin que esto suceda, su confusión se hacía más fuerte.
Pero Anna sabía que no debía cuestionar las decisiones de Dylan. Por supuesto, eso no significaba que no pudiera intentar interrogarlo.
—Entonces —dijo Anna tan pronto como Dylan salió de la ducha. Acababa de llegar del aeropuerto de Nueva York. Si el patrón de los dos últimos meses seguía manteniéndose, terminaría de vestirse y se iría a ver a su muchacho de pelo rubio.
Dylan dejó caer la toalla y abrió el guardarropa.
—¿Sí, Anna?
Se tomó un instante para admirar su físico, considerando si su cariño hacia Dylan habría sido menos fraternal si ella tuviera quince años menos de los que tenía.
—¿Por cuánto más estaremos basados en Inglaterra? —El tono de Anna era cuidadosamente casual. —Apenas salimos de Inglaterra en dos meses.
Ante la pregunta, las manos de Dylan se congelaron. Mieles ojos la examinaron.
Se negaba a dejarse intimidar. Ella era una ex-agente de la KGB. No era fácilmente intimidada.
Presionando los labios, Dylan se calzó unos pantalones.
—De hecho, quiero que empieces a buscar un edificio grande en Londres. La prioridad es que esté en una ubicación segura. El precio no importa.
Ella tomó una respiración entrecortada.
—Te refieres...
—Sí —dijo Dylan. —Mudaré la oficina principal de Ginebra a Londres.
Anna solo pudo quedarse mirándolo en silencio. Trasladar el cuartel general, de un paraíso fiscal como Suiza hacia el Reino Unido, no era la decisión más práctica. Para decirlo suavemente.
Abrió la boca y volvió a cerrarla sin decir nada.
Dylan soltó un suspiro.
—Tienes dos minutos para expresar tus objeciones —dijo, colocándose una camisa limpia y empezando a abotonarla.
—Como tu empleada, no es mi papel objetar —dijo Anna dejando que una sonrisa lenta estirara sus labios. —Pero como tu vieja amiga, digamos que nunca pensé que vería el día en que dejarías a un niño inglés con carita de bebé trenzar tus cuerdas. Te queda bien el estar enamorado.
Dylan le dedicó una mirada fulminante.
Anna se estremeció, pero sostuvo su mirada, sus labios contrayéndose con un tic.
—Enfócate en hacer tu trabajo, Anya — dijo Dylan agarrando sus llaves.
Ella lo observó partir, sonriendo débilmente. No tenía idea de cómo el chico Sangster habría logrado esto, pero se alegraba.
Dylan trabajaba demasiado. Anna era igual, pero había una diferencia fundamental entre ella y Dylan: ella siempre tenía un hogar al que regresar; Dylan no lo hacía.
Quizás eso estaba por cambiar.
🧦
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(in)correcto ᵈʸˡᵐᵃˢ
Romancedonde dylan es una persona horrible, pero thomas igual se enamora. adaptación dylmas. libro seis.